Los Stones siguen escribiendo su historia con sangre y blues

Los Stones siguen escribiendo su historia con sangre y blues

Por Sebastián Ramos
Blue & Lonesome cierra la discografía de los Rolling Stones de una manera musical, estética y conceptual tan perfecta que dan ganas de que no haya más discos de los Stones, que este haya sido el final, escrito a sangre y blues al igual que aquel primer álbum de 1964. Porque Blue & Lonesome sintetiza todo lo bueno que le ha dado esta banda al mundo. El blues según los Stones. Crudo, filoso y chirriante. El disco hasta lleva en la tapa ese logo/lengua indestructible bien grande, en azul y rojo, como un sello de estilo inapelable. ¿Qué más? ¿Para qué más?
Doce covers extraídos del repertorio blusero norteamericano con el que estos ingleses se iniciaron en la música. Pero lejos de construirse como un acto nostálgico, Blue & Lonesome suena más fresco y vital que cualquiera de sus producciones discográficas de los últimos 30 años.
“Es lo que mejor hacemos y lo que empezamos haciendo cuando nos conocimos”, dijo sonriendo Charlie Watts. “Son los temas que hacemos para entrar en calor en el estudio cuando el ambiente está pesado”, contó Keith Richards. Por eso aseguran que tardaron tan poco tiempo en grabarlo: apenas tres días. Vieja escuela, que le dicen.
rol
En rigor, Blue & Lonesome es el primer disco completo de covers de los Stones -el debut incluía ya algunas canciones firmadas por Nanker Phelge, el seudónimo que por entonces utilizaban para las composiciones colectivas-, el verdadero y más logrado homenaje a esas leyendas con las que crecieron.
Desde el inicio con “Just Your Fool”, del armonicista Walter Jacobs, la banda planta las bases de un disco en el que la armónica y la voz de Mick Jagger brillan aquí y allá, una y otra vez. Cada frase estirada, cada “babe” lanzado al pasar y cada lamento hecho nota del cantante suenan inspirados.
A la par, Richards y Ronnie Wood juegan su mejor juego de guitarras, mientras en el fondo, Watts hace lo que mejor sabe. “Commit A Crime” de Chester Burnett es una pequeña joya y el doblete “Blue and Lonesome” (también de Jacobs), “All of Your Love” (de Samuel Maghett, con una interpretación descomunal del gran pianista Chuck Leavell) le dan sentido al título del álbum.
“I Gotta Go” (Jacobs una vez más, confirmando que éste es un disco para armónica y voz) propone otra de las variantes bluseras posibles. Como también lo hace “Everybody Knows About My Good Thing” (Miles Grayson/Lermon Horton), con el invitado de lujo, Eric Clapton, en slide guitar. Un final perfecto para el lado A (entre tanto revival del vinilo, aquí tenemos el álbum ideal para el formato).
La versión de “Ride’em On Down” es tan buena y movilizadora que a estas alturas uno quiere que los Stones se queden ahí, en ese ritmo, para siempre. Y su siguiente acto, “Hate To See You Go” (del omnipresente Jacobs) nos da el gusto.
“Hoo Doo Blues” (Otis Hicks/Jerry West) pone brumoso y pesado el asunto y deja todo listo para que en el final, los Stones cierren el círculo iniciado allá por 1964 con la inclusión de los únicos autores que repiten de aquel debut: Ewart Abner/Jimmy Reed (“Little Rain” y su adorado Willy Dixon (“Just Like Treat You” y “I Can’t Out You Baby”, otra vez con la participación de Clapton, que pasaba por ahí y se quedó grabando con sus amigos). En el librito de Blue & Lonesome, Mick Jagger, fiel a su estilo, lo define mejor que nadie: “Podríamos haber hecho este álbum en 1963 o 1964, pero por supuesto, no hubiera sonado así. Es lo interesante de un álbum que fue hecho realmente rápido, refleja un momento en el tiempo, un tiempo y un lugar”. Aquí y ahora, los Stones, más vivos que nunca.
LA NACION