19 Aug Otro mundo detrás de las estrellas: quiénes son los argentinos desconocidos en el show de la NBA
Por Cristian Grosso y Diego Morini
Hernán Montenegro y ‘El Gigante’ González fueron los primeros en hacer contacto en 1988. Los eligieron Philadelphia y Atlanta en el Draft, aunque nunca jugaron. Pepe Sánchez (Sixers) y Rubén Wolkowyski (Sonics) sí saltaron a la cancha. Luego, Emanuel Ginóbili ganó cuatro anillos, se convirtió en leyenda y todavía se las ingenia para desafiar al tiempo. Fabricio Oberto lo acompañó en una de esas aventuras en 2007. El Chapu Nocioni contagió su bravura nada menos que en Chicago Bulls. Carlos Delfino desplegó su talento durante ocho temporadas. Luis Scola ya es uno de los mejores jugadores de la historia de Houston, donde lo homenajean cada vez que vuelve. Pablo Prigioni grabó en el Madison Square Garden su nombre en los emblemáticos Knicks. Y Walter Herrmann, Nicolás Laprovittola, Nicolás Brussino y Patricio Garino también plantaron la bandera argentina.
Todos conocen su huella en la NBA . Pero no han sido los únicos argentinos en la meca del básquetbol mundial. Hay más. Con otro perfil y otras funciones, lejos de los reflectores. Pero bajo el mismo poder hipnótico. “La primera sensación es de excitación cuando descubrís el producto NBA. Es una organización que está en expansión permanente y poder ayudar a ese crecimiento es algo maravilloso”. La confesión la hace el platense Juan Uro, vicepresidente ejecutivo de la NBA en el área de estrategia global y finanzas. A sus 41 años, es el argentino más influyente en el planeta NBA. Para entenderlo mejor: entre él y Adam Silver, el Comisionado, sólo hay un cargo de por medio al que reporta.
“La NBA es la mejor liga del mundo, tanto en el campo deportivo como en el organizativo y de estructura. La búsqueda de la excelencia en los detalles y en la calidad de cada elemento son dos de las muchas cualidades que definen a la NBA y a sus 30 equipos. Y cuentan con los mejores recursos humanos, los cuales determinan un nivel operativo de una categoría inigualable dentro del deporte mundial”, relata el rosarino Lisandro Miranda, scout (caza talentos) de Dallas Mavericks, que ya suma 18 temporadas en la NBA.
Argentinos rendidos ante la magia de la NBA… “Ellos buscan la perfección y no dejan nada librado al azar. Por ejemplo, para enviarle un simple email a un grupo de aficionados, lo revisan 10 personas. En todo momento tenés 200 o más profesionales pensando: «¿Cómo hago para que el logo genere mejores sensaciones en nuestros hinchas? ¿Existe algún método nuevo para que esta experiencia sea la mejor para el aficionado? ¿Qué debo hacer para que el proceso de comprar un ticket no sea engorroso y se solucione en menos clicks?». Y quienes se lo plantean son profesionales seleccionados entre miles de postulantes que presentaron su candidatura para el puesto de trabajo. Por eso el resultado siempre es de calidad”, relata el platense Patricio Villalón, que trabajó dos años en el área de marketing digital de Charlotte Hornets.
¿Qué distingue a la NBA de cualquier otro gran show deportivo del planeta? Es cautivante. “Acá están los mejores atletas del mundo. El jugador de la NBA a nivel físico y mental toma determinaciones en segundos y eso hace impactante al juego. Además, la Liga siempre tiene un sentido innovador, atrapa desde su constante evolución. Y el show está cuidado; pretendemos que ir a ver un partido sea una experiencia fascinante, es una prioridad”, describe Uro, palabra autorizada en la mesa chica desde junio de 2015. “El objetivo principal que tuve en los Hornets siempre fue el mismo: internalizar en mi mente la frase la NBA es otro mundo y entender qué hay detrás. Conocer los pasos para crear eventos bajo una perspectiva que deje deslumbrado al aficionado, lo que en los Estados Unidos llaman ¡Wow!”, exclama Villalón.
El imán de la NBA es único. Los lujos son uno de sus rostros. Grandilocuente, sí, todo está pensado para desterrar las excusas. Los Airbus 319 que trasladan a los planteles tienen dos cabinas especiales, una para 16 jugadores y 10 integrantes del staff técnico, y otra para otros 30 integrantes de su organización. Asombran esas butacas que se reclinan casi por completo para hacer más placentero el vuelo de los gigantes que superan los dos metros de altura.
Se suma el porteño Bernardo Murphy, que durante años fue scout de Philadelphia 76ers. “La calidad del producto NBA es lo que atrae. Al público y a los jugadores. Todos los detalles están cubiertos y eso asegura un producto atrayente. Para los jugadores, porque tienen la certeza de que van a estar en un lugar de privilegio para desarrollarse. Y para el público, que asiste a un espectáculo integral que incluye un partido de básquet”.
El mundo busca la fórmula mágica
Si se trata de rastrillar los secretos del éxito, palabras como excelencia, perfección y jerarquía se repiten. “La exigencia constante proviene tanto del equipo como de uno mismo, lo cual también tiene que ver con un sentimiento personal de auto superación. Y ese sentir lleva a su vez al inconformismo, porque uno quiere siempre seguir desarrollándose. Creo que allí aparece una de las claves del fenómeno de la NBA. Los recursos y las inversiones económicas también son significativas y están siempre dirigidas a buscar la calidad, tanto dentro como fuera de la cancha. Además del trabajo realizado por cada una de las 30 franquicias, la NBA desarrolla excelentes programas tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, como lo son, por ejemplo, Basketball Without Borders, NBA Cares y JR NBA”, cuenta Miranda.
Pero, ¿hay una fórmula guardada bajo siete llaves? “Desde otros deportes, distintas ligas del mundo y hasta equipos consultan por nuestra organización. Ellos quieren aprender de la NBA, y la NBA es humilde y está mirando siempre qué se puede aprender de otras disciplinas o ligas. En el último año tuve reuniones con gente del fútbol, del rugby y del tenis. Charlas formales o informales, pero siempre pensando cómo mejorar el producto a nivel deportivo y desde el entretenimiento”, revela Uro. Villalón lo explica con una anécdota con Michael Jordan. su patrón en los Hortnets. “MJ significa excelencia, y esto genera una gran motivación en toda la plantilla. Es una persona muy amable, siempre saluda, la primera vez que le di la mano me quedé congelado. Me miraba la mano y pensaba: ¡Me acaba de saludar Michael Jordan! Todos desde su lugar son muy minuciosos en la estructura”.
El entrenador bonaerense Víctor Daitch, quien fue asistente de Julio Lamas en la selección de la Argentina y en la Liga Nacional y que tiene un vínculo cercano a Robert Canterbury Buford, o simplemente R.C. Buford, el general manager de San Antonio Spurs, dijo alguna vez: “Se podrá escribir muchísimo, pero nunca van a poder terminar de explicar el fenómeno Spurs, es demasiado grande”. Siempre discreto, Daitch elige conservar en reserva la relación que lo une con los Spurs. Ahora bien, ¿a qué se refiere Daitch con aquella afirmación? La NBA luce fantástica para afuera y es cálida puertas adentro. El producto tiene alma y el secreto está en los detalles, como acercarles flores a las esposas de los jugadores en sus cumpleaños o ante algún aniversario especial. Y cuando la franquicia consigue un anillo de la NBA, se encarga de hacer réplicas más pequeñas para las damas, como un dije para colgar. La idea es que ellas se sientan tan campeonas como su compañero.
Incluso, cuando el equipo juega como visitante, la franquicia se encarga de armar actividades para las esposas de los jugadores. El primer día que están solas, una camioneta pasa a buscarlas por sus casas, con un asistente de prensa o cultura. También se organizan actividades de conjunto entre las familias. La idea es mostrarle al jugador que se ocupan de sus seres queridos mientras ellos no están.
Todos para uno y uno para todos
Las franquicias suelen estar muy pendientes de todos los que forman parte de ellos. Desde los empleados hasta los familiares de los basquetbolistas. Aunque son muchos los integrantes de una franquicia -por ejemplo en los Spurs son algo más de 300-, todos tienen su identificación en el uniforme y por regla deben llamarse por su nombre de pila. Y en cada reunión mensual, en la que participan todos y se realiza en un gran gimnasio, se celebran los cumpleaños de los nacidos ese mes.
Trabajar en la NBA impone condiciones, exige subir el listón. Fallar no aparece en el diccionario. “La exigencia en la calidad del trabajo es permanente porque la NBA se propone y se impone ser la mejor liga del mundo, no sólo en lo estrictamente deportivo, sino también en todos los demás aspectos. Conociendo en primera persona el nivel de exigencia, mi permanencia en este ámbito por tantos años seguramente se deba a que he desarrollado mi trabajo correctamente, satisfaciendo las exigencias y los objetivos del equipo. de lo contrario este artículo seguramente nunca me hubiese incluido..”, bromea Miranda.
Entre los muchos beneficios que arrojó la Generación Dorada de Ginóbili, Scola, Oberto, Delfino, Prigioni., también habrá que subrayarle que abrió la bolsa laboral. “Sin dudas que lo logrado por los miembros de la Generación Dorada nos abrió puertas a muchos de manera directa o indirecta, sobre todo por las formas que llevaron a la consecución de esos logros deportivos tan importantes. Realmente me siento un privilegiado de haber podido ver jugar a la Generación Dorada, pero sobre todo de haber podido verlos trabajar para lograr sus objetivos. Creo que la Generación Dorada fue un equipo, con todos sus distintos jugadores e integrantes de los diferentes cuerpos técnicos, que se transformó en un seleccionado icónico en la historia del básquet; muchas selecciones han logrado títulos pero el espíritu y la imagen de la Generación Dorada superan a sus grandes logros deportivos, y creo que eso abrió puertas”, agradece Miranda.
Pero, ¿qué valoran en la NBA de un argentino para contratarlo y qué le cuesta asimilar a un argentino para pertenecer a esa elite? “En Argentina tenemos una gran virtud y un gran defecto: somos extremadamente creativos. Es una virtud, porque con poco generamos ideas constantemente. Es un defecto porque no pensamos en el largo plazo del proceso, sino en la idea, y en el resultado inmediato. En las franquicias de la NBA no se piensa sólo en generar muchas ideas, sino que los procesos rocen la perfección”, grafica Villalón.
“Una vez dentro de la institución, a ellos les gusta el compromiso y la dedicación. En las organizaciones de la NBA rige la meritocracia, una idea que comparto. Es difícil llegar y nadie te regala nada, pero una vez que estás ahí, es un sueño hecho realidad; y la alegría vale doble, porque en parte, es un premio al esfuerzo”, explica Villalón, ex basquetbolista y licenciado en Dirección de Empresas Internacionales.
“Ellos ven compromiso y contracción al trabajo en los argentinos. Ellos ven pasión en lo que hacemos, y eso sin dudas es un plus cuando piensan en una contratación”, resume Murphy. La NBA siempre será tierra de gigantes, pero desde hace un tiempo varios argentinos se sienten autorizados a pisar ese escenario de fábulas. Y no sólo las estrellas.
LA NACION