28 Sep Hillary es puro entusiasmo tras ganar el debate y Trump lo sufre
Por Rafael Mathus Ruiz
Hillary Clinton, relajada, se mostró entusiasta respecto de los próximos debates. Donald Trump, a la defensiva, se quejó de las preguntas que le hicieron, del micrófono que le tocó y, otra vez, coqueteó con resucitar las infidelidades de Bill Clinton para atacar “más fuerte” a su rival. Tras el primer debate presidencial en Estados Unidos, la reacción de ambos candidatos fue tan antagónica como el estilo que mostraron en el escenario. La lectura fue unívoca: Clinton ganó y Trump perdió una nueva oportunidad para asestar un golpe decisivo.
Dos encuestas, una de la cadena CNN y otra de la consultora Public Policy Polling, dieron ganadora a la demócrata luego del cruce de 90 minutos en la Universidad Hofstra, en Long Island, repleto de la retórica ácida que ha distinguido a la campaña. Hasta el sitio ultraconservador Breitbart, bastión mediático de Trump, dio ganadora a Clinton.
Ofuscado, Trump brindó una entrevista con la cadena Fox en la cual cargó contra el moderador, Lester Holt, por las preguntas “hostiles” que le hizo, y por no haber presionado más a Clinton con temas espinosos, como la polémica por sus correos electrónicos o el financiamiento de la Fundación Clinton.
“Mi micrófono era terrible”, se quejó Trump. “Me pregunto, ¿fue así a propósito?”, sugirió, conspirativo. Sus ruidos mientras respiraba durante el debate fueron ayer la comidilla de Internet, e incluso llevaron a Howard Dean, ex gobernador de Vermont y ex candidato presidencial, a sugerir en Twitter que Trump usaba cocaína.”Cualquiera que se queja del micrófono no está teniendo una buena noche”, retrucó Clinton, en un encuentro con la prensa en su avión. Ayer, en un acto en Carolina del Norte, criticó a Trump por su escasa preparación.
Fue la noche de Clinton. Un tanto incómoda al principio, mantuvo la calma, respondió y atacó, interrumpió muy poco y mantuvo la compostura. Trump, moderado al principio, interrumpió luego a Clinton cada vez que pudo, y hasta prepoteó al moderador. “Esperá un minuto, esperá un minuto, Lester. Me hiciste una pregunta. ¿Me hiciste una pregunta?”, le dijo, en un tono irritado.
Ese choque de estilos y, sobre todo, la evidente brecha en la preparación de cada uno para la gran cita de la campaña terminaron por torcer la noche a favor de la demócrata. Clinton, que empezó mal y terminó muy bien, logró que Trump, que empezó bien y terminó muy mal, cayera en cada una de las trampas que le tendió.
“Hillary Clinton ha tenido el mejor entrenamiento para el debate que he visto en años. Sabe cuándo atacar y sabe cuándo explicar”, evaluó Frank Luntz, estratega republicano.
Apenas terminó el debate, Trump irrumpió en la enorme sala de prensa montada en la Universidad Hofstra. Lo acompañaron todos sus hijos. Alrededor del corralito de vallas demócratas y republicanos respondían preguntas sobre el debate, que fue muy tenso y estuvo cargado de ataques. “Fue muy bien”, dijo, sin su clásica energía. Un rato después, en el mismo lugar, Rudolph Giuliani sugirió que Trump no vuelva a los siguientes debates si no tiene garantías de que “el periodista se va a comportar como un periodista”.
En ese lugar, luego del debate, ambas campañas intentaron llevar agua a su molino, y buscaron agrandar los aciertos y minimizar las diferencias. En ese juego, los demócratas estuvieron más cómodos que los republicanos.
David Plouffe, uno de los estrategas de la campaña presidencial de Barack Obama de 2012, recordó que en los debates los “modales importan”. Trump fue demasiado agresivo, evaluó. “Donald Trump empezó relativamente sedado al principio, pero a medida que el debate avanzó estuvo realmente incómodo y desquiciado”, afirmó Plouffe. “No creo que los norteamericanos vieron a un presidente en el escenario. Vieron a alguien flojo. Su molestia fue clara”, agregó.
La campaña de Trump intentó matizar la derrota. Algunos optaron por recordar las encuestas que muestran un repunte del republicano, u optaron por criticar la lectura que hicieron los analistas y los medios. Su jefa de campaña, Kellyanne Conway, llegó a decir incluso que Trump había estado “contenido”. Ensayó una lectura deportiva del debate.
“Esto no son las Olimpíadas. No es un partido de fútbol”, dijo a un grupo de medios, entre ellos, LA NACION, entrada la madrugada.
Pero el estilo de Trump, visto en su máxima expresión en el debate, ha logrado calar muy bien en una parte del electorado norteamericano, gustoso de sus confrontaciones y su desapego por la “corrección política”. Por eso, algunos dudaban que el debate, que mostró la franca polarización del país, moviera la aguja electoral.
“Creo que los dos han ganado el apoyo de su base, pero no hemos aprendido nada nuevo de los candidatos”, comentó a LA NACION Carolyn Dudek, profesora del departamento de ciencias políticas de Hofstra. “La gente indecisa, todavía son indecisos”, agregó.
LA NACION