12 Oct Historia del movimiento obrero argentino. Ascenso y descenso (Parte IV)
Por Carlos Felice
Al promediar la década de 1920 la economía argentina había recobrado su estabilidad y una oleada de prosperidad inundaba el país. El comercio exterior alcanzaba los niveles más altos de su historia y estimulaba el resurgimiento de una actividad agropecuaria. Al aumentar el poder adquisitivo del mercado interno la producción industrial creció en forma sostenida, de modo que -a pesar de que la inmigración volvió a ser considerable- el nivel de ocupación se mantuvo alto.
Estas condiciones permitieron que, mientras el costo de la vida se estabilizaba y tendía a decrecer, los salarios fueran aumentando paulatinamente. De modo que el salario real conoció un efectivo mejoramiento, y la situación de la clase obrera se hizo menos angustiosa.
Atenuados los motivos que habían llevado a la proliferación de movimientos huelguísticos durante la primera presidencia de Yrigoyen, éstos no recuperaron después una intensidad similar. Más que las huelgas reivindicativas -en general cortas y parciales- pasaron a primer plano, como hemos visto, los grandes movimientos de solidaridad y protesta, alentados por la conciencia de clase. Estos movimientos conjuntos fueron limando asperezas y creando nuevamente un ambiente favorable para la unidad sindical.
En el Segundo Congreso de la Unión Sindical Argentina USA (1926) el enfrentamiento de las tendencias se mostro más moderado. Si bien fue rechazado un delegado de la Federación Grafica bonaerense por el hecho de ser concejal, la votación de la mayoría no se fundamentó en argumentos principistas sino en el cumplimiento de disposiciones estatutarias. Aunque se repudiaron los ataques del diario socialista contra la USA y varios sindicatos, la propuesta de impedir al cronista de La Vanguardia el acceso al Congreso fue finalmente rechazada. Imperaba un clima menos tenso que en reuniones anteriores.
Al año siguiente los Gráficos reunieron un Congreso en el que las diversas organizaciones de todo el país constituyeron la Federación Obrera Poligráfica. Ese Congreso exhortó a la unidad sindical y encargó al comité Central de la nueva entidad que trabajara en ese sentido. Aunque la FORA rechazó desde un principio la posibilidad de una fusión, muchos dirigentes de la USA y de la COA, en cambio se mostraron dispuestos a ello. Los órganos periódicos fueron atenuando sus recíprocos ataques. Un comité integrado por tres miembros de cada Central estudió en 1928 junto con los Gráficos el problema de la unificación, llegando, al año siguiente a un acuerdo sobre las bases en que se asentaría la unidad.
Para concretar el objetivo de fusionar a las organizaciones obreras se constituyo un Comité Nacional sindical, con quince representantes de cada Central, a los que se sumarían los que designaran los Sindicatos autónomos. Pasadas las bases acordadas a referéndum de los diversos gremios, tanto los integrantes de la USA, como los de la COA, las aprobaron por gran mayoría. Finalmente el 27 de septiembre de 1930 se reunieron los comités de ambas centrales y resolvieron dejar constituida la Confederación General del Trabajo. Con ello se iniciaba una nueva etapa del movimiento obrero argentino.