16 Oct Un té que vale lo mismo que el oro
Por Erik Nilsson
Zong Qinghou, el magnate y dueño del fabricante de bebidas Wahaha, y Lu Guanqiu, fundador del fabricante de autopartes Grupo Wanxiang. Aunque la población de Zhejiang representa tan sólo el cuatro por ciento de la población nacional, el 15 % de los empresarios que figuran en la lista de ricos de Hurun China son de la provincia, según señaló, el año pasado, Rupert Hoogewerf, presidente de directorio e investigador principal del informe Hurun,
La determinación de los empresarios de Zhejiang de luchar por sus negocios, en combinación con el apoyo del gobierno, crea una economía privada próspera en la provincia, según señaló Li Yanyi, Vicedirector de la Comisión de Reforma y Desarrollo Provincial de Zhejiang en una entrevista anterior. De acuerdo con la Comisión, el sector privado contribuye cerca del 60 % de los ingresos fiscales de Zhejiang y el 70 % de su PBI, y las empresas privadas crean el 90 % de los puestos de trabajo en la provincia.
Dai Li, fundador de Westlake Maker Space, una incubadora de negocios que promueve el crecimiento de las nuevas empresas, dijo que es relativamente simple para los empresarios organizar reuniones con funcionarios gubernamentales de alto nivel en Zhejiang: “En lugar de las ganancias a corto plazo, el gobierno aquí se preocupa más por el potencial de las empresas y el valor que puedan aportar a la sociedad”. Por ejemplo, su empresa no paga alquiler por sus oficinas, que están ubicadas en un parque empresario financiado por el gobierno en el distrito Binjiang de Hangzhou, donde también se encuentra la oficina central de Alibaba.
500 gramos de Longjing de menor calidad se venden a unos 1.000 yuanes (u$s 150), pero cualquiera sea el precio, el Longjing, con su rico legado cultural, se ha convertido en un tesoro en todo el mundo. En Hangzhou, la cultura del té tiene raíces que se remontan a 1.500 años atrás y sus virtudes místicas se han asociado con la meditación budista Zen durante siglos.
El Emperador Kangxi (1654- 1722) declaró oficialmente el Longjing como el “té imperial”. Según se dice, su nieto, el Emperador Qianlong (1711-1799), le otorgó el estatus imperial a 18 arbustos del pueblo Longjing y llevó sus hojas a su madre enferma. De estos árboles que sobrevivieron se recogen los brotes más caros del Jardín de Té Imperial del pueblo. Se encuentran cerca del pozo al que Longjing le debe su nombre, que se traduce como Pozo del Dragón. La denominación proviene de la antigua creencia de que el pozo era un portal hacia la guarida de un dragón, ya que conserva la única fuente de agua durante las sequías.
Hoy en día, esta historia, o por lo menos la tradición, cautiva a los visitantes que se sienten atraídos por el cultivo cultural de Longjing.
La arbolada calle Longjing que da al jardín está rodeada de plantaciones y adornada con casas de té, como Longyue. Los dueños de Longyue obtienen 30.000 yuanes al año de sus campos de té y 20.000 yuanes de la casa de té, que también funciona como un restauran¬te rural. “Vivimos bien,” dice Qi Yuzhen, de 78 años, “no tenemos preocupaciones económicas”, mientras que su marido, Li Rongtu, de 85, afirma que “visitantes de todo el mundo vienen a experimentar Longjing.”
Sin embargo, los lugares como Longyue ofrecen información sobre la vida de los agricultores de Longjing en lugar de aportar conocimiento sobre la cultura de sus infusiones de té. Su atractivo es más rústico que refinado. No hay ceremonias que acompañen las antiguas bandas sonoras instrumentales de anfitriones expertos vestidos en trajes tradicionales. Si eso es lo que se busca, hay que trasladarse a las casas a lo largo de la orilla del centro del Lago del Oeste, donde la taza de té más económica cuesta cientos de yuanes, en comparación con el precio de 15 yuanes de Longyue. Longyue se encuentra entre el jardín y el Mu-seo Nacional del Té de China, sobre la vía principal donde los viajeros pueden ver los campos, presenciar la producción y disfrutar de los recorridos de recolección. En el museo se puede encontrar información sobre las dimensiones sociales y científicas de la infusión, con muestras de las primeras reliquias y las últimas investigaciones, y se relata cómo el consumo de té surgió en las selvas del suroeste de China como un brebaje medicinal para luego convertirse en la bebida de elección de los sofisticados, y finalmente terminar siendo la bebida más consumida en el mundo después del agua.
La internacionalización se puede observar en el centro de Hangzhou, donde Martin Gamache, un canadiense, compró recientemente cuatro cajas de Longjing para ofrecerles a sus huéspedes en su próximo viaje a Japón, más una para él mismo. “Creo que me lo van a agradecer”, señaló.
El dueño de la tienda, Fan Shenghua, es heredero a nivel provincial del arte de freír hojas Longjing. El procedimiento detiene la oxidación poco después de la cosecha, sellando su magia botánica. La habilidad fue registrada como patrimonio cultural intangible a nivel nacional en 2008. El hombre de 56 años ha estado en el comercio des¬de los 14 y aspira llegar al nivel nacional a los 60, cuando pueda calificar para un subsidio. Los certificados y trofeos de competencia comparten un lugar en los estantes con las cajas de Longjing. Los paquetes tienen impresos códigos de respuesta rápida que llevan a los clientes a un sitio web con un código de identificación de 11 dígitos, e información sobreda granja. En Hangzhou, la tecnología se une a la tradición del té.
El linaje familiar de Fan ha crecido, y ha producido Longjing durante décadas. Las clases de freír té son obligatorias para los niños escolares en su pueblo natal de Tangwu. Fan dictó un curso optativo. “Sólo dos estudiantes se inscribieron. Uno de ellos era talentoso, pero decidió no usar el curso para fines comerciales. El mayor desafío es encontrar aprendices jóvenes”. Muestra una foto de sus ma¬nos, rojas y peladas después de horas de procesar las hojas hirviendo en las ollas de metal. “No es divertido”, afirma. “Es un gura la calidad.
De hecho, “los paladares de la gente determinan si el Longjing procesado a mano vale más”, explica Fan, “Es fácil darse cuenta si está procesado por máquina porque flota más tiempo en el agua”.
Fan dice que gana 500.000 yuanes al año por el comercio. Él le enseñó su habilidad a su hijo de 23 años y espera que se convierta en su carrera. “Mi hijo está estudiando (turismo) en la universidad, pero debe producir té. Es la tradición. Tenemos que difundirlo. Sin embargo, los jóvenes tienen sus propias ideas”. Ellos han hecho un pacto. Después de la universidad, su hijo puede hacer lo que desea por dos años, teniendo que regresar solamente durante la temporada de un mes de duración para procesar a mano el Longjing en primavera. “Luego, deberá tomar una decisión. Si es capaz de freír mejor que yo, vivirá mejor que yo”.
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