El atentado terrorista era esperado, pero su blanco, no

El atentado terrorista era esperado, pero su blanco, no

Por Nick Noak
Para los organismos de seguridad británicos, Londres siempre pareció ser el blanco más probable. Durante años, esa capital de 8 millones de habitantes y miles de turistas temió y se preparó para un atentado terrorista. Pero anteanoche el blanco fue una ciudad mediana.
Un terrorista suicida hizo detonar los explosivos que llevaba durante un recital de Ariana Grande en la ciudad de Manchester, unos 320 kilómetros al norte de la capital británica. Con un saldo de por lo menos 22 muertos y decenas de heridos, es el atentado suicida más grave que sufre Gran Bretaña desde los ataques en el subte y los colectivos de Londres de 2005.
¿Estaba Manchester poco preparada para una eventualidad así? ¿Lo está también el resto del país, fuera de la capital?
Ésa es la pregunta que se hacen desde hace tiempo quienes critican desde dentro y fuera de los organismos de seguridad británicos. Dicen que todos los esfuerzos se han abocado a la protección de Londres, dejando mayormente inermes otras ciudades como Manchester, con sus casi 500.000 habitantes.
Los servicios de seguridad dicen haber frustrado 13 atentados terroristas de relevancia entre 2013 y marzo de este año. Pero a pesar de los recientes esfuerzos para regionalizar y descentralizar los operativos antiterroristas, gran parte del aparato de seguridad británico sigue enfocado en la protección de Londres, donde hay unidades especiales de guardia las 24 horas del día y las autoridades además cuentan con una extendida red de cámaras de vigilancia que les permite responder de inmediato ante cualquier amenaza.
Y han implementado proyectos de alta gama, como un extenso sistema de seguridad diseñado para proteger la city financiera de Londres, que no han sido replicados en el resto de las grandes ciudades del país.

En el resto de Gran Bretaña, las asociaciones de policías suelen quejarse de la falta de recursos y manifiestan que su preocupación por un eventual ataque terrorista no es tomada en serio.
Otros dicen que con policías armados difícilmente se logre frenar a terroristas dispuestos a inmolarse y que el problema tiene raíces mucho más profundas. En ciudades como Manchester, el programa británico contra la radicalización, llamado Prevent, ya ha decepcionado a muchos, porque según las voces críticas no implica más que monitorear y vigilar a los musulmanes.
El programa apunta a detectar a los jóvenes que puedan ser proclives a la radicalización extremista, brindándoles terapia y contención social.
“Pero el principal problema siempre fue que ese programa fue lanzado y es dirigido por la policía”, dice Peter Neumann, director del Centro Internacional de Estudios sobre Radicalización y Violencia Política de la ciudad de Londres.
“Muchos musulmanes sintieron que no se los trataba como a ciudadanos comunes, sino como a amenazas a la seguridad”, agrega Neumann.
En algunas ciudades, las falencias de los programas gubernamentales contra la radicalización han sido más evidentes que en otras, y en algunos casos las críticas llegaron incluso desde las propias autoridades.
En 2015, el jefe de policía del Gran Manchester, sir Peter Fahy, fustigó duramente los planes del entonces primer ministro David Cameron y de su secretaria del Interior, Theresa May, que preveía el cierre de mezquitas o el recorte de fondos a las instituciones de caridad acusadas de colaborar con potenciales extremistas.
Al manifestar su oposición a ese plan, Fahy dijo: “Obliga a la policía a meterse en cuestiones que la opinión pública sentirá como un socavamiento de la libertad de expresión, o de la libertad religiosa, o del derecho de protesta. Hay que ver en qué momento uno empieza a erosionar los mismos valores británicos que intenta defender. Como por ejemplo el de vivir y dejar vivir, o la libertad de expresión”.
En la misma entrevista, Fahy también confirmaba que las fuerzas de Manchester a sus órdenes sufrirían un severo recorte de personal, algo que, según habían advertido ya las asociaciones de policías, limitaría la capacidad de las fuerzas de seguridad para responder en el futuro a un eventual atentado y a otro tipo de incidentes.
LA NACION