22 Jan Belén Rueda: “Las herramientas del actor son nuestras propias emociones”
Por Marcelo Stiletano
Siempre digo que tengo el termostato roto. No me afectan ni el frío ni el calor”. Sonríe Belén Rueda, como lo hará varias veces durante la charla, completamente ajena al sofocante verano porteño. Su circunstancial refugio está en el subsuelo de un elegante hotel porteño, a metros del Obelisco, dispuesto por la filial argentina de Fox para propiciar el encuentro entre los medios locales y los protagonistas de No dormirás.
Es la segunda vez que la actriz madrileña se instala en la Argentina para rodar una película. La primera fue en 2012, cuando compartió con Ricardo Darín los papeles protagónicos de Séptimo. Pasaron seis años entre aquel thriller y este relato de suspenso y terror psicológico que acaba de estrenarse, coproducción entre nuestro país, España y Uruguay. Durante todo ese tiempo, Rueda consolidó lazos con referentes del cine argentino. Filmó Ismael (2013) a las órdenes de Marcelo Piñeyro y compartió rodajes con Diego Peretti (la comedia La noche que mi madre mató a mi padre, de 2016) y Darío Grandinetti (El pacto, que se estrenará este año).
“De Ricardo puedo decir que admiraba su arte y ahora lo admiro como persona. De Peretti me fascinó su profesionalismo, porque venía con muy poco tiempo y en ese corto lapso supo adaptarse a la locura de haber hecho una película en solo un mes.¿Y de Grandinetti? Pues que es muy introvertido, pero he logrado encontrarle ese punto gamberro que lo hace tan divertido. Me ha dejado un recuerdo maravilloso”, dice la elegantísima Rueda. Le gustan las respuestas extensas y precisas, dichas con voz suave y firme.
-Ahora no hay galanes y sí una película que la tiene a usted como protagonista.
-Y con una historia que me ha atrapado desde la primera vez que leí el guion. Una historia diferente dentro de un cine en el que parece que está todo inventado. Mi personaje quiere llevar al extremo las sensaciones y las emociones del ser humano. Ella quiere hacer su máxima obra alrededor del insomnio y someter a sus actores a una experiencia de cuatro días sin dormir, demasiado para el cuerpo. Y lo que más me atrajo es la dicotomía entre la pasión por el arte de la interpretación y esa manera de llegar al filo de algo que éticamente no podría hacerse.
-En un momento de la película su personaje dice que solo la locura puede llevarnos a la creación.
-Dice algo más: yo no soy creativa, soy destructiva. Para responderte primero deberíamos definir qué es la locura. Los personajes de esta película tienen un punto de locura, pero cada ser humano también, porque de otra manera vivir sería insoportable cuando te pasan determinadas cosas muy dolorosas. Por lo general asociamos la locura a algo muy malo, que te condiciona la vida. Pero cuando estamos hablando creativamente, la locura es llevar a cabo algo que no tienes previsto ni sabes cómo va a resultar..
-¿Y qué le pasa a un actor cuando siente la necesidad de jugarse, explorar los extremos, ir más allá de lo que la razón podría dictarle a cualquier otro ser humano?
-Las herramientas del actor son nuestras propias emociones. A mí me gusta crear una complicidad con el director para decirle: ?Exígeme todo lo que quieras, pero sin necesidad de hacer daño’. A veces surge una situación dramática que te lleva a un lugar personal muy doloroso para poder ofrecérselo al personaje. Y a veces el director tiene cierto pudor en repetir ese tipo de escenas. En estos caso le digo al director: ?no tengas miedo, tú hazlo’. Pero siempre evitando cualquier riesgo de daño gratuito. Somos seres humanos y cuando te haces daño, te cierras. Y no hay peor cosa que un actor que se cierra.
-La experiencia del insomnio en No dormirás aparece como algo extremo. Pero tenemos en nuestra vida cotidiana un curioso caso de estímulo para no dormir, las maratones de series…
-…que nos ponemos a ver y no acabamos nunca porque queremos saber siempre más. Veo una serie que me gusta y me digo ¡pues venga, uno más! Si no lo hago más a menudo es porque tengo que estudiar y porque me agrada mucho compartir el tiempo con la gente que quiero, aunque no me guste salir demasiado. Venimos de una generación más acostumbrada a compartir las cosas en directo y no a través de los teléfonos o las redes sociales. Es algo que intento transmitir a mis hijas, que tienen 23 y 18 años. Es algo difícil, pero tampoco hay que quitárselo, porque el móvil y las redes forman parte del día a día esencial para ellas. Y si no es en tu casa, se irán a otro sitio. Por eso es muy conveniente enseñarles a usar estas herramientas.
-¿Qué le pasaría a usted si le tocara enfrentar a una directora con las características de Alma, su personaje en No dormirás?
-Alma parte de su lado oscuro. Cuando una directora dice que para ella la creatividad es la destrucción nos muestra que el camino será complicado y el final no tiene por qué ser feliz. Considera que la creatividad solamente aparece en esas experiencias dolorosas que sería conveniente no curar, sino quedarte anclada en ellas. Y eso no es lo más aconsejable para una mente sana.
-A esta altura, después de este segundo rodaje y con tantos argentinos actores o directores en sus películas, usted ya está jugando de local en Buenos Aires.
-Realmente no lo sé. Si lo supiera, les llamaría más seguido [risas]. A mí me encantan las propuestas que he recibido para hacer cine en la Argentina. Y es verdad que alguna me llegó hace bastantes años, pero entonces mis niñas eran muy pequeñas y la prioridad pasaba por ellas. Ahora, Buenos Aires no me parece que esté tan lejos de mi casa y como ellas ya son mayores las he sentado y les he dicho: ahora le toca a mami. Estar en la Argentina me ha permitido trabajar con directores que tienen una visión muy diferente. Y con equipos impresionantes.
-¿Con qué director o directora se ha sentido más cómoda? ¿Qué proyecto le dejó los mejores recuerdos?
-Siempre lo mejor aparece con el último trabajo que has hecho. Pero a mí me cambió la vida haber hecho Mar adentro con Alejandro Amenábar. En aquel momento, si eras, como yo, para una actriz de televisión parecía muy complicado dar el salto al cine. Yo estaba haciendo una serie de TV con muchísimo éxito en España y los productores tenían un poco de miedo de que el personaje televisivo me absorbiera, pero Alejandro creyó en mí y me abrió las puertas del cine. Hoy las cosas son distintas, la TV es un medio en sí mismo como lo son el teatro y el cine, y los actores tenemos que saber cambiar el chip cuando se trate de uno u otro.
-La llevo a lo que ocurrió el domingo pasado en Los Ángeles durante la entrega de los Globo de Oro y el reclamo de las mujeres de Hollywood contra la violencia sexual. ¿Ud. cree que podría darse una situación parecida en la próxima fiesta de los Goya, por ejemplo?
-Es un tema muy delicado, porque si lo banalizamos no vamos a poder solucionarlo. Tenemos que ser todos muy conscientes de que estamos ante una realidad incómoda y de que, por supuesto, debemos acabar con ella. No se trata de empoderar a la mujer, sino de colocarla en un punto de igualdad respecto del hombre. Nuestra generación piensa diferente que la de mis hijas. A ellas ni se les ocurre pensar que podrían ser acosadas por un hombre en el trabajo o que cobren menos que un hombre haciendo el mismo trabajo. Pero el hecho de que para ellas sea algo normal me obliga al mismo tiempo a insistirles en la necesidad de que no bajen la guardia.
-Su colega Concha Velasco, toda una institución del espectáculo en España, acaba de revelar que sufrió una experiencia de acoso.
-Yo he tenido la suerte de que no me ha pasado nunca. Pero si te pasa es terrible. Y lo peor es pensar que además de haber recibido ese trato pienses que la culpable eres tú. Es una cosa de locos. En España pasaba hace algunos años lo mismo con la violencia de género. Ahora, la mujer maltratada está muy protegida, algo que antes no ocurría porque ella misma creía que tenía algo que ver en esa situación. Pero lo que hace más daño son las mujeres que no están sufriendo acoso y utilizan ese tema para beneficiarse mediáticamente. Hacen mucho más daño de lo que ellas imaginan, porque les están quitando valor a quienes sufren de verdad.
LA NACION