El difícil arte de envejecer para las estrellas de Hollywood

El difícil arte de envejecer para las estrellas de Hollywood

Por Natalia Trzenko
En 1996 pocos conocían su nombre y casi nadie sabía cómo pronunciarlo. Pero se esforzaban. Valía la pena, se pensaba, aprender a escribir y decir correctamente el nombre de Renee Zellweger porque la actriz texana que le robaba escenas a Tom Cruise -nada más y nada menos-, en Jerry Maguire había llegado para quedarse. Qué equivocados estábamos. Su paso por el olimpo de las estrellas de Hollywood bellas, talentosas y repletas de carisma no duraría toda la vida.
Lo que comenzó con el film de Cameron Crowe y continuó con sus apariciones en películas de los estudios como Cosas que importan, en la que compartía escenas con Meryl Streep, y en films independientes como la luminosa Persiguiendo a Betty, del autor Neil Labute, se concretó definitivamente cuando aceptó transformarse en Bridget Jones . Aunque pocos creían que fuera la indicada para interpretar a la irreverente e indiscutiblemente británica protagonista de la novela de Helen Fielding.
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Claro que cuando todos esperaban que su actuación rondara el papelón, Zellweger reconfirmó su talento para la comedia y no sólo interpretó a la torpe y enamoradiza Bridget, sino que la encarnó de tal manera que persona y personaje quedaron fusionados. Ese hechizo que el cine puede conjurar cuando todos sus elementos se combinan en una película que toca alguna fibra del público general. Así, mientras las mujeres del mundo se comparaban con Bridget y sus graciosos intentos de ser feliz y no morir en el intento, la actriz que la interpretaba aprendía que la popularidad global, el éxito crítico y de público, en su caso llegarían acompañados de la constante persecución de los paparazzi. Como si su enorme empatía y el hecho de ser la chica de póster para las solteras modernas les hubiese dado a todos el derecho de monitorear su vida amorosa y su aspecto físico con una muy poco sana obsesión. Una cruel fijación que ni siquiera amainó cuando Zellweger ganó el Oscar a mejor actriz de reparto por su papel en Regreso a Cold Mountain o se animó al musical en Chicago. Ni los premios ni el prestigio pudieron evitar-todo lo contrario, en realidad- que los medios chismosos cuestionaran su soltería, sospecharan luego de su matrimonio con la estrella de la música country Kenny Chesney y se burlaran cuando terminó en divorcio 82 días después de la fotografiada boda. Y así, de repente, la gran estrella que parecía eterna desapareció de la pantalla.
“Estaba agotada y no me estaba tomando el tiempo que necesitaba para recuperarme entre proyecto y proyecto. Era tiempo de irme y crecer un poco”, le contó Zellweger a la revista Vogue cuando hizo su gran reaparición para promocionar la tercera entrega de Bridget Jones. Un regreso que tampoco fue sencillo. Es que, otra vez, el aspecto de la actriz fue viviseccionado en los medios cuando se la vio con un rostro en el que parecía haber señales de alguna cirugía estética. Algo que Zellweger negó, cansada de que a pesar de sus años de ausencia y sin estar ya en el centro de la escena, se le exigiera mantener un estándar de belleza impuesto justamente por aquellos que contribuyeron a su demasiado largo autoexilio de las pantallas.
LA NACION