Grieta republicana: Trump le declara la guerra a un partido en anarquía

Grieta republicana: Trump le declara la guerra a un partido en anarquía

Por Silvia Pisani
Como candidato republicano, Donald Trump cruzó un puente impensable: desde ayer está en guerra no sólo con sus adversarios demócratas, sino también con parte del partido que representa en la carrera por la Casa Blanca, al que le reprocha “deslealtad” y falta de liderazgo.
“Los republicanos desleales son peores que la corrupta Hillary [Clinton ]. Son unos perdedores que no saben cómo ganar. Pero yo les enseñaré a hacerlo”, desafió el magnate. No hay memoria de algo así en el pasado reciente: un candidato que insulta a su propio partido y, para colmo, cuando sólo faltan días para las elecciones. “Lo está dinamitando”, describió Chris Cilizza, uno de los analistas de The Washington Post.
El Partido Republicano arrastraba divisiones desde hacía meses, pero ahora se sumergió en un inocultable estado de anarquía y virtual fractura. Ahora todos se preguntan: ¿qué pasará con la fuerza de derecha en lo que resta de campaña y, sobre todo, después de las elecciones? Los más críticos denuncian que el magnate, al que no pueden controlar, no representa los valores del partido, sino que sólo se ha trepado a su estructura para llegar al poder. Trump, que sostiene que su fuerza es un movimiento propio, carece por sí solo del andamiaje de voluntarios que el día de las elecciones hagan una tarea clave: convencer a la gente de salir a votar. Ese esfuerzo es definitorio en un país donde el voto no es obligatorio y que experimenta altos niveles de abstención.
En medio de esta suerte de guerra civil en la que viven, muchos republicanos piensan que las elecciones del 8 de noviembre ya están perdidas y que lo mejor que se puede hacer es salvar lo que ya tienen. Esto es el control en el Congreso. Trump ayer no sólo constató la ruptura, sino que la celebró. “Por fin me saqué de encima esas cadenas y ahora podré dedicarme a hacer campaña y trabajar por Estados Unidos como yo quiero.”
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La crisis viene desde hace rato. Pero se cristalizó a partir del viernes pasado, cuando un video de contenido sexual mostró a Trump expresándose como un desconsiderado con las mujeres y un virtual abusador que podía hacer “lo que se le antojara” con la que quisiera.
Ésa fue la gota que muchos usaron para, como dice el dicho, declarar rebasado el vaso. Uno fue Paul Ryan, que, como titular de la Cámara de Representantes, es el republicano con mayor rango dentro de la estructura de poder nacional. En comunicación con referentes partidarios, Ryan -que representa a la nueva generación del partido- anunció la decisión de reservar la energía para luchar por retener el control en el Congreso.
Trump ardió de rabia, pero, inicialmente, contestó con cierta contención que lo de Ryan no le importaba nada. Ayer, sin embargo, se levantó y le declaró la guerra. A él y “a todos los que, como él, son desleales y perdedores”. Con ese cuadro de situación, ayer el tradicional partido estaba dividido en dos. Por un lado, los referentes y cargos que, en estos 26 días que quedan, harán campaña por ellos y por Trump, y los que, del otro lado, no harán esfuerzo alguno por el magnate, temerosos de que eso signifique perder lo que tienen.
Es que el 8 del mes próximo no sólo se consagra al presidente, sino que también se renuevan cargos legislativos y de gobierno en todo el país.
El propio Ryan renueva su banca y su puesto de jefe de la Cámara, algo que puede perder si una derrota de Trump lo arrastra. Lo mismo ocurre, por caso, con los senadores John McCain y Lindsay Graham, todos contrarios a la candidatura de Trump.
El millonario admitió que su campaña está en problemas. “Es difícil trabajar bien cuando Paul Ryan y otros dan apoyo cero”, se quejó. Pero, desde su perspectiva, eso lo hace más libre. Como si eso no hubiera sucedido desde el primer día.
No cabe duda de que el video fue el detonante de una crisis que viene de lejos. Apenas se conoció, varias figuras dieron un paso al frente y declararon su decisión de no votar por el magnate. A esta altura se habla ya de más de 160 legisladores y cuadros electos inscriptos en el rechazo.
Uno de los últimos en sumarse a esa creciente fila es Glenn Beck, uno de los comentaristas y figuras fuertes del movimiento conservador. “Oponerse a Trump es una opción moral”, dijo el periodista.
Para Trump, lejos de amilanarlo, eso era un incentivo más. Por estas horas barrunta qué otro asunto oscuro puede sacar del ex presidente Bill Clinton y de sus incursiones sexuales. Convencido de que, con eso, daña a su mujer, Hillary, la candidata que le lleva amplia ventaja en las encuestas.
La demócrata sacó provecho ayer de los problemas de la campaña de su rival. “Como se lo he dicho a la gente, soy la última cosa entre ustedes y el apocalipsis”, dijo ayer al diario The New York Times.

Símbolos que ya no lo respaldan
Paul Ryan
Líder de la cámara baja
Anunció que no haría campaña por Trump y que sólo se ocuparía de colaborar con los candidatos republicanos que luchan por bancas en el Congreso norteamericano

John McCain
Senador
El candidato presidencial republicano en las elecciones de 2012 le quitó su apoyo al magnate después de que se conocieron audios en los que Trump denigraba a las mujeres

Arnold Schwarzenegger
Ex gobernador de California
El actor y político dijo que, pese a su orgullo por “ser un republicano”, ésta será la primera vez que no vote por un candidato de su partido

Colin Powell
Ex secretario de Estado
Una de las figuras moderadas del Partido Republicano, el militar retirado y ex jefe de la diplomacia dijo que Trump era “una desgracia nacional”
LA NACION