La creación de empleo depende de las inversiones y no de leyes o planes sociales

La creación de empleo depende de las inversiones y no de leyes o planes sociales

Por Julián de Diego
Las leyes de promoción del empleo, las cláusulas de reducción de aportes o de contribuciones, los incentivos y condiciones más ventajosas para la generación de nuevos empleos, inclusive, para los grupos más vulnerables, son inocuas sin inversiones genuinas y sustentables que creen nuevos puestos de trabajo. Es más, la coyuntura recesiva con inflación y las inversiones con nuevas tecnologías conspiran contra la generación masiva de nuevos trabajos.
Desde el regreso de la democracia se dictaron normas de promoción del empleo, de distinto rango y caracterización, y todos sistemáticamente fracasaron. En el marco de la caída del empleo Raúl Alfonsín creó en 1984 las Cajas Pan que tenía más de un millón de beneficiarios, con niveles de pobreza que eran inferiores al 20%, se promovió empleo con distintos recursos, pero la hiperinflación todo lo destruyó. En el Gobierno de Carlos Menem, el desempleo se desmadró con las privatizaciones, y se crearon los Contratos de Promoción del Empleo, luego denominados ‘contratos basura’, que no tuvieron ningún efecto positivo, y generaron muchos casos de fraude y abusos.
En la corta intervención de De La Rúa, se crearon normas de promoción que no solo no tuvieron éxito, sino que además, fueron impugnadas por haberse logrado en un contexto de serias irregularidades.
Empleo
Durante el gobierno de Néstor Kirchner se adoptaron normas para las pymes que aún tienen vigencia, que bajaron el costo laboral pero que no generaron nuevos puestos de trabajo.
En estos momentos se promueve un plan de promoción del empleo joven, teniendo en cuenta que el desempleo entre 18 y 26 años duplica el índice general, sin embargo, nuevamente, estos planes bajan el costo laboral de los que ya tienen planificado generar nuevos puestos, por ejemplo, a través de los programas de jóvenes profesionales, pero no generará nuevos puestos de trabajo, fuera de los ya previstos.
A su vez, entre los desempleados y los indigentes, tenemos una población económicamente activa que se estima en alrededor de un 1.700.000 personas, que carecen de los mínimos conocimientos indispensables para poder acceder a un empleo, en el marco de los requisitos que se requieren para ello. Sin puentes que relacionen a este grupo de excluidos con el mercado, su ingreso al mercado es inviable.
Existe otra población muy numerosa, compuesta por los grupos de desempleados mayores de 45 años, los discapacitados de diferentes niveles, la mujeres desocupadas en general, y los que en general han trabajado en actividades que han desaparecido, que no tendrán ubicación posible si no se los capacita y reconvierte, previo a la localización de actividades de mayor demanda.
En todas las áreas, con un nivel de desarrollo dispar, se han tomado iniciativas, algunas de las cuales vienen produciendo frutos desde hace más de seis años, y que ahora habría que perfeccionarlas, agiornándolas, para que continúen operando. Faltaría armonizarlas, coordinarlas, y reformularlas para que operen con eficiencia, en el frente de las mayores vulnerabilidades.
En cualquier caso, en todos los países donde hubo crisis de empleo, como España en el 2008, Grecia y Portugal en el 2007, y en la explosión de la burbuja inmobiliaria de 2008/2009 de los Estados Unidos, tuvieron campañas muy agresivas de promoción de las inversiones en actividades de mano de obra intensiva, como el turismo y los servicios informáticos o de comunicaciones, además de aumentar el empleo público ligado a las actividades que se intensificaron.
Es por ello, que la expansión de los planes sociales, el ajuste o los incrementos de sus montos, la sobrepoblación del empleo público, y la mejora del seguro de desempleo, están centrados en la patología del sistema, no en el futuro virtuoso, que solo se logra provocando e incentivando desarrollos que produzcan empleo directo, indirecto y periférico.
Es el caso de muchas actividades agropecuarias y agroindustriales, que están creciendo nuevamente a niveles exponenciales, y puede convertirse en el líder de la vuelta al crecimiento. Sin crecimiento económico, focalizando las inversiones que más empleo generen, monitoreando que dicho empleo sea de buena calidad y debidamente registrado, puede convertirse en una de las salidas posibles y cercanas.
EL CRONISTA