El relato inédito de Mark Twain que logró volver a la vida

El relato inédito de Mark Twain que logró volver a la vida

Por Natalia Blanc
Diciembre suele regalar gratas sorpresas del mundo editorial. Cuando uno creía que ya había visto y leído todos los grandes libros del año, aparece uno que vuelve a sorprender. El rapto del príncipe Margarina, que acaba de publicar Océano Travesía en el país, es una de esas maravillas. Con una edición de lujo, el libro encierra una historia dentro de otra: la del cuento para chicos que dejó inconcluso e inédito Mark Twain, y la de la pareja estadounidense formada por Erin y Philip Stead, encargados de reconstruir e ilustrar el relato. De ese combo creativo surgió un gran libro álbum que pueden leer chicos y grandes, ideal para regalar(se) en esta Navidad.
Antes de la historia de este libro está la historia del cuento de Twain, que él dejó sin terminar. Lo inventó para sus hijas menores, Clara y Susie, en 1879, en un hotel de París. Ellas le pedían un cuento antes de dormir y le mostraban imágenes de revistas de la época para que buscara inspiración. Una noche, las chicas eligieron un dibujo de anatomía. Y aunque el padre intentó convencerlas de que lo cambiaran por otro, no lo logró. Entonces, el escritor improvisó un relato a partir de las peripecias de un chico, Johnny, que es amigo de un pollo, llamado Hambruna y Pestilencia. Qué tendría aquella imagen para disparar ese cuento, nadie lo sabe. Lo que queda claro es que el nombre del pollo es genial y encierra otra pequeña historia. Parece, dice Stead que cuenta Twain, que antes había dos pollos: uno se llamaba Hambruna y el otro, Pestilencia. Cuando uno murió, el que quedó vivo adoptó el nombre del pollo muerto. Pero eso es apenas el comienzo.

Cuando el abuelo le ordena que lleve al animal para venderlo en el mercado, Johnny emprende una aventura fantástica: en su camino se cruza una anciana que le regala unas semillas mágicas. Al probar una flor que creció de esas semillas, el chico comienza a hablar con los animales. No se sabe si alucina o si todo es producto de la fantasía. Así se entera de que un príncipe fue encerrado en una cueva rodeada de dragones y decide rescatarlo junto con sus amigos animales.
El autor de Las aventuras de Tom Sawyer, entre otras novelas, nunca completó El rapto del príncipe Margarina, su único cuento infantil. Tampoco se sabe por qué. Según registró en sus diarios, el personaje aparecía una y otra vez en los cuentos que inventaba para sus hijas. Johnny tuvo tanto éxito entre las chicas que Twain tuvo que “estirar” el relato durante cinco noches seguidas. Después perdieron el interés. Pero el autor anotó en el diario frases y apuntes para posibles cuentos.
Es también curioso cómo se descubrió este relato que permanecía inédito. Lo encontró en 2011 el investigador John Bird, de la Universidad Winthrop, mientras buscaba referencias gastronómicas en más de 500 manuscritos. Entre miles y miles de palabras, un término específico llamó su atención: oleomargarine. No era una receta, eran 16 páginas con la historia de Johnny, el pollo y el príncipe Margarina.
Se sabe que existe un furor editorial por los textos inéditos y póstumos. Ejemplos (históricos y recientes) hay a montones. Pero en el caso del cuento inconcluso de Twain surgió una gran idea que dio como resultado una obra nueva que encierra bosquejos del original y suma otras voces y miradas. Los editores del sello estadounidense Doubleday convocaron a la ilustradora Erin Stead y al escritor Philip Stead, autores del libro infantil Un día diferente para el señor Amos (que aquí también publicó Océano Travesía), para que retomaran el cuento. Y lo que hizo esta pareja artística, por suerte, no fue elegir el camino más fácil. Todo lo contrario. Se propusieron imaginar qué habría hecho Twain y hasta lo incluyeron como personaje en el cuento. El libro incluye varias notas del autor que aportan pistas sobre el recurso narrativo de Stead.
“Tengo la certeza de que te tomaste el tiempo de leer la nota de autor al comienzo de este libro y sé que por eso mismo recordarás que esta historia no la inventé yo. Me la contó mi amigo, el señor Mark Twain”, dice Stead en una nota que aparece en la página 42. A partir de entonces es cuando introduce al autor original en la ficción como narrador oral del relato. Más adelante, en la página 56, ya por la mitad del libro, comienza la parte del cuento que inventó Stead. Con variaciones, por supuesto, que deja claras de entrada bajo el título “Mi propia historia”. En el capítulo siguiente, Twain le dice al autor que tomó la posta que lo que cuenta no le resulta convincente. Además de reírse de sí mismo, Stead se permite opinar de manera sutil, pero contundente, sobre la naturaleza de los cuentos: “¿Tienes un final para la historia o no? Después de todo, el final es la única parte que importa de verdad”, le hace decir a una comadreja.
Esta joya para coleccionar salió en Estados Unidos y Europa el 26 de septiembre, cuando se cumplieron 150 años de la publicación del primer libro de Twain: La célebre rana saltarina del condado de Calaveras.

La novedad de un clásico
El rapto del príncipe Margarina
Autores: Erin y Philip Stead
Editorial: Océano Travesía
LA NACION