24 Apr Un Messi fabuloso en el mejor clásico de su vida
Por Santiago Segurola
Leo Messi presidió un clásico inolvidable, el mejor en muchos años, quizá en décadas. Fue un partido trepidante, con una cantidad insólita de episodios sobresalientes. Messi marcó dos goles, el segundo en el suspiro final del duelo. En el Bernabéu alcanzó una cifra mítica: 500 goles en una trayectoria que lo mantiene desde hace 11 años como el mejor futbolista del planeta. Los dos goles del argentino fueron magníficos, dignos de un partido que no dio respiro a nadie. El Barça, que llegó a Madrid con un aire sombrío, recuperó la versión que lo ha hecho hegemónico en la Liga. Ha ganado seis de los últimos ocho campeonatos y en el Bernabéu renovó su candidatura. Está empatado con el Real Madrid, que tiene un as en la manga. Tiene que disputar con el Celta el partido aplazado hace dos meses por el temporal que se abatió sobre Vigo.
Se hablaba de un Barça decaído, eliminado por la Juventus en los cuartos de final de la Liga de Campeones y preso de un aire tristón. Luis Enrique anunció su despedida tras el revolcón de París, donde el Barça salió goleado 4-0 por el PSG, y desde entonces el equipo ha perdido gas. Por cada buen partido, y sólo se puede hablar en estos términos de la victoria 3-0 sobre el Sevilla, el Barça ha producido uno o dos malos. Fracasó en Turín, no tuvo oportunidad alguna de remontar la eliminatoria con la Juve y envió cada semana datos muy preocupantes. Salió derrotado de Málaga, se apagó Messi, los suplentes se borraron y Neymar entró en combustión. Se hizo expulsar en La Rosaleda y fue sancionado con tres partidos de suspensión. En las últimas semanas, el Barça ha sido un festival de malas noticias.
La débil respuesta de Messi en los últimos grandes partidos -París Saint Germain, Juve y Real Madrid en la primera vuelta del campeonato- no presagiaba su portentosa actuación en el clásico. Sin Neymar y con el Barça al borde del abismo en la Liga, Messi agarró el partido por el cuello y ofreció su mayor recital en el Bernabéu. No hubo manera de detenerlo.
Especialmente significativa fue su reacción al brutal codazo que recibió de Marcelo en la primera parte. El árbitro no tomó nota de la agresión, que terminó con Messi tendido en el césped, sangrando por la boca y el pómulo tumefacto por el golpe. Dijo mucho del carácter de Messi su reacción a un momento de tanta violencia. No dijo nada, no recriminó a nadie, no se sobresaltó. Acudió a la banda y le colocaron una gasa en la boca para rebajar la hemorragia. Como en las gestas de los antiguos jugadores, Messi marcó el gol del empate masticando la gasa. Un gol formidable, por cierto. Uno de esos ejercicios de máxima precisión en el remate a la máxima velocidad posible.
A pesar de los golpes y de la herida en la boca, Messi pareció decidido a ganar el clásico desde el primer minuto. Ni rastro de la melancolía que a veces transmite cuando no disfruta con el juego. Fue necesario un fabuloso Messi para ganar un partido trascendental. El empate o la derrota acababan con las aspiraciones del Barça en la Liga. Enfrente se encontró un Real Madrid pletórico de energía y optimismo. El juego es otra cosa. Es un equipo de fútbol racheado, a veces incontenible, a veces decepcionante, pero siempre con espléndidos futbolistas.
Un problema del Real Madrid es la dependencia de los caprichos del presidente, que empuja para que jueguen sus favoritos. Jugó Gareth Bale, lesionado en las tres últimas semanas. Se podría hablar de un portento físico, pero se lesiona con una frecuencia inaudita. Cada vez recuerda más a Arjen Robben, de quien se decía que era un lesionado que jugaba de vez en cuando. La presencia de Bale no generó la simpatía de los aficionados, enamorados en las últimas fechas del joven Asensio y de Isco. Se lesionó Bale en el primer tiempo y lo mejoró escandalosamente Asensio. Isco no jugó un solo minuto. Son los misterios del Real Madrid.
Esta supeditación a las instrucciones del presidente pesa demasiado sobre los entrenadores. Zidane, como Ancelotti, hace lo políticamente correcto aunque la realidad invite a lo contrario. A favor tiene su buena mano con la mejor plantilla en la historia del Real Madrid. Sus dos laterales, Carvajal y Marcelo, no admiten comparación en Europa. Transmiten tanta energía, confianza y clase que el equipo siempre encuentra vía libre por los costados. El Barça, con un fenomenal Pique y el mejor Busquets de la temporada, aguantó a Cristiano y Benzema, pero no logró detener a los laterales del Madrid, en medio de un partido que nunca se resignó al control.
James, que ha pasado de puntillas por la temporada, le arregló la vida al Madrid en el minuto 88. A nadie extrañó que el empate llegara con diez jugadores del Real Madrid en el campo. Lejos de aprovechar la expulsión de Sergio Ramos, el Barça entró en estado de estupor. Concedió el empate y casi el título. Al rescate llegó Messi en tromba, con el golazo del último suspiro. El 500 de su carrera. En el Bernabéu, nada menos. Donde más cuenta y donde más duele.
LA NACION