Las huellas menos deseadas del síndrome de rellenado facial

Las huellas menos deseadas del síndrome de rellenado facial

Crecen los casos de tratamientos estéticos que terminan en rostros deformados debido a la incorrecta aplicación de sustancias artificiales

“En los últimos años recibimos cada vez más pacientes con tratamientos estéticos que dejan huellas no deseadas, problemas de salud y distintas complicaciones”,

admite Fernando Felice, cirujano plástico y docente de la Universidad de Buenos Aires.

Si bien venía utilizándose en el ámbito de la Medicina Estética, el término “sobrellenado facial” ya figura en publicaciones científicas, de la mano del médico Lim Ting Song, que explica lo que vemos con frecuencia en la calle, la televisión y las redes. Caras deformadas con “bocas de pato”, “mentón de bruja” y “mejillas de ardilla” grafican los principales puntos en los que suele haber sobrellenados.

Este y otros temas relacionados se tratan en el Congreso Internacional Masterhub de Rejuvenecimiento Facial No Quirúrgico que se inauguró ayer y continúa hoy en la ciudad de Buenos Aires, con más de 35 oradores internacionales y 1.200 asistentes, que buscan capacitarse para evitar riesgos y consecuencias indeseadas.

El término “relleno facial” alude a la aplicación de sustancias que aportan volumen en el rostro para generar lo que suele denominarse un efecto de “rejuvenecimiento”,

aunque también se lo aplican personas más jóvenes, en cuyo caso el objetivo es el “embellecimiento”.

“Es un producto que rellena el rostro. En los más jóvenes se utiliza para potenciar la estética y en los de más 35 o 40 años se utiliza también para atenuar los signos del paso del tiempo. Más del 80 por ciento son productos de ácido hialurónico reticulado. Tarda en reabsorberse y tiene una durabilidad determinada”, explica el médico.

El ácido hialurónico es un compuesto natural del organismo, entre cada célula. El que se inyecta para rellenar rostros es un producto de origen sintético, un ácido hialurónico de cadenas cortas y largas con diferentes propiedades biológicas (de cohesividad, elasticidad y soporte de presión, entre otras).

“Tiene propiedades según el área corporal en que se utilice. Por ejemplo, si lo quiero utilizar sobre un hueso tiene que poder soportar tensión y generar un pilar, por lo que debe ser más duro. En cambio, si lo voy a colocar en un labio debería ser más blando”, aclara.

También existe el grupo de productos inyectables bioestimuladores, principalmente la hidroxiapatita de calcio, la policaprolactona, y el ácido poliláctico, que brindan un efecto de voluminización temporal, que dura de uno a dos meses.

Los cambios se hacen por razones estéticas o para disimular la vejez.

“Generan una respuesta inflamatoria subclínica no evidente. Esa respuesta inflamatoria genera fibrosis conocida como colágeno. Ese nuevo colágeno, esos bioestimuladores, se utiliza más que nada para mejorar la calidad de la piel y enlentecer el paso del tiempo. Un joven con labios finos se puede colocar un ácido hialurónico ideal para esa parte del cuerpo porque hay diferentes presentaciones. Uno, como buen profesional, tiene que saber elegir el producto ideal para cada área corporal”, postula Felice.

El “síndrome de sobrellenado” no es un fenómeno exclusivamente local. Se calcula que en Latinoamérica aumentó en más del 200 por ciento y en Argentina creció alrededor del 40 por ciento. Entre estas complicaciones se incluyen narices “con exceso de producto que se comienza a esparcir por los costados”, además del “signo del sol naciente” en las ojeras, los “cachetes de ardilla”, los “labios de pato” y el famoso “mentón de bruja”.

“El síndrome de sobrellenado facial fue descrito por Lim Ting Song. Advierte que la mayoría de los profesionales dedicados a la estética facial, con un fin comercial, inflan el rostro porque creen que hay que hacer eso para quitar las arrugas”, plantea. Sin embargo, no solo las arrugas no están siempre ligadas al paso del tiempo sino que, además, no hay una única forma de disimularlas. “Una persona de 20 años, extremadamente joven, al sonreir puede tener arrugas en la frente, en el entrecejo, en la pata de gallo. Las arrugas, que suman el 44 por ciento de las consultas en estética, no necesariamente implican un signo de envejecimiento”.

Las siguientes son las zonas descriptas por Song, en las que se suele aplicar el sobrellenado:

Labios de pato. “Cuando los profesionales sobrellenan el rostro y terminan con labios híperexplotados. Se denominan labios de pato porque pierden su dimensión vertical y tienen tanto volumen que tienen una dimensión horizontal. Esos pacientes no tienen vuelta atrás. El antídoto hialuronidasa no genera una vuelta atrás ni una reabsorción completa. A veces tienen que recurrir a un procedimiento quirúrgico que los mejora, pero nunca los vuelve al estado natural”, advierte.

Mentón de bruja. “cuando se coloca mucho producto en el mentón para triangular un rostro. Así, cada vez que el paciente ‘hace puchero’ o pone cara triste sobresale y se eleva”, describe Felice.

Mejillas de ardilla. Rostros cuyos cachetes quedan grandes o desproporcionados. “Es un signo típico del síndrome de sobrellenado facial. Las mejillas están tan infladas que el párpado inferior pierde altura y toda la cara es una mejilla. Se nota en muchos famosos”, indica.

Síndrome del sol naciente. Al colocarse mucho producto en las ojeras se genera “un bultito, como una sobreelevación. Song lo describió cuando en el horizonte sale el sol: se ve una línea recta y aparece una convexidad hacia arriba”.

Nariz de avatar. “Colocan tanto producto en la raíz del de la nariz, entre las dos cejas, que se termina ensanchando”, dice el experto.

Frente de cuerno de flor. Cuando el relleno en esa zona es excesivo.

Cara de plato volador. “Una parte media exagerada puede contribuir a la cara de plato volador o de almohada”, afirma el artículo de Song.

“Una persona a la que rellenan los labios, le explotan, le transforman la boca en un pato. Cuando besa ya no tiene sensibilidad. Y la persona que recibe el beso siente dos plásticos. Cuando se quiere reír, ya no tiene la sonrisa natural de antes porque su boca está mucho más rígida. Lo mismo al expresarse: a muchos, el peso que genera el producto les cambia la forma de sonreír, de hablar”, indica Felice.

Felice también se refiere al área de las mejillas y periorbitaria: “les cambia incluso la calidad de vida, porque el ácido hialurónico tiende a retener líquido. Entonces, este tipo de pacientes pueden llegar a tener un edema palpebral en el párpado inferior. Después, ese edema se extiende a las bolsas malares y, cuando se quieren acordar, tienen edema prácticamente en todo el rostro. Y eso es algo grave porque es como si fuese una cara totalmente inflada”, concluye.