Método Asimov: los tips más originales del héroe de los innovadores

Método Asimov: los tips más originales del héroe de los innovadores

Por Sebastián Campanario
Cuando le preguntaron en una entrevista a Paul Krugman por qué había decidido estudiar Economía en su juventud, el premio Nobel y columnista del New York Times dio una respuesta inesperada: eligió Economía inspirado por la saga La Fundación, la obra de ciencia ficción de Isaac Asimov, compuesta por 16 libros que narran una “historia del futuro”, según la definición del autor. Krugman es un fanático de las novelas que tratan sobre viajes intergalácticos. De hecho, ya de grande -y famoso- suele asistir disfrazado a convenciones del género, y tiene trabajos académicos (escritos en broma, pero con todas las formalidades del caso) que tratan sobre el comercio interplanetario, con alusiones a Trántor, uno de los lugares donde transcurre La Fundación.
Krugman no es el la única figura que reconoce a Asimov como fuente central de inspiración. En el ámbito de la innovación y el emprendedorismo, el escritor nacido en Rusia en 1919 y fallecido en Nueva York hace 25 años es una suerte de héroe, no sólo por sus características de visionario sino también por su promoción de valores de rigor científico, curiosidad y creatividad.
“Los textos de Asimov tienen una precisión muy sorprendente en la definición de tecnologías que nadie se animó a predecir”, cuenta a LA NACION Alan Daitch, emprendedor, director de la agencia digital Digodat y miembro del Instituto Baikal. “Por ejemplo, MultiVault, la máquina que sabe todas las respuestas, tiene un escalofriante parecido con Google. Asimov detalla que el razonamiento que MultiVault utiliza para llegar a las respuestas fue programado por otras máquinas, no por humanos, y que es tan complejo que es imposible de auditar de manera directa. Eso hoy ya existe y se llama machine learning”.
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La avenida predictiva que más le fascina a Daitch del escritor ruso-estadounidense es la de “los debates éticos y problemas a los que las sociedades del futuro se deben enfrentar, muchos de los cuales ya están comenzando a suceder, aunque recién más de medio siglo luego de haber sido escritos. Hay un cuento espectacular llamado «El mejor amigo de un muchacho», en el cual un niño de la luna tiene como mejor amigo a un perro robótico, que expresa sentimientos mediante su conducta y ciertos crujidos del metal del que está hecho. Los padres le consiguen un canino real, ya escaso en esa época. Al comunicarle la noticia al hijo, él se niega a aceptarlo, alegando que ya tiene un perro y que se quieren mucho. El padre le indica que el perro robótico no lo quiere, que está programado para actuar como si lo hiciera. El nene le responde: «¿Y cómo sabés que el perro real no está programado también para eso?». La línea cada vez más fina entre lo que tiene “vida” y lo que no es una constante en su obra, y ese es el mismo debate que hoy está presente en tantas series y películas, como Her o Black Mirror. Todos retoman preguntas que hoy suenan innovadoras, pero que ya habían sido planteadas por Asimov hace mucho tiempo.”
El emprendedor e inversor Daniel Nofal (Sustentator y actualmente, con el proyecto de la app para organizar partidos de fútbol wannaplay.club) también es un admirador de la obra de Asimov. Para él, “la consistencia científica de Asimov es inigualable. Sólo un incansable erudito de la ciencia puede construir futuros así. Creaciones como las «leyes de la Robótica» o la «Psicohistoria» parecen posibles, casi inevitables. La era de los robots, el conflicto con la inteligencia artificial, todo regado con ironía y humor. Su obra de no ficción no es menos impresionante: su Guía de la Ciencia o sus escritos sobre la Biblia o Historia muestran el alcance de su curiosidad.”

La máquina de las ideas
Esta consistencia científica que menciona Nofal viene de la formación universitaria de Asimov, que tenía un doctorado en Química por la Universidad de Columbia. Pero si hay un adjetivo que describe mejor que ningún otro al intelectual, es “prolífico”: cálculos recientes que cuantificaron su obra (libros de ficción y no ficción, artículos, papers, cartas, cuentos) estimaron que haría falta escribir una novela completa cada dos semanas durante 25 años para igualar la extensión de su producción. En su autobiografía, Asimov comparte con los lectores algunos consejos para que nunca se acaben las ideas:
No temerle al bloqueo: Como le sucede a todos los escritores, Asimov a menudo se sentía “bloqueado” y con la sensación de que no podía escribir ni una palabra más sobre el tema que estaba abordando. Eso es algo común, explicaba: lo que diferencia a un escritor profesional de uno amateur es la reacción a ese bloqueo. Asimov no se obsesionaba con el vacío, sino que dejaba reposar en su mente por dos semanas a la novela en cuestión y se abocaba a alguno de los doce proyectos o más que tenía en paralelo. Así dejaba trabajar a su subconsciente y regresaba a la novela con su mente otra vez “llena” de nuevas ideas.
Antídoto antiperfeccionismo: El encarar múltiples iniciativas en simultáneo era, para el autor, un buen escudo para protegerse de la compulsión al perfeccionismo, que nace de la inseguridad ante la posible mirada crítica del resto del mundo. Cuando publicaba un libro, ni perdía tiempo en leer las críticas y comentarios porque ya estaba con su cerebro 100% enfocado en los próximos proyectos.
Educación permanente: Asimov leía todo lo que se le cruzaba, y por eso podía escribir sobre temas tan variados. En su autobiografía cuenta que su título de Química no fue el final de su educación, sino el punto de partida hacia un programa de “autoeducación permanente” que sostuvo hasta su muerte en enero de 1992. “Para tener buenas ideas, hay que consumir buenas ideas. Es fundamental seguir la curiosidad e invertir en uno mismo”, recomendaba.
Según Daitch, “con el avance de la inteligencia artificial, Asimov tendría que volver a estar de moda entre la juventud: casi que tendría que pasar a ocupar el lugar de influencia en la promoción de la lectura que hoy se le da a J.K. Rowling”.
LA NACION