17 Oct “Hillary y Trump no son queridos. Los norteamericanos elegirán al menos malo”
Por Micaela Pérez
Ex embajador de los Estados Unidos y presidente de la Fundación Embajada Abierta conoce desde adentro las complejidades de la superpotencia mundial y las analiza en su libro más reciente, Historia urgente de Estados Unidos, que acaba de salir al mercado editorial en un momento clave en la vida política de ese país: la elección presidencial donde surgirá el nombre del sucesor de Barack Obama. No se trata, claro, de una elección más: “La mejor palabra que describe la situación actual en los EE.UU. es incertidumbre. Hay una alta incertidumbre por el proceso de cambio que está atravesando ese país, que no tiene que ver con el fin de la gestión Obama, ni siquiera con la crisis subrpime que estalló en 2007. Tiene que ver con un sostenido proceso de cambio que se ha verificado en las últimas tres o cuatro décadas. Hace 35 ó 40 años que EE.UU. está en un claro proceso de transformación en lo social, cultural, político, económico y también en lo que se refiere al contexto internacional que condiciona las políticas domésticas”, arranca Jorge Argüello, café de por medio, en una charla con 3Días. El ex diputado le apunta también a la “crisis de representación” que atraviesa al sistema bipartidista tradicional de los EE.UU. y afirma: “Obama en 2008 había prometido la recuperación de la política y esto no se ha verificado. Termina su segunda presidencia sin haber regenerado la política”.
Justamente, ¿cómo se explica que un personaje como Trump haya llegado hasta donde llegó y compita seriamente por la Presidencia?
– Hay una frase que publicó la revista The New Yorker, después de las primarias de Michigan, donde sorpresivamente se imponen Trump, en las primarias republicanas, y Bernie Sanders, en las demócratas, que es muy elocuente: “El sistema ha sido hackeado”. Porque un hacker es un elemento extraño al sistema que se introduce y modifica al sistema, lo altera. Eso son Trump y Sanders. Sanders es un veterano socialista que hace 40 años dice las mismas cosas, ni siquiera está afiliado al partido demócrata, y ha sido capaz de tener en jaque durante todo el 2016, hasta la Convención del partido demócrata, a Hillary Clinton, que es a su vez la expresión más acabada del establishment norteamericano. Finalmente, Sanders pierde, pero en 2016, en ese mismo discurso, fue capaz por primera vez de llegar a cientos de miles de jóvenes que a lo largo y ancho del país se movilizaron, pusieron plata, hicieron eventos para luchar contra el aparato del partido para provocar un cambio en la política norteamericana, para enfrentarse a lo que Sanders llama la financialización de la política.
¿Y en el caso de Trump?
-Trump es un millonario xenófobo, que desprecia a los inmigrantes mexicanos, que detesta a los musulmanes, que ha proferido abominables declaraciones de género, que reniega del NAFTA, que quiere declarar una guerra comercial a China, que es crítico de Washington y que, sin embargo, ha sido capaz de barrer con todo el establishment tradicional republicano. Contra todos los pronósticos, fue construyendo una mayoría dentro del partido republicano y llegó con mayoría propia a la convención del partido.
También es cierto que Trump encuentra fu resistencias en los propios republicanos…
– Sí, Trump enfrentó al establishment del partido republicano, lo derrotó pero no lo domesticó. Por eso muchos dirigentes tradicionales del partido, que ya avizoran la posibilidad de la derrota de Trump, han empezado a diferenciarse. Ahora, hay que tener en cuenta que tanto Hillary como Trump son dos figuras no queridas en los EE.UU. y yo creo que los norteamericanos el 8 de noviembre van a votar en contra del otro candidato, van a elegir la opción que les parece menos mala, pero de ninguna manera Hillary o Trump expresan lo que el electorado norteamericano está buscando.
En tu libro hablás también del quiebre del “sueño americano”…
– Estos outsiders son la consecuencia de la falta de contención que tiene el sistema norteamericano hoy. Es la consecuencia de la disolución del sueño americano, que en el imaginario, no solo norteamericano sino del mundo, nos mostraba que si un trabajador se esforzaba duramente en su trabajo iba a poder mantener a su familia, comprar una casa, un auto o dos, educar a sus hijos y además tenía la certeza de que sus hijos iban a poder vivir mejor que él. Esto ya no existe más, por eso esta sensación de incertidumbre. La sociedad está cambiando, hay una nueva presencia de las minorías en los EE.UU. Los EE.UU. camina a ser un país de mayoría no blanca. En el 2065, el 24% de la población va a ser de origen latino. Hay mucha desigualdad. En la década del 70, la clase media norteamericana expresaba el 65% de la población de los EE.UU., hoy expresa el 45%. Por primera vez en la historia reciente, la suma de los pobres y los ricos da más que la clase media norteamericana.
También a nivel global, EE.UU. está perdiendo su liderazgo económico.
– Tenemos un mundo multipolar, nuevas realidades económicas que están intentando disputarle la supremacía a EE.UU., que sigue siendo la principal potencia militar, pero con un costo altísimo que tiene que ver con una buena parte del destino de los impuestos, y este tema está muy presente en la campaña. Por otro lado, los tratados de libre comercio están cuestionados. Los TLC fueron impulsados por las administraciones de Clinton, y continuados por Bush y Obama, sin embargo, tanto Trump como Hillary, se han pronunciado a favor de la revisión del NAFTA, han puesto en duda la concreción del tratado del libre comercio del Pacífico y ya nadie espera que el tratado entre la UE y América del Norte tenga un final feliz.
¿Cómo creés que estos cambios en los EE.UU. van a influir o están influyendo en la región en general y en la Argentina en particular?
– Rara vez las elecciones domésticas estadounidenses incluyen temas de política exterior en la agenda. Hay excepciones. Cuando ocurre, lo hace sobre temas muy puntuales que son las principales preocupaciones de los EE.UU. América latina no formó parte de la agenda electoral este año, mucho menos la Argentina. Porque los EE.UU. se interesa por América latina cuando ésta supone un problema para sus intereses estratégicos. Tenemos dos escenarios posibles para enero de 2017, que es cuando inicia su gestión el nuevo presidente: si ganara Hillary, todo es más previsible. La palabra previsibilidad solo es adjudicable a una eventual gestión de Hillary. Ella continuaría, casas más, casas menos, la gestión Obama, seguramente con algún énfasis de ella. En el caso de Trump, es más difícil de predecir porque la palabra que lo define es la impredictibilidad.
También los EE.UU tiene mecanismos institucuionales para evitar locuras…
– Sí. Además, los estudios de politólogos muy reconocidos han demostrado en los últimos 100 años, que los presidentes norteamericanos normalmente cumplen las dos terceras partes de las promesas que hacen durante la campaña. Si esto fuera así con Trump, tendríamos un mundo muy cambiante, porque por lo pronto él le bajaría los impuestos a los ricos, construiría un muro que separe EE.UU. de México, expulsaría a millones de indocumentados centroamericanos, vedaría el ingreso de personas que provengan de países musulmanes, revisaría o anularía el Nafta, tiraría para atrás los TLC, declararía una guerra comercial a China, se acercaría a Londres, se alejaría de la UE, estaría más cerca de Irán y Rusia…, un completo cambio de tablero si cumpliera las dos terceras parte de las promesas.
¿Cómo estás viendo el vínculo con la Argentina? Con la llegada de Macri esa tensión que acompañó la era K se distendió y los EE.UU hasta ha elogiado sus pasos económicos…
– Sólo una cuestión superficial o de gestos, no hay nada concreto que haya modificado los términos del intercambio comercial o en materia de inversiones.
Pero también es cierto que Obama es un presidente que se va. Le tocará a su sucesor replantear claramente la relación bilateral.
– No, porque el presidente Obama ha tenido un gesto extraordinario, ha venido al país, es un episodio muy fuerte que creo que el Gobierno evaluó incorrectamente, previó que eso iba a producir un flujo de inversiones rápidamente que no se ha verificado, como no se ha verificado el incremento serio del comercio bilateral. Estas cosas llevan tiempo, hay que trabajarlas. Hasta ahora, veo muchos gestos y pocos avances concretos.
¿Tenés temor al regreso de una etapa de “relaciones carnales” como apuntan los críticos?
– No. Yo creo que el gobierno argentino y cualquier gobierno de la región en lo que se refiere a la relación con Washington tiene que buscar una modalidad de relación que le suponga ventajas.
EL CRONISTA