El cosmos, la vida y el sexo, según Hawking

El cosmos, la vida y el sexo, según Hawking

Stephen Hawking

 

Por Caludia Dreifus
Como Einstein, es tan famoso por su historia como por su trabajo científico.
A los 21 años, el físico británico Stephen Hawking supo que sufría de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) o enfermedad de Lou Gehrig. Aunque es una dolencia frecuentemente fatal dentro de los cinco años que siguen al diagnóstico, sobrevivió y floreció, produciendo parte de las investigaciones cosmológicas más importantes de su tiempo.
Hawking vino a Tempe en respuesta a una invitación de un amigo, el cosmólogo Lawrence Krauss, para participar en un festival de ciencia auspiciado por el Proyecto Orígenes de la Universidad del Estado de Arizona. Su conferencia, “Mi breve historia”, no fue sólo sobre quarks y agujeros negros. En un momento, habló sobre la felicidad especial del descubrimiento científico.
“La ciencia no es tan buena como el sexo –dijo, con su voz computarizada–, pero dura más.” La audiencia rugió.
En los años sesenta, con sir Roger Penrose, Hawking utilizó la matemática para explicar las propiedades de los agujeros negros. En 1973, aplicó la teoría de la relatividad general a los principios de la mecánica cuántica. Y mostró que los agujeros negros no eran completamente negros, sino que podrían dejar escapar radiación y eventualmente explotar y desaparecer, un hallazgo que todavía reverbera entre los físicos y los cosmólogos.
En 1988, Hawking trató de explicar lo que sabía acerca de las fronteras del universo al público no entrenado en Una breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros. El libro vendió más de 10 millones de copias y permaneció en las listas de best sellers durante más de dos años. Hoy, a los 69, es uno de los más longevos sobrevivientes de ELA y probablemente uno de los más inspiradores.
Casi totalmente paralizado, puede hablar sólo a través de un simulador de voz computarizado. Las palabras más comúnmente utilizadas se desplazan velozmente por una pantalla montada sobre su silla de ruedas. Con un músculo de su mejilla, él opera un sensor electrónico ubicado en sus anteojos para transmitir instrucciones a su computadora. De esta forma, lentamente puede construir oraciones; la máquina las transforma en la voz metálica de ultratumba que resulta familiar a su legión de fans.
Es un proceso cansador y muy lento. Pero es la forma en que se mantiene conectado con el mundo, dirige las investigaciones del Centro de Cosmología Teórica de la Universidad de Cambridge, escribe prolíficamente para especialistas y medios masivos, y da conferencias para atraer a audiencias de Francia a Fiji.
A la tarde siguiente de su presentación, Hawking compartió conmigo una infrecuente entrevista. O algo así. Le había mandado diez preguntas a su hija, Lucy Hawking, de 40 años, una semana antes del encuentro. De modo que, para no agotar a su padre, que se ha debilitado desde que padeció una enfermedad casi fatal hace dos años, ella se las leyó durante varios días.
En nuestra entrevista, el físico reprodujo las respuestas. Sólo un intercambio, el último, fue espontáneo. Sin embargo, a pesar de las limitaciones, fue Hawking quien quiso mantener la entrevista en persona, en lugar de a través del mail.
-Doctor Hawking, ¿cómo es un día típico para usted?
-Me levanto temprano y voy a mi oficina, donde trabajo con mis colegas y estudiantes. Utilizando el mail, puedo comunicarme con científicos de todo el mundo. Obviamente, por mi discapacidad, necesito asistencia. Pero siempre traté de superar mis limitaciones y llevar una vida tan plena como fuera posible. Viajé por el mundo, de la Antártida a la gravedad cero. Tal vez algún día vaya al espacio.
-Hablando de espacio: no hace mucho, su hija, Lucy, y Paul Davies, de la Universidad de Arizona, mandaron al espacio un mensaje de un niño de una escuela de Arizona a potenciales extraterrestres. Usted había dicho que no pensaba que fuera buena idea para los humanos que se contactaran con otras formas de vida. ¿Le sugirió a su hija que no lo hiciera?
-Yo había dicho que era mala idea contactarse con alienígenas porque ellos podrían estar tanto más avanzados comparados con nosotros que nuestra civilización podría no sobrevivir.
La competencia “Dear Aliens” [Queridos alienígenas] está basada en una premisa diferente. Supone que una forma extraterrestre de vida inteligente ya tomó contacto con nosotros y necesitamos contestarle.
Se les pide a chicos de escuela primaria que piensen creativa y científicamente para encontrar una manera de explicar la vida humana en este planeta. También pienso que es interesante hacerle esta pregunta a gente joven porque los lleva a definir quiénes somos y qué hemos hecho.
-Hay expertos que insisten en que usted no sufre realmente de ELA porque le ha ido demasiado bien. ¿Qué les respondería?
-Tal vez no tenga la forma más común, que generalmente mata en dos o tres años. Ciertamente me ayudó el hecho de tener un trabajo y de que me cuidaran tan bien. No tengo muchas cosas positivas que decir acerca de mi enfermedad. Pero me enseñó a no tener lástima de mí mismo, porque a otras personas les va mucho peor. Estoy más feliz ahora que antes de desarrollarla. Fui afortunado de estar trabajando en física teórica, una de las pocas áreas en las que la discapacidad no es un handicap serio.
-¿Qué le diría a una persona que es diagnosticada con una enfermedad grave, como ELA?
-Mi consejo sería que se concentrara en lo que la discapacidad no impide realizar bien y que no eche de menos aquello con lo que interfiere. Que no sea discapacitado de espíritu tanto como físicamente.
-¿Le sorprendió el enorme éxito de su libro Una breve historia del tiempo? ¿Cree que la mayoría de sus lectores lo entendieron?
-No pensé que el libro sería un best seller. Inicialmente, muchos lo encontraron difícil de entender. Por lo tanto, decidí intentar escribir una nueva versión más sencilla. Aproveché la oportunidad para agregar nuevo material y eliminé algunos datos técnicos. Esto resultó en una secuela titulada Una historia del tiempo más breve, que fue más accesible.
-A pesar de que no suele discutir sobre sus ideas políticas, el año pasado participó del debate sobre la reforma de salud de los Estados Unidos. ¿Por qué lo hizo?
-Quise explicar el error de la prensa norteamericana, que afirmó que si hubiera sido un ciudadano británico, el Servicio Nacional de Salud me hubiera rematado. Soy británico, vivo en Cambridge y el Servicio Nacional de Salud me cuidó superlativamente durante 40 años. Me ofreció todo lo necesario. Creo en la salud pública para todos y no temo decirlo.
-Si fuera posible viajar en el tiempo, como algunos físicos sostienen, por lo menos en forma teórica, ¿a qué momento de su vida le gustaría volver?
-Retornaría a 1967 y al nacimiento de mi primer hijo, Robert. Mis tres hijos me han dado una gran felicidad.
-¿Está desencantado con el Large Hadron Collider [“la máquina de Dios”]?
-Es muy temprano para saber qué revelará. Podemos imaginarlo, pero cuando abrimos la puerta a un nuevo rango de observaciones, frecuentemente encontramos algo que no esperábamos. Allí es cuando la física se pone realmente excitante.
-No quiero cansarlo, pero me pregunto: el discurso que dio aquí, en Tempe, ha sido muy personal. ¿Estaba tratando de dejar las cosas en claro, para que la gente lo conozca?
-[Después de cinco minutos] Quisiera que mi experiencia pudiera ayudar a otras personas.
LA NACION