19 Oct La inteligencia sirve, pero tiene el costo de la infelicidad
Trataré de demostrar esta afirmación sobre que la inteligencia nos trae infelicidad.
Ignorar o desconocer la complejidad de esa estructura mental que arroja el proceso de pensar, te mantiene incauto pero feliz. Puedes reaccionar con el temperamento o los sentimientos que atávicamente nos definen, pero no tendrás la tristeza o la decepción de comprender el comportamiento de ese otro que finalmente te hará víctima.
Parece un contrasentido. Tú eres el inteligente, ¿y el otro te lastima, te defrauda, te decepciona? Sí, definitivamente. No alcanza tu coeficiente intelectual aquí, cuando se trata de la expectativa insatisfecha y agresora.
La felicidad del ignorante, esa sentencia de centurias es una máxima de un conocimiento más profundo. Los sentidos primarios alcanzan rápida realización. Y allí, ahí nomás, está el resultado: estado de felicidad pura. Pero si a esa embriaguez de deseos de resolución inmediata le agregás existencialismo, los resultados están a un paso de la tragedia personal: depresión o sabotaje.
Creés por estas pocas líneas que estoy teniendo un pensamiento negativo o pesimista. Nada más lejos. Solo estoy afirmando una obviedad que nos cuesta afrontar: el “costo” del presupuesto inteligencia.
Tomemos ejemplos de vidas excepcionales por su reconocimiento, pero atormentadas por la tristeza y frustración personal. Empecemos con algo conocido. El Club de los 27.
Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison, todos músicos que cambiaron la historia, todos murieron en un lapso menor a tres años, todos con 27 años. En ese momento, la coincidencia dio lugar a algunos comentarios, pero no fue hasta la muerte de Kurt Cobain, aproximadamente dos décadas y media más tarde, que la idea de un Club de los 27 comenzó a tomar forma en la percepción pública y se volvió a encender con la muerte de Amy Winehouse en 2011. Estos seis artistas particulares dieron lugar a esta mitología con eje en el 27.
Y vayamos a escritores y poetas, aquellos genios cuya vida, como la de sus compañeros, no fue ensalzada hasta alcanzada la muerte. Bécquer, Keats, Poe, Rimbaud, escritores increíbles muertos pobres y rechazados, al igual que Franz Kafka, Wilde, James Joyce, Benito Pérez Galdós, Emilio Salgari y Herman Melville.
Vincent van Gogh fue otro de los artistas que vivió a expensas de su hermano y ganó popularidad póstuma. En su corta vida, que perdió a los 37 años, se vio en dificultades para sobrevivir, pues sólo logró vender una pintura. El reconocimiento para su obra llegó un año después de su muerte.
El músico austriaco Wolfgang Amadeus Mozart murió solo y arruinado a los 35 años, pero su legado de 626 obras enriqueció a más de uno. Por muy raro que suene, hay especialistas que aseguran el artista falleció en la pobreza por no tener derechos de autor.
Ser inteligente sin dudas es una bendición, pero solo si con tu inteligencia intuitiva le agregás la picardía de que no se note demasiado.