08 Jan Leyendas urbanas: las “cazafantasmas” del Palacio Barolo
Por Aldana Sanders
Así le dije y, en cuando echó a andar, entré por el camino profundo y salvaje”
La Divina Comedia
Acá, dicen, hay fantasmas. Aseguran que los vieron, que recorren las escaleras de este palacio que alguna vez fue proyectado como la construcción porteña de más altura.
En sus recovecos, para muchos expertos inspirados en la Divina Comedia de Dante Alighieri, hay quienes escuchan voces, sienten ráfagas, perciben presencias. A veces, cuentan, los ascensores antiquísimos van y vienen solos.
El misterio del Palacio Barolo, uno de los emblemas porteños más impactante, se extiende 22 pisos hacia el cielo desde sus bases, sobre Avenida de Mayo 1370.
En cada planta puede adivinarse reflejado el recorrido que los protagonistas del poema –el Dante y sus guías, Beatriz y Virgilio– hacen desde el infierno hacia el paraíso.
Lejos del miedo, lo misterioso se transformó en un proyecto artístico de Heli Vera y Vic Mhuksha, quienes decidieron hacer una convocatoria para recopilar las historias que atraviesan estos rincones repletos de incógnitas.
Los ojos rasgados de Charly, uno de los serenos del palacio, se abren como los de un búho cuando recuerda su experiencia mientras descansaba en el sótano. “Había empezado a trabajar hacía poco y me quedé solo, a la noche. Sentí como un respiro cerca, alguien que estaba cerca, pero que yo no podía ver. Que algo hay, hay. Pero no puede verse, se siente. A veces se abren canillas solas. En una época tocaban un timbre, que en ese momento tenía un mecanismo manual, yo subía a ver y no había nadie.” Varias de estas historias aparecen después de los atardeceres anaranjados, cuando los pasillos se vuelven sombríos y silenciosos. Osvaldo tiene su local de telefonía allí hace más de una veintena de años y cuenta convencido (y con humor) que “Barolito”, como bautizaron a un fantasma, es “de los buenos”: “Los sábados se escuchan ruidos por el pasillo del 7° piso, pero no hay nadie más que nosotros. Igual, lo que más me gusta es cuando salís de la oficina, tenés que tomar el ascensor y antes de que aprietes el botón para llamarlo viene solito y se para. Entrás y ya está marcada la planta baja… ¡gracias, Barolito, sos el fantasma buena onda!”.
Todo el desafío empezó como un juego. “Quisimos reconstruir ese halo de misterio que vincula a la Divina Comedia con el palacio y empezamos a convocar a los que quisieran acercarse a buscarlo y registrarlo a través de la fotografía, la literatura, lo digital y la performance”, cuenta Heli Vera. Esa fue la excusa para vivir la experiencia del Barolo, pero el resultado sorpresivo fue la llegada de una colección de anécdotas del lugar con una sensación común: allí pueden suceder cosas extrañas.
El lanzamiento de la propuesta con la personificación del Dante lo confirmó: hace un tiempo, quienes pasaban por el palacio se cruzaban con una silueta vestida de rojo, que no dejaba ver su rostro y se movía sin dejar huellas. Algunos, celular en mano, querían fotografiar de lejos al personaje, otros no podían más que alejarse, unos curiosos intentaban interactuar. La performance logró su objetivo: atraer más miradas hacia el Barolo.
“Fue una forma de visualizar al fantasma de nuestro proyecto, una etapa para darnos a conocer. Pero después todo nos sobrepasó”, recuerdan las impulsoras. Es que, sin planearlo, el arte empezó a combinarse con supuestos sucesos de almas sin descanso que alteraban los sentidos de quienes trabajan en los pisos de oficinas que hoy funcionan allí. La convocatoria sigue abierta y a fin de año, Vic y Heli montarán una muestra. Así, al de Canterville, al de la Ópera y al de la B, habrá que sumar desde ahora el Fantasma del Barolo.
CLARIN