30 Sep Mecas de la innovación
Por Julieta Schulkin
El concepto de Smart City viene sonando fuerte desde hace más de una década y, en particular, la semana pasada en el Foro de Inversión y Negocios que tuvo lugar en el CCK, ya que Siemens firmó un memorándum de entendimiento con el gobierno nacional en el que se declara que la empresa alemana financiará u$s 3.000 millones en sus propios proyectos de energía y de ciudades inteligentes. Y es, como dicen en el hemisferio norte, not a moment too soon
En 2050, el 70% de la población mundial vivirá en centros urbanos, indica un informe de la ONU. Y las cuentas no dan muy bien. Las ciudades consumen el 75% de la energía mundial y generan el 80% de los gases de efecto invernadero. Entonces, en primera instancia, pensar ciudades desde la sostenibilidad es el gran desafío.
Mara Balestrini es socia y directora de investigación en Ideas for Change, una consultora que trabaja con ciudades y empresas, en busca de una inteligencia colaborativa. “El concepto de Smart City ha sido promovido por empresas de tecnología. La necesidad y la oportunidad se unieron para crear la solución de ciudad inteligente con agendas que incluían urban computing o IoT”, señala.
Balestrini es cordobesa y hace aproximadamente 13 años que vive en Barcelona (con algunas idas y venidas). Trabaja diariamente en intervenciones tecnológicas participativas para ciudades como Bristol y Barcelona. Desde su experiencia, habla de una conversión del modelo de ciudad inteligente.
“Hay nuevos modelos de Smart Cities, que se construyen desde las falencias del primero. La fab city se generó desde la sostenibilidad y la colaboración ciudadana. En el futuro, habrá una lucha entre este modelo y el top-down de las grandes compañías que se quedan con nuestros datos”, señala Balestrini, quien hoy trabaja en materializar el concepto de ciudad contributiva.
La cordobesa cuenta cómo Barcelona está actualmente virando hacia este modelo. Se habla de Smart Citizen (ciudadano inteligente). “Uber está prohibido y AirBnB, limitado”, concluye.
Por su parte y en una línea muy parecida a Balestrini, se encuentra Marcela Basch, creadora de elplanc.net, un blog de economía colaborativa. “En una ciudad inteligente se aprovechan todos los recursos, está pensada para los ciudadanos, desde los common goods (bienes comunes)”, expresa.
Un common good es el espacio público, en primer lugar. “También podemos incluir fab labs o carpooling, por ejemplo. La inteligencia de la ciudad no depende solo de los chips, sino de las personas”, enfatiza Basch.
Mecas ejemplo
Claramente, hay distintas formas de ser inteligente. Los mejores ejemplos de Smart City se han planteado en grandes infraestructuras en ciudades muy ordenadas o bien, se han construido desde cero, pensando en el modelo ambicioso de meca tecnológica.
Tokio
La capital nipona, futura sede de los Juegos Olímpicos 2020, es la ciudad con mayor aglomeración urbana (38 millones de habitantes), según la ONU. Tiene el mayor índice de productividad laboral y se encuentra en permanente evolución.
De acuerdo a Economist Intelligence Unit (EIU), ocupa el quinto lugar a nivel mundial en seguridad de infraestructuras, teniendo en cuenta la actividad sísmica del lugar. El transporte es futurista. “El metro, los buses y los trenes comunican absolutamente todas las zonas de la capital nipona. La puntualidad y la frecuencia es un modelo a seguir para el resto del mundo”, expresa Paola Pluzzer, periodista, viajera y docente de la UBA en la carrera Ciencias de la Comunicación.
Continúa: “Es destacable la limpieza, la calidad del servicio y la tranquilidad que vivís en cada viaje, porque pese a viajar con miles de nipones, hay una cultura que profesa el respeto por el otro. Entonces está prohibido hablar por celular en los vagones. Todos van leyendo o jugando videojuegos. Los japoneses son profundamente silenciosos y respetan esa regla. De no cumplirla, tenés que pagar una multa”.
El tren bala conecta ciudades en tiempo récord. “Alcanza velocidades superiores a 200 km/h. En dos horas, podés ir de Tokio a Kioto. E incluso llegar a Hiroshima”, agrega Pluzzer.
Por otro lado, el trato con robots en lo cotidiano es frecuente. “Vi robots que te recibían en algunos bancos y que te respondían preguntas básicas. Además, monitorean tu comportamiento y actitudes. Te graban con una cámara. Sin ir más lejos, cuando llegás al aeropuerto de Narita hay un robot que te cambia divisas”, relata la periodista.
También, en algunas tiendas, se pueden encontrar robots que ayudan a encontrar lo que busca cada comprador. Eso sí, la gran mayoría habla en japonés. “Desde el Gobierno, están interesados en convertir a Japón en una superpotencia de robots para aumentar la productividad y mejorar los sistemas de sanidad, enfermería y en la construcción de infraestructuras”, agrega Pluzzer.
¿Los robots reemplazarán a la fuerza humana? No, según la filosofía nipona existen para hacer cosas que los humanos no pueden. Sin embargo, en el Instituto de Tecnología de Tokio se están haciendo investigaciones para lograr robots con diseños más humanoides y realistas que podrían ser el androide del futuro.
Helsinki
La capital de Finlandia es bella, ordenada, sustentable y limpia. Alcanza los 600 mil habitantes y es considerada a nivel mundial una Smart City. Es pionera en participación ciudadana (asumiendo la importancia de los datos abiertos) y en transparencia de la gestión de la ciudad. Se realizan diferentes hackatones para promover el compromiso de los desarrolladores en soluciones que contribuyan al mejoramiento de la ciudad.
Se destaca su distrito inteligente Kalasatama, una plataforma de innovación experimental para cocrear la infraestructura y los servicios inteligentes. Se encuentra en desarrollo y estará listo en 2030. Allí podrán vivir 20.000 personas, y hoy son ya 3.000 habitantes y todos cuentan con paneles solares en sus casas.
“Cuando visité Helsinki me llamó la atención la limpieza en la calles, es como estar adentro de una maqueta. No vi tachos de basura”, señala el periodista Leandro Zanoni.
Con respecto a la movilidad en la ciudad, la tendencia de las ciudades inteligentes es limitar el uso de automóviles. En este sentido, el gobierno acaba de lanzar un proyecto para eliminar la necesidad de usar vehículos particulares para 2025. El proyecto es ambicioso: consiste en la instalación de un sistema de buses en donde las personas podrán solicitar y pagar el servicio desde una app. Y el costo podría ser individual o compartido.
Masdar City
Es una ciudad inteligente muy nueva, construida desde cero, inaugurada en 2013, cerca de Abu Dhabi, en Emiratos Árabes. Es digital y ecológica, algunos le dicen “la ciudad del carbono cero”. Fue diseñada por el estudio Foster & Partners y financiada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
La inversión de Masdar es millonaria. “Por el petróleo en la zona, tienen mucho dinero. Pueden esperar que lleguen los futuros habitantes. Pensemos que solo en la primera etapa del proyecto se invirtieron u$s 15.000 millones”, afirma Zanoni.
Masdar City tiene un muro perimetral para contener los vientos fuertes y las tormentas de arena del desierto. “Es una ciudad verde, crea su propia energía, su propia agua”, señala.
“Lo que más me impresiona es que es una ciudad vacía. Tiene un sistema de transporte autónomo; está pensada para que no haya autos. Eso es revolucionario y único”, dice.
La ciudad ha prohibido a los vehículos que no sean eléctricos transitar por la zona. Y en lugar de generar energía por combustión de petróleo, carbón o gas, recibe energía de parques solares.
¿El resultado? Un lugar que consume solo el 20% de la energía que genera una ciudad tradicional. Será por eso que son muchos los inversores. Siemens abrió su sede en Medio Oriente allí y el Instituto de Tecnología de Massachusetts ayudó a fundar el Masdar Institute de Ciencia y Tecnología.
San Francisco
Ciudad emprendedora e inteligente, es la favorita de muchos. No llega al millón de habitantes. “¿La contra? Es cara. Sus alquileres son muy altos. Alquilar un departamento de dos ambientes común puede costar hasta 10 mil dólares por mes”, cuenta el periodista Lalo Zanoni, autor del libro “Futuro inteligente”.
A una hora de Silicon Valley, impulsa la innovación, el desarrollo y la creatividad. Allí nacieron Apple, Facebook, Twitter, Google, Uber, Oracle, Intel o Yahoo!, entre muchas otras. Además, es una ciudad verde, siempre a la vanguardia de la sustentabilidad y el desarrollo urbano ecoeficiente. “Por ejemplo, tiene más de 350 edificios con certificación LEED (Leadership in Energy & Environmental Design), un sistema de certificación de edificios sostenibles”, agrega Zanoni.
Con respecto al tránsito, San Francisco fue pionera en fomentar el uso de bicicleta con carriles exclusivos y el sistema de bicing público. “También fueron los primeros en instalar el concepto de carpooling (compartir el auto con desconocidos). No es casual que allí hayan nacido los servicios de transporte urbano como Uber y Lyft. Y ya en 2011 se habían instalado sensores y señales lumínicas en varias zonas céntricas que le permiten al conductor encontrar un lugar para estacionar a través del GPS de su móvil”, señala Zanoni, que a fin de este año editará un libro sobre ciudades inteligentes.
San Francisco puede ser freak también. Dentro de poco tiempo, abrirá un restaurante de hamburguesas cocinadas por robots. Es una iniciativa de la startup Momentum Machines que viene trabajando en esto desde 2012.
También está el ejemplo en funcionamiento de Eatsa, restaurante inteligente (¡de quinoa!) en donde se ordena, recibe y paga la comida, sin interactuar con personas. David Friedberg, su fundador, dice que se trata de un nuevo sistema de adquisición de comida.
Por otro lado, en la rama de la robótica y la salud, la presencia androide parece ser más interesante. Martina Rua, periodista especializada en productividad, asistió al encuentro Red Hat Summit en San Francisco y destacó la presentación de Richard Hulskes, cofundador de InMOOV.
“Es una iniciativa que busca acercar el mundo exterior para niños que requieren largos períodos de hospitalización. La idea del proyecto es proveer un robot que, controlado por estos pacientes, se convierta en una herramienta para explorar la vida más allá de los muros del hospital”, señala Rua.
Según contó Hulskes, todo se fabrica con impresoras en 3D y los diseños son abiertos, para que cualquiera pueda modificarlos o hacer nuevas adaptaciones. Esto les ha permitido contar con muchos voluntarios de todo el mundo y mejorar su idea inicial con las adiciones de otros colaboradores.
“Tecnología para el que más lo necesita, en una ciudad con dicotomías muy fuertes en las calles: todos los avances tech y miles de homeless sin una respuesta a largo plazo”, analiza Rua.
EL CRONISTA