Ni tostadas, ni café de filtro: 8 lugares para desayunar rico en Buenos Aires

Ni tostadas, ni café de filtro: 8 lugares para desayunar rico en Buenos Aires

Por Alejandro Maglione
Existen diversos motivos para desayunar fuera de casa. Por hábito, que es el caso de los solteros que van al bar de la cuadra o del barrio, donde son amigos del dueño o del mozo, resultado del trato diario, y es posible que hasta utilicen el lugar para que le puedan dejar paquetes que no podrían recibir cuando están fuera de casa. Luego está el desayunar para coordinar un día de trabajo o temas de negocios. Lo importante es que en este caso el lugar reúna la condición de ser agradable y tener buenas medialunas de grasa o manteca (un desayuno porteño sin ellas es una mala forma de comenzar el día), o un buen sándwich tostado.
Los precios fluctúan entre $ 100 y $ 200, todo depende de lo que uno pida, lógicamente. Y se puede llegar a pagar más si elijo una suerte de modelo de brunch, donde la cosa viene de elegir en un menú hecho y derecho platos que asemejan el desayuno a un almuerzo. Estos son algunos de los lugares para disfrutar de un buen desayuno de trabajo, placer, solo o con amigos o lo que sea, todos elegidos por sus buenos productos y varios por la posibilidad de desayunar oliendo el pan recién horneado, lejos de los productos industriales.
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The Food-Truck Store by Panini
Está en Callao, casi llegando a Av. del Libertador, y tiene la ventaja de estar en Recoleta sin estarlo. Lo particular del lugar es que en su interior simula ser un food-truck con mesas a su costado, por lo que hay autoservicio.
Lo que me gusta. Es atendido por su dueño -Rodo Cámara- y gente canchera despachando. La especialidad, va de suyo, son los paninis, es decir, sándwich de todo tipo. Me gusta que tienen waffles, unos “cuadraditos” deliciosos; huevos revueltos bien hechos (¿vio que cuando viajamos es habitual que comamos huevos revueltos, por qué será que no nos damos ese gusto cuando andamos cerca de casa?). Se trabaja tranquilo y se charla ídem. Mucho enchufe para recarga de teléfonos y notebooks.

La Biela
Es un todo terreno. Se puede decir que La Biela en la esquina de Quintana y Junín reúne las calidades de un lugar para conversar tranquilo, como asimismo es ideal si usted es un cultor del “ver y ser visto”, todo por el mismo precio. En otras épocas era de los que se conocían como “paradas”. Cuando no existían los celulares, era normal que uno le dijera a un amigo o un contacto: “Mirá me encontrás a partir de las 18 en La Biela.”. Y se podía ir tranquilo sabiendo que estas eran citas de hierro. Nuestro hombre -porque la mesa de amigos no era cosa de damas- estaba arreglando el mundo con otro puñado de vagos mal entretenidos, dicho con todo respeto. En tiempos memorables, una de las mesas era ocupada frecuentemente por Jorge Luis Borges, que saludaba amablemente a todo el que se acercara a intercambiar unas palabras.
Lo que me gusta. Es el poder utilizar el enorme espacio que tiene en la vereda, con las mesas ubicadas ya sea al sol o a la sombra de uno de los gomeros históricos que hay en la plaza. Me gusta que los mozos reconocen a sus clientes. Me gusta que es rico el café, y son muy buenas las medialunas. Me gusta todo. Lo que no encontrará es discreción, es el reino del estarse fijando a ver a quién reconoce. No pocos políticos sin trabajo se encuentran allí para contar qué es lo que ellos harían si fueran convocados por el gobierno de turno.

Bella Italia Café & Bar
Es el lugar donde su dueño, Gustavo Lena, ha instalado la panadería y pastelería que provee su complejo de restaurantes. Así es, a media cuadra en distintas direcciones, de República Árabe Siria al 3330 donde está ubicado, están una parrilla y un restaurante de pastas, todos con el mismo nombre y dueño. Supo ser un restaurante regenteado por el famoso playboy italiano Gigi Rizzi (aquel que tuvo un rifi-rafe con la mismísima Brigitte Bardot). Hace 16 años que Gigi partió y Lena se propuso hacer de las suyas. por suerte.
Lo que me gusta. Desde ya su ubicación. Un lugar muy tranquilo en pleno Palermo verdadero (es decir, no el inventado por los inmobiliarios); calle arbolada; vereda amable, solo frecuentada por vecinos que pasean sus perros. Tienen todo lo que hay que tener para un buen desayuno: buen café; pan recién salido del horno; etcétera. Pero lo que es de destacar son sus excelentes croissants. Vale la pena probarlos. Tienen sabrosas propuestas para los amantes de la comida naturista.

Florida Garden
Este clásico de los clásicos, está ubicado en la esquina de Florida y Paraguay, el límite del microcentro, y es muy frecuentado por todo tipo de viandantes. Para los entrados en años, el lugar nos recuerda al querido Federico Manuel Peralta Ramos, un inolvidable partenaire de Tato Bores, tipo de inteligencia superlativa. Federico, durante largo tiempo, se sentaba en una de las mesas y le pagaba a un mozo para que a las 5 en punto de la tarde se acercara a su mesa y lo tratara mal. El objetivo era estudiar la reacción de la gente.Para muchos era un loco, para otros tantos era un genio. Se fue pronto “de gira”, pero para los que tuvimos el placer de conocerlo nos dejó un recuerdo imborrable. Su decoración es un ejemplo de lo que era un bar de los años ’60, para bien y para mal.
Lo que me gusta. Me gusta tanto su café como su célebre capuccino. Y lógicamente sus medialunas y tostados. Hay que tenerles cierta paciencia a los mozos, que pareciera que la celebridad del lugar hace que sientan que no hay que perder el sueño por brindar una buena atención.

Claridge’s
Es un lugar en pleno microcentro, Tucumán 535, que remeda a su homónimo de Londres. Los hoteles modernos tienen esa suerte de frialdad que aquí no existe. El lugar es bien belle èpoque. Ideal para hipsters que quieran conocer como era la cosa hace 50 años atrás.
Lo que me gusta. Tiene mesas bien separadas para poder conversar sin oídos indiscretos en las proximidades. Su propuesta es correcta: buen café y correctas medialunas, sumadas a buenas tostadas. Sin duda que lo elijo por su ubicación y ambiente. Los mozos necesitan una sacudida para que se vuelvan más dinámicos.por decirlo de alguna forma.

Museo Evita
Volvemos a Palermo, más precisamente a Gutiérrez 3926. Antigua casona que alberga el museo, en calle tranquila, y la enorme ventaja que permite ir acompañado de las mascotas.
Lo que me gusta. Es el patio donde la gente se preocupa por hablar en voz baja para no molestar al de al lado. Aparte de las mascotas, el lugar tiene la curiosidad de que sus clientes suelen llegar en bicicleta. El patio es realmente agradable, arbolado, como para charlar de manera distendida, mientras apura una buena taza de café con leche, donde momentos antes remojó sus medialunas (un acto permitido en el mundo gourmet, como pasar el pan en un plato donde quedan restos de una excelente salsa. Relájese y dése el gusto).

Dandy
Ubicado en la esquina de la Av. del Libertador y Bulnes, tuvo una remodelación que terminó por ofrecer ambientes para desayunos de todo tipo. La vereda tiene un conjunto de mesas donde se puede ver a empresarios, ciclistas o trotadores transpirados, señoras compartiendo las últimas novedades que juraron no comentar, toda la fauna que se le ocurra imaginar. Apenas se ingresa hay un salón veranda vidriado, que se disfruta con el solcito del invierno, y muy a propósito para el “ver y ser visto”. Un poco más allá, ya no se ve desde la calle qué anda pasando. Y tiene un enorme espacio al fondo, donde el encuentro goza de gran intimidad y discreción.
Lo que me gusta. Es la posibilidad de tener encuentros de todo tipo. Tiene buena panadería y pastelería, con los productos a la vista en un enorme mostrador, lo que permite elegir sin necesidad de mirar ninguna carta dejándose tentar por las propuestas muy bien expuestas. Buen café y también buenos jugos naturales para desayunos saludables. Su éxito se comprueba por la presencia de gente aguardando mesa pacientemente sentada en un banco puesto al efecto.

Cocu
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El lugar es difícil de clasificar. Se propone como una panadería francesa, y tiene todos los productos para ganarse el título. Hay un panadero -Morgan Chauvel- que incansablemente aprovecha las virtudes de su masa madre -de 37 años de edad-, que jura trajo de la mismísima Francia. Está ubicado en Malabia 1501. Ambiente muy informal, con autoservicio. Frecuentado por muchos turistas, varios de habla francesa, que suelen estar parando en los hostels que abundan en el barrio. No pocos vienen a comprar pan, o alguna comida para llevar a su casa. Buena conectividad, y mucho enchufe para trabajar tranquilo sin riesgo de quedarse sin batería.
Lo que me gusta. La otra socia, Anais Gasset, se cansa de insistir con que toda la propuesta es orgánica. Desde el café a los jugos naturales. Me gusta la panificación donde se encuentra la auténtica baguette, el pan de nuez, el pain au chocolat, las tostadas de panes de cereales muy saludables, o los croissants no tan saludables pero realmente deliciosos. Ofrecen queso crema y mermeladas caseras. Ah, para los que no hablan francés, es divertido el significado del nombre y el motivo porqué lo eligieron.

Que las medialunas hablen por si solas
Hay que comprender que es posible que cada uno tenga experiencias distintas con los lugares elegidos, sobre todo en materia de atención. El tema de la calidad de servicio es muy variable en Buenos Aires, porque los mozos parten de una carencia grave para trabajar en el negocio de la gastronomía: no son naturalmente hospitalarios, como suele suceder, por el contrario, cuando uno viaja al interior. Puede que vea alguna falta de profesionalismo, pero una buena voluntad siempre presente.
De allí que habrá lectores que concuerden con esta selección, y los que no, seguramente también tendrán razón porque pueden haber tenido la experiencia de un mal servicio, que arruina la mejor experiencia gastronómica. Un dueño de 3 restaurantes me dijo alguna vez: “en Buenos Aires no podés pedir que te atiendan bien.”. Descorazonador comentario. De lo que estoy seguro, es que en Buenos Aires se puede desayunar muy bien y hay excelentes propuestas para todos los gustos.
LA NACION