13 Nov Lindor Covas, el Quijote de la Pampa
Por Eduardo Parise
Su creador lo consideró “una especie de Quijote, ayudando a la gente”. Claro que en vez de vivir sus aventuras en tierras manchegas, como el personaje de Miguel de Cervantes Saavedra, el de aquí lo hacía en “las pampas” argentinas. No luchaba contra los molinos de viento. Ese “gaucho bueno”, siempre dispuesto a dar una mano a quien lo necesitara, llevaba una vida errante. Y de tanto andar por esas sendas terminó convertido en un cimarrón. Es decir: una persona no dominada, que huye al campo y se hace agreste aunque con un criterio generoso. El personaje fue un símbolo de la historieta y durante casi tres décadas sus aventuras fueron seguidas por miles de lectores en todo el país y hasta en Uruguay. Se presentaba como Lindor Covas, el cimarrón.
Walter Ciocca fue un arquitecto que trabajó en la Dirección de Arquitectura y Urbanismo de la vieja Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Y por su capacidad, no sólo realizó obras importantes. También integró el equipo de proyectistas que el destacado Carlos María della Paolera formó para desarrollar lo que después fue la Avenida 9 de Julio. Ciocca había nacido el 11 de diciembre de 1907 y desde chico estuvo vinculado con el arte: su papá (un inmigrante italiano nacido en Borghetto di Santo Spirito, en la provincia de Savona) era un reconocido diseñador de calzado. Su prestigio era tan grande que hasta había ganado concursos internacionales de diseño. Y una hermana de Walter era profesora de Bellas Artes. Por eso, no resultó extraño que aquel joven tuviera cierta facilidad y talento creativo para el dibujo.
La idea de crear un personaje que viviera historias gauchescas siempre estuvo presente en la mente de Walter Ciocca. Había adaptado guiones de clásicos como Una excursión a los indios ranqueles, Santos Vega y Hormiga Negra, clásicos del género. Y hasta había dibujado para la revista Misterix una historia titulada Fuerte Argentino (el guión era de Julio Portas) relacionada con la Campaña del Desierto. Ciocca también era un gran lector y sentía admiración por las obras de Guillermo Hudson (“Allá lejos y hace tiempo”), Benito Lynch (“El inglés de los güesos”) o Domingo Faustino Sarmiento (“Recuerdos de provincia”). La realidad que presentaban esos escritores en sus textos influyó en forma directa en sus creaciones, según contó alguna vez el luego famoso historietista.
Claro que antes de llegar a esas obras, su pluma de dibujante se deslizó por algo que tenía un enfoque periodístico: hacía bocetos de distintas peleas de boxeo para que aparecieran en el diario Crítica, aquella publicación que, en 1913, creó el uruguayo Natalio Botana y que alcanzó gran popularidad. En 1953 Ciocca ya presentó un anticipo de lo que luego sería la creación que lo dejaría en la historia de los dibujantes. En ese año y en el vespertino La Razón apareció Hilario Leiva, el rebelde. La contratapa de ese diario era una verdadera vidriera para esas historias que se resolvían en pequeñas tiras. Y allí estaban personajes como Cirilo el audaz (creado en 1939 por Enrique Rapella) y el Cabo Savino (sus autores eran Carlos “Chingolo” Casalla y Julio Alvarez Cao). Fue allí que el 10 de noviembre de 1954 (en unos días se cumplen 62 años) se publicó la primera tira de Lindor Covas, el cimarrón. Estuvo presente durante casi 30 años.
Lindor Covas tenía facciones ligeramente aindiadas. Con negra melena y una estampa viril, se mostraba como un patriota honesto, lleno de hidalguía y enemigo de las injusticias. Al principio el autor lo había ubicado en el Buenos Aires de 1840. Era un muchacho perteneciente a una clase media algo acomodada. Tenía un padre que le permitía ciertas licencias y un hermano que era oficial del Ejército. En sus comienzos Lindor adhiere al pensamiento unitario. Pero cuando le ofrecen integrarse a la flota anglo-francesa que bloquea el Río de la Plata, los acusa de traidores y deja aquella militancia. Es allí cuando empieza sus aventuras en “las pampas”. En esos recorridos, siempre ayudando a quien lo necesitara, Covas se muestra como lo definía su condición de cimarrón: sin una residencia fija y con poco compromiso en sus relaciones con las mujeres.
Covas se muestra como lo definía su condición de cimarrón: sin una residencia fija y con poco compromiso en sus relaciones con las mujeres
Aquel paladín criollo le dio fama y reconocimiento público a Ciocca. Tanto que hasta principios de 1981 se publicaron más de ocho mil tiras con relatos que se continuaban por algunos días y motivaban a los lectores que los seguían con cierta devoción. Eran dibujos que tenían un gran lenguaje visual, realizados con blancos y negros bien netos, que su autor sabía reflejar con calidad. Todos los dibujos mostraban un trabajo puntilloso hasta en sus más mínimos detalles. Y si por casualidad había algún error (por ejemplo un rebenque puesto en forma incorrecta o una expresión que no se correspondía con la época), los lectores enseguida le escribían a Ciocca (quien murió en 1984) para que lo corrigiera.
Aquellas aventuras tuvieron tanta llegada al público que, en abril de 1963, se estrenó una película que las reflejaba. La dirigió Carlos Cores (autor del guión junto con Antonio Díaz Noguera y Guillermo Haro), basándose en los argumentos de Walter Ciocca. Los protagonistas principales fueron Mario Lozano, Elizabeth Killian y Joaquín Petrosino. Producida por Lumiton estaba ambientada en 1870. El título, obviamente, era “Lindor Covas, el cimarrón”. Pero más allá de la película, hubo gente que protestaba por el hecho de que Covas se mostrara poco afectivo con las mujeres. Y sobre eso hasta hubo una crítica de otro grande del dibujo y la historieta: el rosarino Roberto Fontanarrosa. Por supuesto fue hecha con mucho humor. De todas maneras cuentan que Fontanarrosa admiraba a Ciocca. Inclusive dicen que las aventuras de Lindor Covas fueron las que inspiraron la creación de ese maravilloso personaje llamado Inodoro Pereyra, el renegau. Pero esa es otra historia.
CLARIN