Emily Blunt recorre los escabrosos caminos de la adicción, en La chica del tren

Emily Blunt recorre los escabrosos caminos de la adicción, en La chica del tren

Port Kathryn Shattuck
La metamorfosis de Emily Blunt en Rachel Watson, protagonista de La chica del tren, una mujer devastada física y emocionalmente por el alcohol, hurga mucho más profundo que los usuales “afeamientos” a los que nos tiene acostumbrados Hollywood.
“La verdad es que no tengo una personalidad adictiva en absoluto, así que fue como meterse en la piel de otra persona”, dice Blunt sobre su interpretación de una mujer de los suburbios de Nueva York que está obsesionada con una pareja aparentemente perfecta a la que observa de camino al trabajo, ya borracha, todos los días y que, además, vive a pocos pasos del nuevo hogar de su ex marido, con su nueva esposa y su bebe. Y cuando en esta tan esperada adaptación del best seller de Paula Hawkins, la mujer que ocupa las fantasías de Rachel desaparece, ella teme ser la responsable, ya que el alcohol ha hecho estragos en su memoria y no puede dar fe de sus actos.
“Por ajena que me resulte esta persona tenía que entenderla y generar la empatía necesaria para entrar en su mente -dice Blunt-. Lo que más me ayudó fue ver varias veces de corrido todos los episodios del reality show Intervention, hasta enterarme de todas las adicciones que existen.”
Desde que tocó el estrellato con la punta de sus dedos con el papel de asistente de Miranda Priestly en El diablo viste a la moda, Blunt reveló una impresionante versatilidad en los roles más disímiles: una cazadora de extraterrestres en la película de ciencia ficción Al filo del mañana, una mujer estéril en la adaptación cinematográfica del musical Into the Woods, y una agente del FBI que persigue narcos mexicanos en Sicario.
Fuera de la pantalla, Emily Blunt está casada con el actor John Krasinski y es madre de dos nenas: Hazel, de dos años y medio, y Violet, de tres meses. En una entrevista telefónica que ofreció desde su casa de Brooklyn, la chispeante actriz londinense de 33 años habló de lo que implica un rodaje estando embarazada y de cómo es compartir la vida con otro actor.
2302413w620
-¿Ya conocías la novela antes de que te ofrecieran el papel?
-Al principio me había propuesto no leerla, porque veía a todo el mundo con ese libro en la mano. Entonces me llamó el productor y me dijo que estaban muy interesados en mí, me propusieron leerlo y pensar un poco la propuesta. Ahí me di cuenta de inmediato de las razones del éxito. Estos thrillers domésticos son muy atrapantes. Uno se ve reflejado en los personajes, y el hecho de que el peligro esté a la vuelta de la esquina lo hace aún más emocionante.

-¿Qué te atrajo del personaje de Rachel?
-Creo que nunca había interpretado a alguien que está en un momento tan oscuro, alguien que de veras está sumido en la desesperación. Además es muy poco frecuente que la heroína de una película sea una borracha empedernida, de las que pierden el conocimiento. Las películas que buscan ser un éxito de taquilla siempre nos presentan algún tipo de ideal femenino, para que resulten atractivas, agradables y bellas. Me pareció superinteresante que no fuese físicamente agradable y que ella, el peor testigo posible, el menos fidedigno, fuese los ojos y los oídos de la narración. No me costó nada decir que sí.

-Sin embargo, esta Rachel no es la mujer obesa del libro…
-Tate Taylor, el director, quería que la película no se centrara tanto en el abandono físico del personaje como en su estado de ánimo. Rachel no sólo es adicta. Es una mujer perturbada, con comportamientos compulsivos, y que es voyerista y autodestructiva. Se considera peligrosa para los demás. Me fascinó la idea de interpretar, durante toda la película, que tiene miedo de sí misma, de lo que pueda hacer, de sus propias falencias.

-¿A qué se debe la adicción de Rachel?
-Diría que a un enorme sentimiento de culpa y remordimiento. El remordimiento es una emoción horrorosa, una de las peores. Rachel está atrapada en una red de mentiras sobre ella misma y se las cree todas. No es el tipo de persona que conserva la esperanza pase lo que pase. Rachel la pierde todo el tiempo, siente que nadie quiere compartir nada con ella, ni siquiera el aire que respira.

-¿Cómo fue tu relación con Tate? ¿Te dio libertad para encontrar el personaje?
-Tate te da libertad absoluta. Eso me ayudó mucho. No tenía que imitar ninguna imagen impuesta desde afuera. Hubiese sido como ponerme una camisa de fuerza. Yo tenía que apropiarme de Rachel y sentirla mía. Cuanto más trabajo como actriz, más me doy cuenta de que lo principal es lograr un ambiente laboral agradable, que las personas sepan que si cometen un error no pasa nada. Siempre pueden volver a intentarlo.

-¿Te molestó que trasladaran el rodaje de Londres a Nueva York?
-Esta película podía rodarse en cualquier parte, porque el viaje para ir al trabajo de los suburbios al centro de la ciudad es un tema universal.

-¿Se usó un tren verdadero para la filmación de las escenas?
-Todas las escenas de interiores se filmaron en un camión de rodaje increíble, equipado con cámara verde y fotos ploteadas. Era un trabajo terriblemente técnico y muy complicado. Con los sacudones del tren teníamos mareos y náuseas. Nos sentíamos en una especie de dimensión desconocida donde hacía un calor sofocante y a los extras apenas les ofrecían agua para tomar.

-Encima, estabas en pleno embarazo…
-No lo sabía nadie, sólo Justin Theroux porque es amigo de toda la vida. Y en realidad lo adivinó un día que me puse quisquillosa con las escenas de peligro. Él se dio cuenta y me dijo: “¿Qué te pasa? Hiciste Al filo del mañana sin chistar ¿y te molesta esto? ¿No estarás embarazada, no?” Y bueno, le dije que sí, pero que no se lo contara a nadie. Después más adelante le tuve que contar a Tate porque había una escena en una bañera. Le pedí que filmara desde atrás; en primer lugar porque no quería mostrar todo y en segundo lugar, porque estaba la panza. Y se la mostré. Cuando terminamos ya estaba como de veinte semanas.

-Con frecuencia defendés la equidad salarial en Hollywood, ¿sentís que lograste algo?
-Los únicos que podemos defender la igualdad salarial somos los que estamos en lugares de privilegio, como yo. Es la única manera de que las mujeres que no tienen voz puedan recibir lo mismo. Pero honestamente no sé si las declaraciones cambian algo. Lo más importante es lo que defiendo a la hora de firmar un contrato.

-Te seleccionaron como la próxima Mary Poppins y Julie Andrews te dio el visto bueno.
-¡Menos mal! Si no le gustaba a ella, ¿a quién le iban a preguntar? Si Julie Andrews se hubiera opuesto habría sido devastador para mí. Pero estoy muy contenta. A decir verdad, estoy entusiasmadísima. Es un regalo maravilloso para mis hijas.

-¿Cómo es ser mamá en una pareja de actores?
-A veces las actrices hablan de ser madres trabajadoras como si fueran las únicas en el mundo. Mi hermana, por ejemplo, es editora y cuando se levanta se encuentra con 800 correos para responder. Y tiene un bebe de 19 meses. La verdad no sé cómo hace. Yo tengo muchísimo tiempo libre y lo aprovecho al máximo porque mis hijas están en una edad en que me necesitan. Tengo mucha suerte. Hay tantas madres que no pueden decidir cuándo tienen tiempo libre y cuándo no. Que John y yo fuéramos actores siempre nos funcionó muy bien porque entendemos y amamos lo que hacemos. Hay actrices que me dicen que jamás estarían en pareja con otro actor. Depende de qué actor. Yo estoy con uno que es maravilloso y además me da mucha seguridad.

Los números de un suceso
La chica del tren lleva vendidos más de 15 millones de ejemplares en todo el mundo desde que se publicó a comienzos de 2015 en el Reino Unido, donde ha vendido 2,5 millones de copias. Los derechos fueron adquiridos en 44 países, ocupó u ocupa los principales puestos del ranking de ventas de estas plazas. Durante 86 semanas tuvo un lugar en el podio de las ficciones de The New York Times. Allí, en los Estados Unidos, La chica del tren vendió más de 5 millones de ejemplares. En la Argentina ya lleva 11 ediciones y 50 mil ejemplares vendidos.
LA NACION