12 Dec La historia del Puente de la Mujer, un ícono porteño que cumplió 15 años
Por Verónica Frittaoni
Moderno pero conservador. Simple pero elegante. Discreto pero imponente. Demasiado nuevo para considerarse histórico, pero lo suficientemente emblemático como para allanarse el camino hacia el título de patrimonio. Hace 15 años, en un contexto de crisis política e institucional sin precedentes en la era democrática, se inauguraba el Puente de la Mujer, en Puerto Madero, una obra arquitectónica de autor sin antecedentes en Latinoamérica.
La construcción fue proyectada y encargada por el empresario Alberto L. González, antiguo miembro de la Corporación, como un homenaje a su esposa e hijas y con la clara intención de donarlo a la Ciudad. Y diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava, célebre a nivel mundial por sus construcciones blancas. Quedó levantado en un año, con una inversión de unos seis millones de dólares.
Con 170 metros de largo, une las pasarelas este y oeste a la altura del Dique 3, y tiene la particularidad de que uno de sus tres tramos, el del medio, puede girar 90 grados sobre su eje permitiendo el paso tanto de veleros, como de embarcaciones de gran calado. Esta característica también es pionera en las obras de Calatrava. Su punto más alto, a unos 39 metros de altura, lo hace visible desde las avenidas Paseo Colón y Leandro Alem y refuerza su mote de ícono urbano.
Para festejar su aniversario, se realizó un acto en el lugar con placa conmemorativa incluida, donde estuvo la presidenta de la Corporación Puerto Madero, Agustina Olivero Majdalani. “El puente está emplazado en el mismo eje que une la Plaza de Mayo con el Obelisco y el Congreso, como un modo de integrar el barrio más nuevo de la Ciudad a su rica historia política y arquitectónica”, dijo Florencia Scavino, vicepresidenta de la Corporación, sobre la creación de Calatrava.
Según su propio creador, el espíritu que evoca el puente es el de “una pareja bailando el tango”. El mástil representa al hombre, que sostiene mediante cuerdas la curvatura central que simboliza a la mujer, en un típico paso del baile declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. No obstante, más allá del concepto individual, su aspecto es muy parecido al del Puente Samuel Beckett en Dublín (Irlanda) y al Puente del Alamillo en Sevilla (España), diseñados también por Calatrava.
Hormigón armado, cemento blanco de Dinamarca y metal son los materiales que le dieron forma a la pasarela. Su diseño con sello de autor y el hecho de formar parte de uno de los puntos más turísticos del mapa porteño, son los que lo consagraron como un paseo obligado para vecinos y visitantes, y un nuevo símbolo de la arquitectura local.
CLARIN