De Iron Fist a Legión, los siete planetas del universo Marvel

De Iron Fist a Legión, los siete planetas del universo Marvel

Por Hernán Ferreirós
Los amantes de las historietas conocen la rivalidad entre las compañías Marvel y DC, que se trasladó del cómic con el arribo de las creaciones de ambos sellos al cine y a la televisión. En la actualidad hay una docena de ciclos protagonizados por superhéroes en nuestra pantalla, y pronto habrá más. Tras el estreno en Netflix de Iron Fist se terminó de configurar el equipo de The Defenders (que también incluye a Daredevil, Luke Cage y Jessica Jones), que protagonizará su propia miniserie de ocho episodios a partir del próximo 18 de agosto. También se confirmó una nueva versión de Punisher (tras dos viejos films desafortunados y su reaparición dentro del universo televisivo de Daredevil) y de Los Inhumanos, que tienen un rol central en las últimas temporadas de Agents of Shield y tendrán pronto su propia serie. Y esto sólo en cuanto a los personajes de Marvel. DC también promete una variedad de estrenos que se suman a la media docena de shows que son accesibles desde nuestro país, como Flash, Arrow o Supergirl. Pero su repaso quedará para otra ocasión. Ahora, en un afán de llevar un poco de orden a la extensa cantera de superhéroes de la pantalla chica, aquí listamos y ordenamos todas las series de Marvel disponibles, de la peor a la mejor.

Iron Fist fue, en sus orígenes, un intento de Marvel de subirse a la moda de las artes marciales que habían impuesto las películas de Bruce Lee. El cómic está lejos de romper el molde del superhéroe: Daniel Rand (Finn Jones) es el hijo de un millonario que pierde a su familia en un “accidente” en el Himalaya; es rescatado por monjes del monasterio místico de K’un L’un, donde, tras ser entrenado por años en diferentes formas de combate, obtiene el poder del “puño de hierro” que consiste en la capacidad de enfocar el “chi” o la energía vital en un golpe devastador de fuerza sobrehumana. Como las otras tres adaptaciones de Marvel que hizo Netflix previamente, ésta descarta los aspectos más fantásticos de la historia (para obtener su poder, Danny debe matar a un dragón y sumergir su puño en su corazón de metal fundido) para volcarla hacia el realismo del noir urbano, un lavado de cara para hacerla más adulta, más seria y, como daño colateral, más llana y triste. Por eso los personajes tardan toda una temporada en obtener su uniforme y casi no usan sus superpoderes. De los cuatro títulos que adaptó Netflix, éste es, por mucho, el que recibió las peores críticas, pero las objeciones no obedecen tanto a los deméritos de la serie -que los tiene-, sino a que la corrección política terminó convirtiéndose en un árbitro del valor estético: esta serie fue acusada de whitewashing, crimen irredimible que consiste en poner a un actor blanco a interpretar un personaje que correspondería a una minoría étnica. Iron Fist fue imaginado, en los 70, como un blanco cuya singularidad es que resulta imbatible en una especialidad asiática. Desde luego se puede pensar que esta idea es racista desde el vamos, porque reafirma el mito de la excepcionalidad occidental, y que lo que corresponde es transformar al protagonista en un oriental: eso no sería racista, pero tampoco sería Iron Fist. Si se tiene la entereza de espíritu para sobrellevar esto, la serie presenta amenas secuencias de acción, pero también el vicio característico de Netflix: la historia no avanza, los personajes parecen enfrascados en problemas circulares que se reiteran de episodio en episodio (Danny reaparece en Nueva York y quiere convencer a sus antiguos amigos de que es el hijo del millonario muerto) hasta el punto de desafiar la lógica y también la paciencia.

Agent Carter. En el mundo esencialmente masculino de los superhéroes, Marvel intentó hacer un programa que funcionara como antídoto contra el sexismo. Agent Carter lo logró sólo en parte: fue cancelada en la segunda temporada (están disponibles en Netflix). Para ser justos, no se puede atribuir la carrera trunca de la ficción sólo a que su feminismo insular resultara intragable para los fanáticos de Iron Man o Hulk, sino también a que el programa terminó volviéndose apenas una inversión de los lugares comunes sexistas que pretendía desmontar. En una de las situaciones más logradas, Peggy Carter (Hayley Atwell), una de las fundadoras de Shield, escucha, iracunda, el programa de radio que ficcionaliza las aventuras del Capitán América -proezas que ella misma compartió desde la línea de fuego con Steve Rogers- y ve reducido su lugar en la trama al de una damisela en peligro: sólo la excusa para que el héroe actúe. A pesar de esta autoconciencia sobre la política de géneros en el mundo de los superhéroes, en la serie, el rol de los hombres resulta igualmente mecánico: siempre toman las malas decisiones, siempre están equivocados y debe entrar en escena Peggy a salvarlos a último momento. El hecho de que fuera un show de superhéroes, pero sin ningún superhéroe (transcurre en los años que el Capitán América permanece congelado), tampoco ayudó. Este intento osado de hacer una suerte de Mad Men del Universo Cinematográfico de Marvel, a pesar de algunos momentos inspirados y en una muy buena dirección de arte, se quedó en buenas intenciones.

Luke Cage. A pesar de que su protagonista es invulnerable, Luke Cage está fuertemente arraigada el mundo real: de manera oblicua habla de la encarcelación masiva que se vive en los Estados Unidos y del sistemático asesinato de ciudadanos negros a manos de la policía. Cage (Mike Colter) es un ex convicto que, tras ser conejillo de indias de un proceso experimental en la cárcel, obtiene una piel irrompible y una fuerza extraordinaria, y ya en libertad decide alquilar sus servicios de justiciero a los vecinos del barrio neoyorquino de Harlem. Como todos, este superhéroe es la realización de una fantasía. En un país en el que, sólo en 2016, más de cien ciudadanos negros desarmados fueron abatidos por las fuerzas de seguridad, la fantasía en cuestión es tener la piel tan fuerte como para que los tiros policiales no hagan daño. Esto es explícito: Cage suele usar buzos con capucha en una referencia inequívoca al asesinato, sucedido en 2012, del adolescente Trayvon Martin a manos del vigilador George Zimmerman, quien le disparó porque le pareció sospechoso ver a un negro con la cabeza cubierta caminando por su barrio. Con la tragedia de los homicidios reiterados como fondo y el hip hop como referencia cultural inevitable (cada episodio usa como título una canción de Gang Starr), Luke Cage -disponible en Netflix- quiere ser una reflexión acerca de la vida y la historia reciente de los negros en los Estados Unidos. Su historia es muy exigua y hace pensar en el modelo de western de Los imperdonables: el protagonista debe reconciliarse con sus demonios para cumplir la promesa de una venganza. A pesar de las entretenidas referencias al cine de blaxploitation, la ficción se convierte en un relato muy lento que podría haber funcionado de modo mucho más efectivo como una película de un par de horas, en lugar de una serie de trece capítulos.

Marvel’s Agents of Shield. Si bien todas las adaptaciones de Netflix transcurren en el llamado Universo Cinematográfico de Marvel, ésta (que no pertenece a la compañía y que en la Argentina emite el canal Sony, aunque las tres primeras temporadas también están disponibles en el servicio de streaming) es la que guarda mayores lazos con esa dimensión narrativa. En ese y otros aspectos, la serie es el reverso de los títulos de Netflix: abraza abiertamente su origen en las ideas excesivas de las historietas, arraiga en narrativas más cósmicas que urbanas. Si bien las dos primeras temporadas resultaron erráticas, desde que incorporó a Los Inhumanos (una variante del Homo sapiens genéticamente alterada en la prehistoria por extraterrestres) encontró su camino. Para los adictos al universo Marvel es el mejor remedio para el (cada vez más corto) síndrome de abstinencia entre película y película.

Jessica Jones. Con una extraordinaria interpretación de Krysten Ritter, capaz de transmitir fuerza y vulnerabilidad a la vez, Jessica Jones es una anomalía: la historia de una superheroína que es, también, una víctima de abuso. De todos los títulos de Netflix que transcurren en el UCM, éste es el que más fuertemente se cruza con el policial negro: Jessica Jones es una investigadora privada, integrante efímera de los Vengadores, que tiene una oficina de mala muerte donde recibe encargos de maridos engañados y padres que buscan a hijas desaparecidas. Su vida transcurre sin dirección hasta que vuelve a cruzarse con Kilgrave (David Tennant), villano que tiene el don de dominar mentalmente a otros, en particular a mujeres. El poder que importa en este show de superhéroes es el poder de las mujeres, que logran sobreponerse a la dominación perversa de un hombre. Pero este subtexto se mantiene en segundo plano, bajo la superficie, sin que sobrecargue cada momento del programa. El mayor problema de Jessica Jones -que regresará con su segunda temporada luego de The Defenders- son sus escenas de acción, que en la búsqueda de realismo se vuelven involuntariamente torpes y parecen salidas de una película de los Superagentes.

Daredevil. En 1981, el guionista y dibujante Frank Miller tomó a Daredevil (hasta entonces un Spiderman de segunda selección y sin el superpoder de conseguir lectores), lo transportó a un contexto de realismo sucio similar al de la novela negra y lo colmó de problemas humanos. Con esta decisión no sólo lo revivió, sino que transformó para siempre a la historieta norteamericana. Netflix hizo exactamente lo mismo en su adaptación del personaje (su deuda con Miller excede por mucho el escueto agradecimiento que pone al final de cada episodio de esta serie) y tomó este modelo para todas las siguientes. Claramente, la compañía no cree en la gratificación inmediata y reserva los mayores placeres (por ejemplo, ver al personaje vestido con su uniforme) hasta avanzados los capítulos como para dificultar que abandonemos la maratón, además de espaciar lo más posible las revelaciones y los puntos de giro. Daredevil nos presentó otra forma de contar el mundo de los superhéroes, que podía resultar cautivante a los adultos en que se convirtieron los lectores de los cómics originales. Tras Jessica Jones, Luke Cage y ahora Iron Fist, es un camino que empieza a mostrarse reiterativo. Un agotamiento visible en la segunda temporada de esta ficción, que está lejos del impacto que produjo su debut (también está confirmada una tercera temporada, probablemente para 2018).

Legión. Éste es el único título de esta lista que no pertenece al Universo Cinematográfico de Marvel -puede descubrirse su primera temporada completa de ocho episodios en Fox Play-, acaso porque ninguno de sus personajes hubiera logrado salir indemne de la multiprocesadora visual que es esta serie. Frank Miller hizo por el guión del cómic de superhéroes norteamericano en Daredevil algo similar a lo que Bill Sienkiewics hizo en las páginas de New Mutants, el cómic que vio nacer a Legión. Allí, este dibujante se apartó de la línea realista que dominaba la historieta mainstream y partió hacia el expresionismo y el tono antirrealista más habitual en la historieta de autor europea. Legión intenta algo similar en la televisión. Es un viaje psíquico al interior de la mente de un mutante desequilibrado, que nos muestra lo que podemos encontrar ahí dentro. Creado por Noah Hawley (Fargo), éste es simplemente el programa con mayor imaginación visual de la TV actual. Se puede argumentar en su contra que existe una disparidad entre la explosión de la forma y la quietud del contenido que, como suele pasar, avanza con pies de plomo: es poca la información nueva que tenemos en cada episodio. Sin embargo, la inventiva óptica y sonora de la serie es tal que jamás resulta reiterativa, si se entra en su juego de todo vale. Para quienes lo hagan, Legión es un viaje de ida.
LA NACION