21 Dec Héctor Larrea: “Sin enemigos se vive mejor”
Por Marina Zucci
En la mañana fresca y temprana como una rosa, un duendecito frágil, chiquito, salió a pasear. El lleva un sueño lindo y pequeño en un bolsillito que cada día con alegría quiere estrenar”…
Para el “Señor Rapidísimo”, la fórmula fue construir despacito. Atravesar la moda para instalarse en la permanencia. A 50 años del estreno de aquel programa que duró más de 30, Héctor Larrea se reinventó, con 11 horas de aire semanales. “Con usted yo me levantaba para ir al colegio”. “Usted era el despertador rumbo a la fábrica y la voz de fondo de todos los obreros”, le dicen desconocidos callejeros que lo estrujan hasta dejarle el traje blanco en tono grisáceo. Y “Mister radio”, que pensaba en retirarse en 2018, posterga el adiós y sonríe.
Sólo este año contabiliza más de 400 horas frente al micrófono. De lunes a viernes, de 15 a 17, conduce ciclo en La Folklórica (FM 98.7). Y los sábados, de 23 a 24, se planta junto a Bobby Flores en “Mirá lo que te traje”, por Nacional (AM 870). Las piernas podrán andar más lentas, pero la voz la tiene intacta.
La imagen de “Hetitor” trabaja sobre las capas más profundas del recuerdo. Lo comprobamos en la redacción de Clarín, a la que visita por primera vez. En un lugar donde se trabaja con la actualidad y el futuro, todos lo buscan para hablar de pasado. Alguno hasta le canta esa vieja cortina matinal que marcaba el fin del sueño: “Los transistores toman colores iluminados porque dibujan una burbuja monopatín”…
“Todos los años estoy armando mi retiro. Ahora dije: un añito más”, se ríe. “Siempre les digo a mis amigos que si están cerca y perciben algo raro en mis neuronas, me avisen para irme a tiempo”. De sus 79 años, pasó 56 en un estudio de radio, incluso combatiendo un cáncer de colon, hace 17. Desde su debut en LR2 Radio Argentina, no sabe lo que es estar desocupado.
-Su voz no envejeció…
-Es una bendición. Por lo general este tipo de color de voz tiende a quebrarse. Dejé el cigarrillo hace diez años, nunca hice foniatría. Soy la voz institucional de Nacional y a veces cuando me escucho, no me gusto. Pero acá estoy, entero.
-¿Se siente grande?
-A los 80 sos viejo en el buen sentido. Me gusta hacerme el viejo.
Héctor Larrea: “Sin enemigos se vive mejor”
-Al aire siempre se lo nota feliz, pero también hizo radio en su peor momento. ¿Es un buen disimulador de tristezas?
-La radio es como una zona angélica. De protección. El oyente sabía que hace muchos años yo luchaba con la internación de mi mujer, que luego de cinco años se recuperó, y me entendía. Sufrí mucho porque alguna vez me mandaron una cámara oculta de televisión. Para algunos mostrar mi intimidad era negocio.
-Sin embargo usted no confronta. ¿Nunca tuvo enemigos?
-No. A lo sumo hay gente que quiere hacerte daño. Eso lo reconozco, sino no reconocería el mundo en el que vivo. No voy a ganar nada si me agarro a trompadas con el que, por ejemplo, quiere afectar la justicia social. Yo tengo que crear las condiciones para la armonía. ¡Mucho más si tengo un micrófono! Conste que no me quiero poner como ejemplo. Que digan: “¿Este pibe se la da de transparente? No. Se vive mejor sin enemigos. Yo tuve buena escuela en casa.
Casa para Larrea es Bragado. Ladrillos en las paredes, piso de tierra. Dos guardapolvos y un buen par de zapatos para ir a la escuela, pero una paradoja: ausencia de radio. Hasta que un tío le vende a su padre un aparatito a 15 pesos, en cuotas. El padre muere y la madre impone una veda: no más radio. A los tres meses del duelo, “Hetitor”, de diez años, pide permiso, espera que se calienten las válvulas y pone el programa “El relámpago”, auspiciado con el aceite Olavina. Mamá Felisa, que llora todo el día, empieza a sonreír con los chistes del locutor. Entonces Larrea piensa algo que no dejará de pensar nunca: “Esta cosa invisible hace milagros”.
-Miles de adolescentes jamás vieron un aparato de radio ni escuchan radio siquiera en la web. ¿Misión imposible hacer que la radio vuelva a captar el interés de todos?
-Es casi imposible. Yo sé que trabajo para gente grande. Me escucha alguno de cuarenta, pero casi todos tienen de 50 para arriba. Está cambiando todo a una velocidad que se lleva por delante la radio. Nosotros no hacemos nada para que nos escuchen los jóvenes.
-¿Qué le pasa ante esta situación de tantas emisoras en quiebra o que adeudan sueldos?
-Hay un quiebre. Están desapareciendo emisoras y se está empobreciendo el esquema radial. ¿Pero no será que el empresario quiere elegir otros soportes? No sé cómo salvamos eso. Si es así, de todas maneras el empresario debería tener consideración con los trabajadores.
-Cambian los gobiernos y usted se mantiene neutral, o al menos en una posición de anti-fanatismo.
-Es que yo no soy fanático de nada. Entiendo que lo peor que puede suceder es huir de la armonía. Los argentinos tenemos un problema: entendemos la discusión como pelea. El castellano indica que discusión es cambio de impresiones. Acá no, acá si no pienso como vos, el que no tiene razón sos vos. Por eso me gusta la música. Es grande porque es armónica. Y eso lo apliqué siempre en mi casa. Cedo mucho por tener una relación armónica con la gente y las empresas. Si me fui de un lugar, igual hubo apretón de manos y un “sin rencores”. No me gusta despertar el “yo tengo razón, vos no”. Mi negocio es no confrontar.
-¿Por qué esa negativa desde hace años de huir de la televisión, rechazar entrevistas televisadas? Como si sólo quisiera ser una voz…
-Es que ya no tengo nada más que decir. Esa gente espera novedades. La televisión necesita un hombre novedoso, más reposado, no mayor.
-¿Cree que a pesar del peso de su trayectoria no tendría lugar en la tele de hoy?
-No. Recién pasé por El Trece y algo se movió en mí. Estuve allí diez años. Yo había empezado a trabajar en TV sólo para que me dieran trabajo en la radio. Porque un tipo conocido vende mejor publicidad que uno que no. Cuando bajaban las ventas de mi programa de radio, mi socio venía y decía: “Tenés que reactualizar la cara”.
-¿Pudo vivir económicamente bien gracias al oficio?
-Si, porque nunca me interesó tener cosas. Algunos piensan que vivir en un country es un escalón necesario para el bienestar. Yo no. Tengo un departamento y algún ahorrito y eso me basta. Ni auto tengo ya, porque dejé de manejar hace dos años. Ahora me manejo en taxi y es mejor: el taxista se hace cargo de la nafta y de los insultos.
-Se lo nota en paz. ¿Es así como aparenta?
-Estoy muy en paz. Tengo miedos, pero miedos naturales. Y en el balance, gana lo que me gusta. La armonía la lográs cuando descubrís el valor semioculto de las cosas. Por ejemplo: el verdadero valor de mi mujer. Lo descubrí yo, otros no se tomaron el trabajo. Y mirá hoy, la vida me dio el regalo de estar inexplicablemente en la vida de los otros, que los remita a su infancia, a su juventud. Tuve suerte.
-¿Sólo suerte?
-Sí, en todo es necesaria la suerte. Siempre me pregunto: ¿Me mereceré esto? Supongo que en la vida es necesario soltar responsabilidades y que el destino dibuje. Y no estoy de acuerdo con eso de Almafuerte, “No te des por vencido ni aún vencido”. Hay situaciones que te vencen y si no te entregás, te quebrás en serio después.
CLARIN