Las 10 construcciones más locas de 2017

Las 10 construcciones más locas de 2017

El año que culmina vino con un grupo no menor de edificios, de esos que te dejan boquiabiertos. Por sus extravagantes formas, por el uso de tecnologías tan innovadoras que uno ni se da cuenta cómo están hechos; o simplemente por la contundencia y lo ingenioso de las ideas y conceptos que le dieron vida.
Una de estas obras fue el nuevo Louvre inaugurado en Abu Dhabi el 8 de noviembre pasado. El proyecto es del francés Jean Nouvel quien saltó a la fama a fines de los años 80 cuando hizo en París el Instituto para el Mundo Árabe con una fachada repleta de gigantes obturadores, como los de las máquinas de fotos, que a la vez de controlar el paso de la luz, remitían a las geometrías orientales.
Esta vez, Nouvel usa esas formas hexagonales para construir una cúpula con forma de platillo de 180 metros de diámetro, donde abajo se organizan prismas irregulares surcados por canales de agua donde funcionan las salas y dependencias del museo.

La Filarmónica de Elba, en la ciudad de Hamburgo, fue otra de las obras impactantes que alumbró 2017. Algunos describen el proyecto de los suizos Herzog & de Meuron como “una inmensa ola de cristal sobre un lecho de piedra”. Ese lecho de piedra es en realidad una fábrica construida en los años 60, ahora reciclada para formar parte de este edificio multipropósito donde no solo funciona la espectacular sala filarmónica, un salón de música de cámara, restaurantes, bares, una terraza panorámica con vistas a la ciudad de Hamburgo y al puerto, también incluye departamentos, un hotel y varios niveles de estacionamientos.

Si las formas hexagonales del nuevo Louvre remiten a las mezquitas árabes y la superficie acristalada de la Filarmónica de Elba a un mar picado; el Centro Rey Abdulaziz para la Cultura Mundial en Dhahran (Arabia Saudita), diseñado por el estudio noruego Snøhetta, rinde homenaje al petróleo con una morfología que imita la figura de cantos rodados y que al estar revestidos en acero inoxidable brillan a la luz del sol.

Pero, además del homenaje, este “puñado de piedras” alberga un museo, una biblioteca, un centro de conservación de archivos históricos, un auditorio y una biblioteca con unos 200.000 libros.
También tiene hoy 200.000 libros la Biblioteca Tianjin Binhai, en Tianjin, China, diseñada por otro estudio vanguardista: los holandeses MVRDV. Pero, en realidad, fue pensada para albergar 1.2 millones de ejemplares.

¿Qué hacer para que hoy no parezca incompleta? El truco que pensaron los traviesos MVRDV es llenar las estanterías con falsos lomos de libros que están impresos en chapas de aluminio a la espera que la biblioteca se complete. La llaman el “mar de conocimiento” porque sus estanterías ondulantes y en forma de olas, como si fuera un “océano de libros”, envuelven en toda su altura un gran espacio en cuyo centro hay una esfera blanca de 21 metros de diámetro donde está el auditorio.
En el proyecto original, esta esfera cuya superficie debía ser reflejante, estaba colocada de tal manera que permitía tener una visión panorámica del todo el interior de la biblioteca. La idea era que la biblioteca fuera un espacio de encuentro, un lugar para ver y ser visto. Pero al final, este volumen terminó siendo una prístina esfera blanca, casi como si fuera el iris de un gigantesco ojo.
Otro de los edificios impactantes del año es el Via 57 frente al río Hudson, Manhattan, proyectado por el estudio danés BIG-Bjarke Ingels Group.

Ingels diseñó un gigantesco edificio de viviendas de 77.100 metros cuadrados que combina la densidad del rascacielos neoyorkino con las cualidades de las construcciones con patio europeas. Ingels se las ingenió para que dándole una curiosa forma piramidal los departamentos (son 709) tengan buena vista y den al jardín interior de unos 2.000 m2.
Este mismo Bjarke Ingels es el que en octubre pasado cautivó a estudiantes y arquitectos porteños en la Bienal Buenos Aires. Sorprendió con sus diseños sin precedentes que van desde los que está haciendo para habitar el planeta Marte hasta el que hizo para la empresa de juegos de encastre Lego.

Para construir su Casa en Billung, Dinamarca, lugar donde nació la compañía, sin muchas vueltas apiló una cantidad de megabloques blancos creando 29 terrazas. Allí funciona un centro de 12.000 metros cuadrados para los fans del juego que, dicho sea de paso, cuenta con muchos arquitectos entre sus adeptos.
Pero hay otro tipo de arquitecturas, cuando a las necesidades funcionales y espaciales se les da un papel más importante que a las necesidades simbólicas o del marketing, sin tanta metáfora ni chistecitos. Es aquí donde sobresale el edificio corporativo de Apple, en Cupertino, California, diseñado por el estudio inglés de Norman Foster, el mismo que diseñó la sede de gobierno porteño en Parque Patricios.

Foster propuso para este edificio de unos 260.000 m2 un forma circular con un techo que tiene una “granja” solar que abastece con sus paneles fotovoltaicos de energía limpia al complejo.
La misma matriz geométrica tiene una obra argentina que incluimos en esta selección. Es el Centro de Tecnología Y-Tec en Berisso que diseñó el estudio Antonini-Schon-Zemborain, un edificio de laboratorios para YPF y el Conicet que explora la potencialidad del círculo para crear ámbitos “sociables”, propicios para la interacción informal de los investigadores.

Otras de las obras locales que se destacaron este año, son el edificio para el Banco Galicia en Chacarita, frente al Parque Los Andes, proyectado por los cordobeses Atelman-Fourcade-Tapia que propone una doble piel de vidrio facetada para controlar el sol en su interior y conseguir una imagen potente frente al parque.

Y el otro es el Centro de Exposiciones y Convenciones porteño en la Av. Figueroa Alcorta, entre la Facultad de Derecho y el Parque Thays. Más que eso, como el dibujito del la boa que se comió un elefante del “El Principito” de Saint Exupéry, el edificio es un gran techo-parque que esconde en su interior el centro de convenciones.

Claro que de todos estos edificios, probablemente algunos estén destinados a caer en el olvido en poco tiempo; otros, marcarán rumbo. Así fue con muchas obras de la historia de la Arquitectura: desde la Torre Eiffel, que como sucedió con nuestro Obelisco, pasaron de ser considerados un adefesio a convertirse en las postales más representativas de sus ciudades. O como sucedió con el Centro Pompidou y el Guggenheim de Bilbao, que este año cumplieron 40 y 20 años respectivamente, que superando furibundas críticas de muchos de sus contemporáneos se convirtieron en motor de desarrollo de los barrios y hasta de las ciudades donde se construyeron.
CLARIN