10 Nov Ferrán Adrià, un símbolo de la innovación más allá de la cocina
Por Franco Varise
Con todo lo que se ha dicho sobre Ferrán Adrià, reconocido como el mejor chef del mundo y uno de los grandes innovadores del siglo XXI, su aversión personal por el pimiento rojo (morrón) resulta un hallazgo. “¿Si hay algo que no me gusta comer? El pimiento rojo. No puedo comerlo”, admitió a La Nacion.
La admiración por Lionel Messi, por obvia, queda en un segundo plano: “Messi es inspiracional; lo admiro mucho porque es un chico normal con una familia normal. ¿Qué es ser un genio? La innovación se educa con trabajo. Es muy importante pensar todo el tiempo hasta en las cosas más banales”.
De visita en la Argentina, tras 10 años desde su último viaje, Adrià presentó junto con Telefónica su nueva idea de transformar El Bulli, el restaurante ícono de la cocina molecular y su escenario mejor iluminado, en una fundación de experimentación culinaria y reservorio público de su obra (9000 páginas de recetas y pensamientos). “Lo que hacíamos antes era para nosotros, ahora lo vamos a compartir con todos: transferir la creatividad es una revolución social”, dijo.
Adrià quiere despegarse un poco a los codazos de la híper promocionada cocina molecular que lo colocó en las páginas de los diarios de todo el mundo. Y a fuerza de un carácter que se vislumbra indomable, el catalán habla de innovar y crear como si fuera un Dalí o un Steve Jobs (a quien menciona seguido) rodeado de la alquimia de los ingredientes y la tecnología.
“Crear es no copiar. Crear es poder ver lo que no todo el mundo percibe; todo ya existe de alguna forma. El creador será capaz de acceder a lo que muy pocas personas ven y, con la ayuda de sus conocimientos ofrecer algo nuevo”, expresó Adrià. Su capacidad artística en la cocina lo llevó a transformarse en una de las 100 personas más influyentes del mundo. Es profesor de Harvard y considerado en ámbitos diversos como un “genio”, aunque él deteste esa posición. “Habíamos ganado todos los premios y era insoportable. En un momento era como Messi, al que le critican porque jugó dos partidos y no metió ningún gol”.
No es para menos, desde la nouvelle cuisine francesa el mundo gastronómico no experimentaba un fenómeno como la “cocina experiencia” que creó Adrià y su equipo. En un mundo donde comer es la tercera actividad después de dormir y trabajar, según expresó Adriá, los cocineros terminaron por transformarse en referentes sociales. “Hay un miles de programas de cocina, pero confundimos el espectáculo con la realidad práctica. No podés poner en una revista una receta con langosta…”, señaló. “Es lógico que en un mundo donde más personas acceden al alimento los cocineros pasen a ser celebrities . Es un poco excesivo, pero en nuestro caso, El Bulli es un ícono, no una celebrity “, agregó quien se define como un “chico de barrio”.
“En la Argentina tienen el talento y las materias primas y lo frívolo sería decir que el potencial está en replantearse el tema de la parrilla… nosotros tardamos 25 años de análisis y experimentación”, dijo acerca de la definición de una cocina de inspiración argentina con proyección internacional.
No es fácil imaginarse cómo piensa Adrià. Reúne mucho de lo que hoy suele definirse como “renacentista”: multidisciplinario, emprendedor, innovador, creativo. Desde 1984, cuando empezó la revolución culinaria en El Bulli, las cosas nunca fueron por los carriles convencionales. En 1987 decidió cerrar seis meses el local y funcionar en temporadas: “Fue un cambio importante porque nos permitía crear sin producir”. En 1993, con el volumen creativo al tope, lanzó el nuevo El Bulli con 40 cocineros. A partir de 2003 llegó la “fama y la locura”, dice, y al consultarle por qué hizo lo que hizo, no duda: “Queríamos libertad”.
LA NACION