13 Mar Hechizo del tiempo: el reloj de las decisiones innovadoras
Por Sebastián Campanario
En una escena de la película Hechizo de tiempo (1993), el meteorólogo Phil Connors (que personifica el actor Bill Murray) se pregunta por qué el destino no quiso que el día que se repite en su vida una y otra vez no sea aquel en el que conoció a una chica que le encantaba, con quien compartió horas apasionadas en una playa. Seguramente el tiempo así discurriría en forma más amable que en el día que le tocaba arrancar de cero, según el argumento de la película, casi eternamente: el 2 de febrero en Punxsurawney, desde donde tenía que transmitir para la TV el comportamiento de una marmota que predecía, según la tradición, cuánto más iba a durar el invierno.
La relación y la percepción de las personas con el paso del tiempo es tema de infinidad de películas. En una escena famosa de Matrix, Neo ve pasar las balas como si estuvieran en cámara lenta. La imagen fue mencionada en un estudio reciente sobre un fenómeno psicológico que se conoce como “dilatación subjetiva del tiempo”, que hace alusión a la percepción de que en determinadas circunstancias los segundos pasan más rápido o más lento. El trabajo de investigadores de Baylor y de la Universidad de Texas estudió las sensaciones y la memoria de cientos de personas que se tiraron al vacío (atadas con un arnés) en el parque de diversiones de Dallas Zero Gravity. En el momento de miedo extremo, los recuerdos, los colores y las percepciones en general se vuelven “extra vívidas”. Como Neo, en esas instancias somos capaces de recordar muchos más detalles, y esto tiene una explicación desde la psicología evolucionista: si uno sobrevive a una situación de vida o muerte, es útil recordar luego, lo mejor posible, cómo se hizo para lograrlo.
En materia de “cronobiología de las decisiones”, uno de los estudios recientes más interesantes fue realizado por los científicos argentinos María Juliana Leone, Diego Fernández Slezak, Diego Golombek y Mariano Sigman, titulado “Hora de decidir: variaciones diurnas en la velocidad y calidad de las decisiones de las personas”, y que fue publicado en el journal Cognition. Lo que hicieron los cuatro especialistas argentinos en biología y neurociencias fue evaluar más de 40 millones de decisiones tomadas por 99 jugadores de ajedrez en partidas online, que quedaron registradas en el sitio Free Internet Chess Server, de acceso gratuito, con la hora exacta de cada movimiento. “Encontramos que la manera de tomar decisiones cambia a lo largo del día. A la mañana las decisiones son más precisas y lentas, mientras que por la tarde y noche son más rápidas, pero menos precisas”, explica a LA NACION Leone, investigadora de la UNQ, de la UTDT y ex campeona argentina de ajedrez en la categorías sub 18 y sub 20.
“Diversas tareas cognitivas son especialmente sensibles al horario y al reloj biológico”, dice Golombek. Las implicancias, en términos de seguridad y eficiencia laboral, por caso, son enormes. “Imaginemos a un cirujano que debe decidir sobre la marcha en una operación que realiza durante el día o, de urgencia, de madrugada; una acción de seguridad en una empresa, con la importante salvedad de que muchas veces los accidentes laborales graves ocurren durante la noche o la madrugada (cuando nosotros, bichos diurnos, estamos preparados para el dulce sueño); decisiones bélicas que no saben de horarios; tareas que necesariamente demanden horarios laborales extendidos (pilotos de aviación, camioneros, choferes en general) o atípicos (turnos de trabajo rotativos)”, agrega Golombek.
Hay varias hipótesis de por qué ocurre este fenómeno. Una posibilidad es que nuestro reloj biológico module en forma directa o indirecta los niveles de actividad neuronal en una región del cerebro (los ganglios basales) que regula el umbral de decisión. Hay muy pocos estudios que relacionen el momento del día de la toma de decisiones con su calidad y rapidez. En 2014 se descubrió un “efecto moral matutino”, por el cual las personas tendemos a actuar más éticamente por la mañana que por la tarde y noche. “Esto podría estar relacionado con lo que nosotros encontramos”, marca Leone, “que por la mañana se tiende a tomar una estrategia más preventiva, utilizando más tiempo y tomando determinaciones de mayor calidad”.
Para Golombek, “está claro que nuestro comportamiento está marcado por nuestro reloj biológico. En términos muy generales, la actividad cognitiva (la atención, la concentración, la memoria) sigue el ritmo interno de la temperatura corporal, con un máximo hacia la tarde y un mínimo de madrugada”.
En su libro Rituales creativos: cómo trabajan los artistas, el escritor inglés Mason Currey relevó los disparadores creativos de 161 escritores, músicos, filósofos, matemáticos, inventores, pintores, actores y directores de cine. Los rituales de comportamiento diario son muy diversos, y el autor advierte que de ellos es muy difícil extraer “fórmulas promedio”. Sin embargo, Currey observa que hay “patrones” comunes de comportamiento en la mayor parte de las vidas relevadas. Entre ellos, que suelen ser “alondras”, en términos de cronotipo: se despiertan temprano y desarrollan su proceso creativo, mayormente, durante la mañana. Varios de los escritores que estudió, por ejemplo, se despertaban al alba y frenaban su trabajo al mediodía, para dejar para la tarde tareas más mecánicas y menos demandantes a nivel cognitivo. Aunque la experiencia de personas creativas y algunos estudios científicos recientes marcan a la primera hora del día como una instancia en las que las habilidades cognitivas relacionadas con la creatividad tocan uno de sus picos diarios, tal como lo reveló el trabajo de los cuatro científicos argentinos publicado en Cognition, la mayoría de nosotros ocupamos este tiempo viajando al trabajo, chequeando mails, revisando Facebook, hasta que empezamos la “rutina fuerte” de trabajo a media mañana. “Es una forma terrible de desperdiciar un lapso precioso para la generación de ideas”, dice ahora Yoav Sholam, un ingeniero en computación de Stanford que lanzó al mercado la aplicación Timeful, que aprovecha la economía del comportamiento para generar consejos que permitan aprovechar mejor el día.
¿Qué se puede hacer para mejorar nuestras decisiones en el trabajo y en nuestra vida cotidiana? Lo primero, recomiendan Leone y Golombek, es conocernos mejor en términos de cronotipo: hay tests que definen cuál es nuestro nivel de “vespertinidad”, para luego ajustar nuestra rutina a esta evidencia. “Aquellos que son cronotipos extremos, suelen saberlo”, cuenta Golombek, “y les cuesta ajustar su tiempo interno a las demandas externas (esto se conoce como “jetlag social”). A veces un búho extremo conoce a un alondra extrema y, es más, en ocasiones hasta se casan. En esos casos, los hijos son claramente un milagro.”
LA NACION