28 Jan Warren Beatty: la última estrella clásica quiere brillar hasta el final
Por Cara Buckley
Por si quedaba alguna duda de que, a los 79 años, Warren Beatty sigue siendo una fuerza de la naturaleza, basta revelar que esta entrevista duró más de seis horas. Y Beatty podría haber seguido, pero fui yo la que, al borde del agotamiento, tuve que rogarle que parara. “Como te habrás dado cuenta -me dijo Beatty mientras salíamos de su mansión de Beverly Hills después de haber pasado juntos casi todo un glorioso día de verano-, dejo exangüe a la gente.”
Nos habíamos encontrado por primera vez unas semanas antes, a mediados de julio. La nueva película de Beatty, Rules Don’t Apply, que se estrenará en los EE.UU. el 23 de noviembre, fue presentada a un grupo de periodistas en la sede de la 20th Century Fox en Nueva York. El legendario escritor-director-actor y donjuán de Hollywood devenido amo de casa se apareció sin anunciar, y de inmediato los asistentes empezaron a hacer fila para saludarlo, cual cortesanos.
Al promediar la película, el llamado de la naturaleza me obligó a levantarme de mi butaca, y al pasar junto a Beatty, que seguía en el hall del cine, me llamó. Ya tiene el pelo completamente blanco y una leve cojera al caminar, pero su sonrisa y sus modales siguen exudando picardía. ¿Era realmente necesario que me perdiera un minuto de su película? ¿Podía volver a la siguiente proyección para verla en su totalidad? “Hay una persona muy allegada a mí que tiene los mismos «problemas de baño que vos»”, me dijo en un susurro. Fue un poco raro, un poco incómodo. Me sentí tan cautivada como cautiva.
En su apogeo, Beatty fue el epítome del nuevo y el viejo Hollywood: el galán de las abuelas, el gran amante, el cineasta cuyas películas dieron el puntapié inicial a la nueva edad dorada del cine de la década del 70 y lo convirtieron a él mismo en un gran negocio. Y ahora, con seis décadas de carrera sobre sus espaldas, queda claro que Beatty no está dispuesto a soltar las riendas.
Rules Don’t Apply es la primera película de Beatty en 15 años y la primera que escribe, dirige y protagoniza desde El senador Bulworth (1998), una feroz parodia del peso del dinero en la política que parece tener hoy incluso más actualidad que al momento de su estreno. El tema de esta nueva película ronda a Beatty desde hace décadas y de alguna manera trata sobre Howard Hughes, aunque a Beatty -quien interpreta al excéntrico millonario- no le gusta que sea descripta de esa manera.
“¡Basta de decir que es una película sobre Howard Hughes!”, casi me gritó un par de semanas después, durante la maratónica entrevista en la mansión que comparte con su esposa, Annette Bening , y con los cuatro hijos de la pareja cuando deciden quedarse en casa. “Mejor definirla como una película sobre Hollywood en 1958 -precisa Beatty-. El Hollywood de antes. El Hollywood de Warren Beatty. El viejo Hollywood de Warren Beatty, o más bien el Hollywood del viejo Warren Beatty.”
La película cuenta la historia de Marla (Lily Collins ), una aspirante a actriz, y de un ambicioso chofer llamado Frank ( Alden Ehrenreich ), que son contratados por un Hughes ya viejo y desilusionado que les prohíbe terminantemente tener un romance. La figura de Hughes siempre ha intrigado a Beatty, quien al igual que aquél conoce tanto la libertad que da el dinero como el acceso al poder que da la fama. Y al igual que los ficticios Marla y Frank, Beatty arribó a Hollywood a fines de los 50 proveniente de un pequeño pueblo protestante. “Hasta podría decirse que estoy más interesado en mí mismo que en Howard Hughes”, dice Beatty.
Estamos sentados en las mullidas sillas de cuero de su estudio, rodeados de libros de Sartre y Hegel. La casa está en silencio: Bening está rodando en Londres. En la casa sólo hay dos personas de servicio y el segundo de sus hijos. También ronda Scout, el San Bernardo de la familia. Le pregunto cómo es la cosa cuando Bening está de viaje, y Beatty contesta que es como mudarse temporalmente del Observatorio Naval (hogar del vicepresidente norteamericano) a la Casa Blanca.
Hablando del asunto
Una de las cosas que más intrigan y divierten a Beatty sobre Hughes es el modo en que el millonario se rodeaba de misterio. “Aunque nadie lo perseguía ni le estaba detrás -dice Beatty-, él buscaba generar curiosidad.”
Por supuesto que el propio Beatty controla minuciosamente qué información quiere que se haga pública y cuál no. A lo largo de la entrevista, fue muy exigente en cuanto a lo que podía ser publicado y a lo que debía mantenerse off the record. De hecho, durante las primeras dos horas de charla no me permitió que lo grabara. Inquisitivo y atento, Beatty me dijo que primero quería conocerme. Pero cuando finalmente aceptó ser grabado, las anécdotas divertidas se esfumaron, la charla fluida se secó y su discurso se volvió tan forzado y antinatural que no pude evitar preguntarle por qué había empezado a hablar como robot. “Si parece que me estoy cuidando, es porque es así”, fue su respuesta.
Y también estaban las pausas, algunas de ellas tan largas que llegué a preguntarme si no habría olvidado la pregunta. Arrancaba con una palabra, paraba, volvía a arrancar, y venía el suspiro. Hasta el silencio bostezaba. Pasaban aviones sobre nuestras cabezas. Ésas parecen ser las peculiaridades que sus entrevistadores notan desde hace décadas. Así que la duración de la entrevista, inusitada para los estándares actuales, no era anormal: se ve que al hombre le gusta tomarse su tiempo. Cinco años pasaron desde que Beatty conoció al joven Alden Ehrenreich hasta que le confió el papel que interpreta en Rules Don’t Apply.
“Nos reuníamos para almorzar y cenar extensamente. Una vez me llevó en avión a Nueva York y otra vez comimos el postre con Bill Clinton”, comenta Ehrenreich. Y cada vez que Beatty invitaba a almorzar a Lily Collins, la actriz sabía que era mejor despejar de compromisos la tarde. “Enseguida entendí que el almuerzo equivalía al resto del día”, cuenta Collins. Al parecer, Beatty también era obsesivo con la ubicación de los objetos de utilería en el set, y no era infrecuente discutir durante horas sobre una línea de diálogo. “También solía dirigir sin salirse de su personaje”, revela Ehrenreich.
Beatty también aprovecha la película para deslizar su crítica a la “hipocresía sexual de Estados Unidos”, esa puritana avidez por avergonzar a las figuras públicas por mantener relaciones consentidas. No es novedad que ése es un tema que a Beatty le genera resentimiento desde siempre. La carrera política de su amigo de toda la vida Gary Hart quedó averiada después de una sospecha de romance. Beatty además es un famoso mujeriego al que siempre le gustó la compañía femenina, y entre sus conquistas se cuentan Natalie Wood, Leslie Caron, Julie Christie, Michelle Phillips, Diane Keaton y Madonna . La fantástica afirmación del escritor Peter Biskind de que Beatty se había acostado con unas 13.000 mujeres sorprende al propio actor: “¿Nadie se da cuenta de que eso es imposible?”.
Al referirse a sus días de mujeriego, Beatty dice: “Creo que la palabra clave ahí es «amor». Hacer el amor es algo bueno, no algo malo, y yo tuve suerte tarde. No es que antes no tuviera suerte. Cuando hablo de tener suerte me refiero a mi esposa”.
Y fue su vida con Bening y el nacimiento de los hijos lo que motivó su largo alejamiento de la pantalla, un período de tiempo que él caracteriza como “la experiencia más fascinante de mi vida”. El nido de la pareja se está vaciando -el mayor, Stephen Ira, activista transgénero y poeta, tiene 24 años; Ben tiene 22; Isabel, 19; y la menor, Ella, tiene 16- y el reloj de la mortalidad lo impulsó a terminar finalmente su proyecto sobre Howard Hughes.
“A veces comparo hacer películas con vomitar”, dice Beatty. “No es que me guste vomitar. No me gusta y ni recuerdo la última vez que vomité. A veces, con determinadas ideas llego al punto en el que me digo que mejor vomitarlas y listo”, dice entre risas.
Falta poco para saber si al público le gustará esta historia a la antigua que llega de la mano de un ícono de otros tiempos, pero de todos modos Beatty reprueba el modo en que las películas son juzgadas apresuradamente y en función del movimiento de taquilla durante la primera semana de exhibición. Bonnie and Clyde, de 1967, fue inicialmente vilipendiada por las revistas Newsweek y Time, así como por el New York Times, pero más tarde Newsweek se retractó y Time hasta la puso en su portada. “Creo que uno en realidad nunca sabe lo que hizo hasta diez o quince años después de hacer una película”, reflexiona Beatty.
Beatty dice que las primeras reacciones que suscita la película han sido fabulosas, al menos lo que él pudo observar, aunque reconoce que es imposible saber si la gente dice la verdad o simplemente está siendo educada. Pero queda claro que Beatty está dispuesto a hacer lo que haga falta para promocionarla y viajó a Nueva York para otro preestreno de la película, que esta vez pude ver completa, sin interrupciones ni visitas al toilette.
Después de la función me invitó con una cena liviana en el Carlyle y cuando prendí el grabador y le pregunté si tomaba en cuenta a los críticos y sus reseñas, Beatty se aclaró la garganta, entrechocó sus cubiertos y dejó pasar unos instantes. “Sí”, dijo finalmente, antes de balbucear algo sobre Rotten Tomatoes y pedirme que por favor apagara el grabador. Tras lo cual, ahí sí, se largó a hablar otra vez.
LA NACION/THE NEW YORK TIMES