25 Jan Leer para rockear: una avalancha de libros sobre músicos acapara las librerías
Por Sebastián Ramos
“Evidentemente este fenómeno habla del declive literario que existe hoy día. Los músicos estamos estropeando a la literatura”. Willy Crook, quien acaba de publicar su libro de “memorias improbables”, se ríe de sí mismo y de esta avalancha de biografías rockeras que por estos días copan las estanterías de las librerías de todo el país y que se han convertido en una gran opción a la hora de elegir lectura para las vacaciones.
Solamente en los últimos doce meses músicos como Litto Nebbia, Iván Noble, Andrés Calamaro, Fito Páez, Zeta Bosio, Fernando Samalea, Roberto Pettinato, Pil Trafa, Walas, Pipo Lernoud, Marcelo Moura, Gillespi y hasta los ingenieros de sonido Mario Breuer y Gustavo Gauvry, entre muchos otros, publicaron sus autobiografías, sean estas en formato crónica, ensayo, anecdotario o incluso ficcionado. Si a esto se le suman otros tantos libros dedicados a la vida y obra de rockeros escritos por periodistas (Luca Prodan, Gustavo Cerati, Soda Stereo, Los Auténticos Decadentes, Babasónicos, Charly García, Luis Alberto Spinetta, Invisible, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, León Gieco, Pappo y más), el fenómeno de la literatura rock, más allá de la humorada autoincriminatoria de Willy Crook, es cosa seria.
¿Por qué los músicos se han lanzado en masa a contar su versión de la historia cuando hasta no hace diez años se mostraban reacios a mirar hacia atrás y hurgar en el pasado? Editores literarios y rockeros se animan a ensayar una respuesta.
“Tenía una cantidad enorme de recuerdos para ordenar, ya que me tocó y me sigue tocando una vida de movimiento, improvisación o sorpresas segundo a segundo”, sostiene Samalea, histórico baterista del rock argentino que acompañó a Charly García, Cerati, Calamaro, IKV y tantos otros a lo largo de su carrera y publicó, en menos de dos años, no solo un extenso libro autobiográfico, sino dos: Qué es un Long Play (2015) y Mientras otros duermen (2017). “Además, sabía que sería sanador escribirlas y que muchos chicos y chicas de otras generaciones apreciarían tarde o temprano esa información, al estar yo ligado a varios íconos populares que hicieron historia”.
-¿Por qué creés que hay hoy tanto interés editorial por las biografías vinculadas al rock?
-El magnetismo de ese estilo de vida es evidente. Los músicos de rock son quienes supuestamente se animan a hacer cosas que otros no, inmersos en embriaguez, euforia, sexo libre, drogas, vida fácil sin madrugones y bastante dinero a disposición. Aunque ocurrió lo impensado: el rock ya no es un movimiento juvenil y hoy son señores entrecanos quienes llenan estadios en su nombre. Y si bien los jóvenes -lamentablemente- no ocupan esos lugares multitudinarios, aun cuando practiquen su lado musical, sí muestran interés en conocer los orígenes y el tiempo de quienes los precedieron.
Ignacio Iraola, director editorial de Planeta, sostiene por el contrario que no es la sangre joven la que impulsa este fenómeno, sino la nostalgia de rockeros mayores de cuarenta. “El primer libro que publicamos en esta dirección fue el de Pappo, en 2011, escrito por Sergio Marchi. En su momento fue toda una novedad que una editorial mainstream como Planeta publicara un libro sobre rock. Históricamente, el rock como el fútbol eran géneros que no vendían, hasta que empezó a jugar otra cosa, que creo tiene que ver con la nostalgia. Nuestra nostalgia, la de los cuarentones, por los años 70 y los 80, por aquellas cosas que nos pegaron cuando éramos adolescentes o por aquel recital que vivimos y recordamos como inolvidable”.
En la otra esquina, Juan Ignacio Boido, director editorial de Penguin Random House, encuentra tres columnas en las que se sostiene este fenómeno: “La primera y más evidente es que los protagonistas del rock, generacionalmente, están llegando a una edad de memorias y balances de lo que hicieron. La segunda, que las mismas editoriales que estamos editando libros con esta temática, están dirigidas por personas que crecimos con el rock como un referente muy importante, es parte fundamental de nuestra formación cultural. Y la tercera, creo que tiene que ver con algo que extrañamos. Si esas bandas o músicos no están más en los escenarios o en los discos, los podemos tener en los libros”.
Boido sugiere que el rock de los años 70 y 80 en el país tuvo una épica relacionada a la emancipación de la juventud que hoy no tiene y por eso es tan atractivo esta suerte de revisionismo. “El rock en ese momento fue mucho más que música y las memorias del rock son la de una contracultura en la Argentina. Hoy el rock está más forzado a pasar por el aro del entretenimiento. En aquellos años, el rock nos formó y nos ayudó a pensar las cosas y decirlas. El rock era un lugar desde donde uno se paraba ante la vida y eso es muy valioso”.
Más allá del volumen y el poderío de llegada que poseen estas dos editoriales mainstream, el rock también se escribe en los márgenes, ya sea con ediciones de autor o casas editoras más pequeñas, como pueden ser Caja Negra (con un concepto más ensayístico) o Gourmet Musical (con libros que revisan determinados períodos de la obra de íconos como Charly García y Spinetta o investigaciones acerca de Cemento y la revista Expreso Imaginario).
Ansiedad gráfica
Para Willy Crook, que los rockeros se lancen a escribir es consecuencia de una nueva enfermedad: “la ansiedad gráfica”. “Lo periférico del rock siempre ha sido interesante para los simpatizantes -me da cosa decir fans-. Algo para leer es una buena variante, sobre todo ahora que ya no están más los sobres internos de los discos. Cuando yo era chico los agarraba y los leía cada vez que ponía un disco, por más que ya lo había leído cien veces, era data que me gustaba leer mientras escuchaba la música. Los simpatizantes necesitan consumir data de sus músicos preferidos, de eso se trata la ansiedad gráfica”.
Un hombre más vinculado con la producción del rock como Mario Breuer, que acaba de publicar Rec & Roll – Una vida grabando el rock nacional, asume una mirada de esta tendencia asociada a los cambios que ha experimentado el género en los últimos años. “El interés suscitado por los libros con biografías o historias del rock tiene que ver con el hecho de que hoy por hoy se produce, se consume, se distribuye y se difunde de una manera muy diferente a como se hacía veinte, treinta o cuarenta años atrás. Contar cómo se hacía esto antes, cómo se producía y se consumía tiene un atractivo especial para los más jóvenes “.
Tanto Crook como Samalea coinciden en que las historias que vivieron como músicos, al lado de las celebridades más grandes del rock de acá, son tan delirantes e inverosímiles que parecen ficción y allí también reside parte del atractivo de sus libros.
“Escribir estos libros fue como vivirlo todo otra vez, armando una obra de teatro con la realidad del ayer”, asegura Samalea, quien ya planea un tercer volumen de su autobiografía. “Me recordó al proceso de revelado fotográfico en un cuarto oscuro: de a poquito, las imágenes fueron apareciendo en el papel, a través de químicos y líquidos reveladores. Sin darme cuenta, tenía esas crónicas ante mis ojos. Pude generar mi propia imaginación con lo que había visto, que en muchos casos suena inverosímil de tan delirante. ¡Pero lo peor es que todo sucedió de verdad!”.
Sin entrar en indiscreciones, los libros rockeros juegan con la imaginación del lector, siempre ávido por consumir datos que no conocía de sus músicos favoritos. Así, la historia del rock argentino hoy se aborda desde diferentes frentes y más allá de las autobiografías (en algunos casos escritas por periodistas en plan ghost writers), aparecen también análisis del contexto cultural o “relatos corales” que rescatan la vida y obra de los que se fueron pronto y ya no están (las biografías de Luca y de Cerati son de las más vendidas dentro del género).
Con esta variedad de miradas, al menos por el momento, es difícil encontrar un estilo literario que represente a la voz rockera escrita, pero los mismos protagonistas le restan importancia a ello. Para Boido, “en todo caso, lo que tiene que tener un libro de rock es la capacidad de sintonizar con el músico o la banda en cuestión, comprenderla o ponerla en contexto, poder iluminar zonas hasta ahora poco vistas o que pasaron desapercibidas en su momento. Un libro sobre rock tiene que satisfacer la curiosidad del lector y, al mismo tiempo, darle relieve cultural a un movimiento que fue tan importante para varias generaciones de argentinos”.
LA NACION