30 Oct El billar se está muriendo
Por Hernán Firpo
El ajedrez es un deporte donde el cuerpo parece un accesorio. Es como el automovilismo. El billar, en cambio, precisa dos brazos, piernas fuertes, concentración de oráculo y vista de lince para apuntar con la sutileza de un francotirador. En el billar hay más cuerpo que en el ajedrez y un poco menos que en el tenis. Si fuera un deporte, los alumnos deberían tener uniforme… “Perdoname, esto es un deporte”, interviene el maestro Héctor Rolón, múltiple campeón argentino. “El pool no. El billar”.
El pool debe ser al billar lo que el pádel al tenis. Las comparaciones son odiosas y Rolón no deja dudas: “El pool es demasiado fácil. Yo me enganché como loco con la ceremonia del billar. Pero el pool…”, dice con cara de oler feo. “De entrada pensé que el billar era el truco y que se aprendía a fuerza de estar. Me equivoqué”.
¡Shhh!
“Hay que estar callado. La concentración que se necesita es máxima. Vale decir, a la gente le cuesta concentrarse. Las jugadas no se pueden comentar”.
Rolón tiene varios alumnos de billar, deporte que no discrimina entre jóvenes y viejos y permite alumnos de dulces 75.
El Boedo Billar Club es la sede más importante de Sudamérica. El lugar tiene una tribuna y las mesas, a las tres de la tarde de un jueves, están todas ocupadas. Pero el billar no tiene uniforme. Se puede jugar en zapatillas, en mocasines, en jeans, estar flaco, estar gordo. Rolón dice que cuando competía se vestía íntegramente de negro con chomba blanca.
Las metáforas bélicas de cualquier enfrentamiento deportivo, visto de afuera, en el billar adquieren una forma digamos amigable. El billar puede ser un invento ideal para reconciliar a la humanidad.
“Lo malo es que el pool le sacó adeptos al billar. El pool es para pibes. El billar, vale decir, precisa un sacrificio. Yo tengo dos alumnos de 12 y 15 años. Anotá porque no ocurre demasiado seguido. Dos pibes y el resto todos grandes (…)
Rolón escucha la solemnidad de la frase, dice no, nada que ver, y cuenta que cuando jugaba torneos sólo pensaba en destrozar al rival y aniquilarlo total y radicalmente.
Las apariencias engañan desde la tribunita o uno sólo ve con los ojos de la cara. Entender es una ilusión.
“Profesor es el que traslada lo que sabe; vale decir, no te recibís de maestro sino que te lo enseña el oficio. La gente me pide que enseñe. De acá salimos los mejores. Yo nací billarísticamente en este club en 1975. Soy relojero, ese es mi oficio”.
¡Shhh!
Los presentes piden silencio sin saber que murmurar la entrevista con Rolón es difícil: Rolón –que además canta– tiene la voz de mil varones. En el salón, los jugadores se saludan bajito. La gente de billar parece un poco más educada que la de otros deportes y, frente al paño, deja que sus rostros se vuelvan tiernos, amnióticos.
“¡¿Por qué el tenis es un deporte y nosotros no?!” ¡Shhh! “Es una actividad recomendada por los médicos. Es terapéutica… ¿Por qué el ajedrez es un deporte y nosotros no?” En 1991 Rolón se consagró campeón argentino y representó al país en el Mundial que se disputó en Bélgica. “Lo malo es que el pool le sacó adeptos al billar. El pool es para pibes. El billar, vale decir, precisa un sacrificio. Yo tengo dos alumnos de 12 y 15 años. Anotá porque no ocurre demasiado seguido. Dos pibes y el resto todos grandes (…) Para llegar a ser lo que soy le quité muchas horas al sueño. A mí me hizo un reportaje Héctor Larrea. Soy un perfeccionista. Todo lo que hago lo hago bien o no lo hago”.
El profesor explica que uno debe acompañar la bola y, casualmente new age, sugiere: “Hay que aprender a soltar”.
Soltar en vez de golpear.
“Una semana antes de competir yo nunca cogía, hacía control mental, comía bifecito con ensalada, caminaba. Hay que caminar porque el desgaste mental del billar es grande. Llegué a hacer 500 carambolas seguidas. Año 1981”. Se le pregunta por la extraña virilidad que domina el billar y dice que casi no hay mujeres en este deporte.
Y dice más: “Antes se fumaba. El billar y el humo se llevaban bien. Los hermanos Navarra –símbolos del billar argentino– nunca fumaron. ¿Vos sabías que al principio se jugaba con smoking? (…) Lo mío es ser didáctico, a mí me gustan los ejemplos cotidianos. Cuando uno sabe transmitir conocimiento debe hacerla fácil. Cuando se habla fácil es porque uno sabe de qué está hablando (…) Los hermanos Navarra vivían del billar, ellos sí. Hacían fantasías, cosas que todos sabemos hacer, pero ahora el billar se está extinguiendo. Los chicos no se adaptan porque juegan con la computadora y el billar es cansador, es individual, es solitario. Como la natación. ¿Hoy somos cien? Bueno, cuando uno muera seremos noventa y nueve”.
CLARIN