Modernizar la democracia: claves para renovarla desde la innovación

Modernizar la democracia: claves para renovarla desde la innovación

Por Sonia Jalfin
“Con la democracia se come, se cura, se educa”. Si el latiguillo de Raúl Alfonsín se inventara hoy tal vez abriría una de las charlas de TEDx Río de la Plata que están sucediendo ahora mismo en Tecnópolis.
Sin embargo, hoy pocos pondrían tanta expectativa en la democracia. En medio de los comentarios racistas y misóginos de Donald Trump, con decenas de casos de populismo ascendente que fomentan la xenofobia, grandes crisis humanitarias como la de Aleppo que la diplomacia no logra resolver, y después de los resultados sorprendentes de los plebiscitos del Brexit y del proceso de paz en Colombia, tal vez debamos considerar que la democracia, más que comer, curar o educar necesita innovar. Y algo de eso ya está pasando. Tanto en la Argentina, donde esta semana Diputados discutió la reforma electoral, como en el resto del mundo, una combinación de cientistas políticos, desarrolladores de software y cultores de la innovación está pensando cómo actualizar la democracia, a la manera de una app que podría funcionar mejor.
La ciudadanía sigue respaldando el sistema. En la Argentina, según una encuesta del Pew Research Center del año pasado, el 80 por ciento cree que es muy importante tener elecciones libres regularmente. Las cifras son similares en otros 37 países. Y si bien el Democracy Index de la revista The Economist mostró que el año pasado un 34 por ciento de la población del mundo vivía bajo regímenes autoritarios, la mayoría vive con al menos algún grado de democracia. ¿Cómo se puede hacer un upgrade del sistema de gobierno más extendido?
Cualquier manual de design thinking recomendaría empezar por comprender las molestias, incomodidades y disconformidades varias que enfrentamos los ciudadanos en nuestro vínculo con la democracia, para intentar resolverlas. Esta es una lista de cinco de ellas, y las posibles soluciones que ofrece el campo de la innovación:
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1 Qué fiaca ir a votar
En los países donde el voto es optativo, las estadísticas muestran que cada vez vota menos gente. “La caída en la tasa de participación en las elecciones de los países del Norte muestra que cada vez hay más likes en las redes y menos votos en las urnas”, dice Julia Pomares, directora ejecutiva del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC).
La solución más obvia para este problema es que votar sea obligatorio, como en la Argentina. Sin embargo, hay ideas más simpáticas que llevarnos a votar por ley. Estonia fue el primer país del mundo en habilitar el voto anticipado vía web, para facilitar el trámite. Y en los Estados Unidos la mayoría de los estados permiten votar antes de la elección. De manera que ya hay ciudadanos votando para la elección del 8 de noviembre y se espera que el 40 por ciento de los votos llegue de esta manera.
Pero la idea más original fue las del condado de Ada, en Idaho, que implementó un “food truck voting”. “Es una camioneta de voto móvil que se estaciona en distintos lugares en las semanas previas a la elección, para que la gente pueda votar”, cuenta Pomares.

2 Yo voto y no cambia nada
Un malestar típico de los ciudadanos que sí participan es que su incidencia en las acciones de gobierno es escasa, como es también débil la capacidad de incidir en el resultado electoral. Esto sucede porque en ciertas elecciones, como las presidenciales en la Argentina, si un candidato gana por un sólo voto se queda con todo. Quienes votaron al segundo, aunque haya reunido muchos votos, no son representados. Para combatir este problema, en San Francisco se empezó a implementar un sistema denominado ranked choice (algo así como un ranking de votos). “El votante selecciona tres candidatos por cargo en vez de uno -explica Pomares-, y los ordenan en función de sus preferencias. Si tu primer candidato no gana, tu segunda opción tiene influencia”.

3 No entiendo o no me interesan los temas que se discuten
Otra crítica que recibe la democracia es que sus debates son poco atractivos o atraen sólo a los entendidos. Para resolver este problema existen varias apps que permiten organizar discusiones sobre temas de interés público, intentando moderar las opiniones, generar conocimiento y lograr consensos. Desde Loomio, que surgió del movimiento de protesta Occupy Wall Street hasta el Madison Project de la fundación Open Government o Tele-Town Hall, una herramienta más antigua que permite a los candidatos o gobernantes organizar encuentros colectivos con ciudadanos por teléfono.
Una de las herramientas más famosas nació en la Argentina como parte de Democracia en Red, una organización que se constituyó como partido político en la ciudad de Buenos Aires y sacó 22 mil votos en la elección legislativa de 2013 con la propuesta de que su candidato -en caso de ganar- apoyaría sólo los proyectos de ley que le indicara una votación online de ciudadanos.
El proyecto hoy está basado en Sillicon Valley y es parte de Y Combinator, la incubadora que también desarrolló AirB&B.
DemocracyOS permite intercambiar información, debatir y votar, todo online y entre ciudadanos. Una de sus innovaciones fue proponer que quien no se sienta suficientemente capacitado para opinar sobre un tema pueda delegar su voto en otra persona de su confianza que considere mejor preparada para opinar.

4 Las encuestas no pegan una
El Brexit y el acuerdo de paz de Colombia son sólo los ejemplos más recientes de una larga lista de encuestas que no acertaron en el pronóstico, lo que incentiva la desconfianza en todo el sistema. “Los votantes son cada vez más volátiles y menos apegados a un partido político o candidato”, dice Ana Iparraguirre, directora de la consultora de opinión pública Quiddity. “Muchos deciden a último momento y de forma impredecible, y a las encuestas les cuesta capturar esto”.
¿Serán los algoritmos de buscadores y redes sociales, que ya predicen nuestras decisiones de compra, las que finalmente puedan predecir nuestro voto? “Los modelos de big data son cada vez más precisos y mucha gente se siente reconfortada en el poder científico de los algoritmos”, argumenta Iparraguirre. “Pero la realidad es que los algoritmos son fórmulas matemáticas creadas por el hombre e, igual que los seres humanos, tienen sesgos. Pero además, estos algoritmos son inaccesibles para la mayoría de los ciudadanos”.

5 El agujero negro del financiamiento
“El problema no es cuánto gastan los candidatos sino cómo se transparenta el origen de los fondos y cómo se evita que los que más tienen dominen la conversación”, dice Pomares. “Como solución, en Seattle decidieron que a partir de 2017 se entregará una tarjeta de crédito con 50 dólares a cada votante registrado, para que invierta en la campaña de su candidato municipal preferido, sin gastar de su bolsillo. Llevar este experimento a la esfera nacional cambiaría radicalmente el escenario: si los casi 130 millones de estadounidenses que fueron a las urnas en 2012 gastaran los vouchers electorales, inyectarían seis mil quinientos millones de dólares en la campaña”.
En varios países se impulsan las donaciones por Internet para llegar a pequeños donantes e identificar de dónde viene el dinero. En la Argentina hay mucho aún por hacer: todas las donaciones se realizan en efectivo. Tal vez con la democracia no se coma, se cure y se eduque pero nadie puede negar que está despertando la imaginación de muchos ciudadanos que quieren un upgrade del sistema.
CLARIN