
08 Sep Murió el amor? Por qué hoy necesitamos enamorarnos del amor
Si Nietzsche anunció la muerte de Dios, muchos sospechan que el amor también está en crisis. En tiempos de vínculos fugaces y eros agotado, quizás la única salida sea redescubrir el amor mismo, más allá de sus ficciones.
La sospecha de un final
Nietzsche proclamó que “Dios ha muerto” para señalar que los grandes absolutos habían perdido su poder sobre nosotros. Hoy, algo parecido se escucha sobre el amor: ya no hay fe en lo eterno, las relaciones parecen frágiles, las promesas suenan huecas. Basta mirar alrededor: las apps de citas ofrecen un catálogo infinito de rostros, pero rara vez se sostienen vínculos profundos.
El amor líquido y el eros cansado
El sociólogo Zygmunt Bauman habló de amor líquido, esa fragilidad que hace que los vínculos se evaporen a la mínima dificultad. Y el filósofo Byung-Chul Han diagnosticó un eros agotado en la era del rendimiento y la transparencia: donde todo debe ser rápido, claro y eficiente, el amor –que necesita misterio, demora y riesgo– se debilita.
¿Qué es lo que realmente muere?
Quizás no muere el amor, sino las ficciones que lo sostenían: la promesa de lo eterno, la pareja convertida en dogma, la pasión disfrazada de control. Eso se desmorona. Lo que sobrevive, en cambio, es lo más vivo: la necesidad de encuentro, la apuesta por confiar aun en la incertidumbre, el riesgo de abrirse a lo otro.
Enamorarse del amor
Platón, en El Banquete, sugirió que el amor verdadero no se dirige solo a una persona, sino a la Belleza misma. Enamorarse del amor, entonces, no es un capricho vacío, sino una manera de resistir al cinismo. Significa volver a valorar la ternura, el cuidado, el sí que se da aun sabiendo que puede quebrarse.
Un acto de resistencia vital
Tras la “muerte de Dios”, Nietzsche decía que quedaba la tarea de crear nuevos valores. Frente a la presunta “muerte del amor”, la tarea es similar: reinventar su sentido. Quizás enamorarse del amor –elegirlo sin garantías, abrazar su fragilidad– sea la forma más radical de seguir apostando por la vida en un tiempo que prefiere la inmediatez al riesgo.
Y tal vez ahí esté la verdadera pregunta de nuestra época: ¿tenemos todavía el coraje de enamorarnos del amor?
Carlos Felice