08 Dec Las peripecias del “Huinca”, Zenón y la “Rudecinda”
Por Roque Sanguinetti
Cuando Mirco Repetto se hizo cargo en 1957 de la dirección de aquella mítica revista Patoruzito semanal, encontró en un armario los originales de una historieta gaucha llamada El Huinca, obra de Enrique Rapela, archivada porque a Dante Quinterno, el genial creador de Patoruzú y de Patoruzito, no lo entusiasmaba. Pero aprovechando un viaje de Quinterno al exterior, Repetto se animó a publicarla y de inmediato se convirtió en un gran éxito.
Enrique Rapela, talentoso dibujante y pintor autodidacta nacido en 1911, conoció intensamente la vida del campo, ya que en parte creció en una estancia de la provincia de Buenos Aires, La Carolina, propiedad de su madre. Provenía de antiguas estirpes criollas, con siete generaciones de argentinos. Su padre era abogado y Enrique fue el menor de ocho hermanos. Era un hombre culto, y creó la primera historieta gaucha de alcance nacional, Cirilo el audaz, que se publicó en La Razón desde 1939 hasta 1944.
Pero su más famosa creación fue El Huinca, posiblemente inspirado en el personaje de Martín Fierro, un gaucho errante que en su caballo se mueve por los campos, trabajando y defendiendo causas justas, y al que nunca le faltaban problemas. Solía luchar contra bandas de malhechores y contra partidas de indios, y recibía ayuda en ranchos humildes y en protectoras estancias. Rapela mismo escribía los guiones y tenía un dibujo limpio que registraba la amplitud y la luminosidad del campo argentino. La acción transcurría en los años previos a la Conquista del desierto, y los detalles de época estaban minuciosamente documentados: paisajes, interiores, objetos, lenguajes, vestimentas, y la particular idiosincrasia de esos habitantes de la llanura pampeana. Si bien los episodios solían ser dramáticos, no faltaba el humor, por parte del inseparable amigo del “Huinca”, el pintoresco Zenón, y tampoco el romance, con la eterna prometida del protagonista, la “Rudecinda”, que vivía esperándolo.
La historieta salió en Patoruzito, por entregas parciales, hasta la década de 1960 y después Rapela fundó su propia editorial, Cielosur, donde El Huinca apareció en fascículos mensuales completos, al igual que Fabián Leyes, otra historieta suya de características semejantes. Los fascículos solían completarse con secciones didácticas, en las que ilustraba historias de nuestra tierra y promovía concursos sobre esos temas. Cuenta Repetto que Rapela era de ideas nacionalistas, las que algunas pocas veces ponía en boca de sus personajes, pero que había que tener cuidado con sus excesos, como una vez que en pleno gobierno de la revolución de 1955 dibujó a un malvado con la cara del vicepresidente, el contraalmirante Isaac Rojas.
La historia de amor de El Huinca termina tristemente, porque la joven “Rudecinda” recibe un feroz ataque, queda totalmente desfigurada, y se recluye como monja en un convento de clausura. El protagonista, y el lector, ven por una sola vez el rostro atroz, que no olvidarán. Después, el “Huinca” se habrá de perder por esos campos, como Martín Fierro. Enrique Rapela falleció en 1978.
LA NACION