02 Mar Del amor romántico al amor tecno: cómo pensar los vínculos de hoy
Por Ivana Romero
Cuando presentó su nueva película Licorice Pizza en Londres, Paul Thomas Anderson dijo: “Yo quería crecer porque pensé que entonces tendría todas las respuestas. Pero nadie te prepara para lo que sucede. Mi papá nunca me dijo ‘El amor será tu mayor desafío’”.
Justamente, Licorice Pizza (nominada a tres premios Oscar, incluyendo mejor película) cuenta una historia de amor bella y divertida y dramática, todo a la vez, entre un adolescente y una chica un poco mayor en California, durante comienzos de los setenta. Como toda buena historia, es irreductible a un planteo que calce con planteos universales en torno al amor. Aunque, al mismo tiempo, muchos fantasean con amores de película (aún, de películas indies).
El amor (y sus mitos y fantasías) es el tema que desarrolla durante este mes el Ciclo Coyunturas. Coordinado por Cecilia Di Genaro, se realiza en el centro cultural de la librería del Fondo de Cultura Económica (Costa Rica 4568). Pero no se trata de un abordaje aleatorio sino que escritores y escritoras, poetas, activistas e intelectuales se reúnen a pensar en torno al hashtag #ContraElAmorRomántico.
“El ciclo Coyunturas tiene como consigna pensar los temas que nos importan hoy y que nos ayudan a transformar el futuro”, explica Di Genaro. “La idea es darle una identidad a este centro cultural: quienes se acercan saben que todas las semanas hay propuestas sobre los temas que están en el avispero y en muchos casos, con los protagonistas de la cultural actual argentina”.
El jueves 17 de febrero, a las 19, Maga Etcherbarne presentó una lectura poética con la participación de Cecilia Fanti, Manuela Martínez, Ángeles Salvador y María Eva Álvarez. Y el martes 22, en el mismo horario, la economista Lucía Espiñeira, también miembro de la organización interdisciplinaria Ecofeminita, estará al frente de la charla “Eso que llaman amor es trabajo no pago”.
“Existe un cuestionamiento a nivel social de ciertos mitos en torno al amor que adquirieron cierta masividad a partir de la eclosión feminista de Ni Una Menos en 2015”, dice Espiñeira al momento de situar un momento de particular eclosión. De lo que se trata, explica, no es de vetar la libertad del deseo pero sí de cuestionar “los mandatos de género y la violencia de género, donde el mito del amor romántico tiene mucho que ver” por su naturalización de formas inaceptables y asimétricas de vinculación.
A la vez, aclara que “no sé si se puede establecer una verdad sobre el amor sano”. “Lo único que está universalmente aceptado, al menos como meta, es que al interior de un vínculo todo debe ser consensuado y por eso, hablado”, agrega.
Florencia Canale, que viene de presentar en Coyunturas sus libros Pecadora y La libertina, tiene una mirada distinta. “La humanidad está construida en base a mitos. Entonces no creo que el mito esté derrumbado ni a punto de derrumbarse”, señala.
Y redobla la apuesta: “Me parece hasta peligroso hablar de ‘amor sano’ porque es negar la dimensión del amor como sentimiento, con una forma de existencia que no puede ser domesticada. Esa domesticación que dice ‘si no hay reciprocidad no hay amor’ y todo eso me parecen una sarta de falacias y una presión fenomenal para los integrantes de cada vínculo”.
Hay algo en lo que Fabián Casas (que presentó en estos días el libro Cómo me enamoré de Nicolas Cage junto a su autora, Carla Quevedo) acuerda. “El concepto de sanidad es lo contrario del amor, lo mismo que la idea del amor como un proyecto”, afirma.
“El amor tiene que ver con la irrupción de lo inesperado -piensa-, con cosas que no se pueden clasificar.
También es el antiproyecto porque de lo que trata es de indagar la diferencia y la nada. Y esa nada tiene especial potencia en un mundo que siempre quiere todo”.
De este modo, Casas cuestiona también el modo en que el deseo pierde densidad en una sociedad que, a través de las redes, quiere todo aquí y ahora.
En ese aspecto profundiza el psicoanalista Luciano Lutereau, que el jueves 24 presenta su nuevo libro Adiós al matrimonio. Parejas en busca de nuevos compromisos. “Criticar el amor romántico hoy no es patologizar la demanda amorosa (por ejemplo, decirle al otro que es un intenso o tildarlo de tóxico, porque siempre el tóxico es el otro, claro) sino apuntar a las formas que la tecnología impuso y promueven la seducción permanente sin compromiso, el desencanto y la instrumentación del otro como un objeto”, explica.
El problema con la crítica del “amor romántico” es que por momentos se llama así a todo lo que implique una demanda amorosa “pero hay configuraciones posesivas del amor que nada tienen que ver con el romanticismo porque son efecto de tecnologías recientes”, apunta. “Por ejemplo, sin la posiblidad de la comunicación permanente no existiría el ‘nos vamos mensajeando’; así es que alguien puede decir que irá a la plaza por la tarde y otra persona agregar ‘tirame un mensajito cuando estés por ahí y si pinta (léase: si tengo ganas) paso’, sin tener presente si el otro quiere o sin siquiera preguntarle”.
El problema de este tipo de interacciones es que les falta todo romanticismo: “Se trata más bien de una instrumentación del otro”, subraya Lutereau para quien “es el amor tecnológico, que nos convierte en máquinas, lo que hay que deconstruir hoy”. ¿Por qué? “Para cuidar un poco más el encuentro y sus condiciones, sobre todo el deseo, que es tensión y espera, lo que menos nos bancamos y más pone al otro en posición de objeto”, dice.
De lo que se trata, entonces, es de dejar de mirarnos en el espejo opaco de nuestro propio reflejo. “Se trata de volver a pensar un amor que no se detenga en el placer constante (por ejemplo, de buscar el enamoramiento sostenido y, si no, descarte) y le abra la puerta al conflicto; un amor para crecer con otro a partir de vivir ciertos desencuentros como comunes”, reflexiona Lutereau.
La buena noticia, entonces, es que en esta época cada quien puede construir un vínculo menos sujeto a normas y patrones preestablecidos que directamente eran invisibles en otras épocas. Claro que la libertad es una conquista que se refrenda todo el tiempo. Y esto ocurre en la vida real, por fuera de las redes sociales. Es decir, habrá que mirar adentro de esas otras redes, las íntimas y oscuras, para saber quiénes somos y qué queremos. La escritura y la lectura son buenas aliadas para ese proceso.
CLARIN