24 Sep Malévich, el gran pintor de la vanguardia soviética
Por Julia Villaro
Místico y revolucionario en el sentido más profundo –y austero– de la palabra, el pintor Kazimir Malévich fue también el artista de ruptura que decidió seguir pintando después de llegar al límite de la representación. Sus famosos “Cuadrado negro sobre fondo blanco” (1915) y “Cuadrado blanco sobre fondo blanco” (1918), realizados al calor de la revolución bolchevique, trazaron una bisagra entre lo que había sido y lo que sería el arte del siglo XX. “Malévich no pintó uno sino varios cuadrados negros, para él cada uno de esos cuadrados constituía un paso más en su forma de comprender el mundo”, cuenta en pleno montaje Eugenia Petrova, experta en arte ruso, directora de investigaciones del Museo Estatal de San Petersburgo y curadora de la gran muestra Retrospectiva de Malévich que podrá verse desde este domingo en Fundación Proa.
Al mismo tiempo, Malévich no admite ser reducido a esas obras. La muestra porteña también exhibirá maniquíes con su célebre vestuario para la ópera “La victoria sobre el sol”.
–A un siglo de sus obras más significativas, ¿cómo aborda usted esta Retrospectiva?
–El arte ruso estuvo cerrado durante décadas y hace apenas veinte años que la obra de Malévich empezó a abrirse al mundo. Muy pocas instituciones fuera de Rusia tienen obra suya:solo piezas pequeñas en Holanda, Alemania y los EE.UU. Con esta muestra tenemos la chance de mostrar todo el desarrollo de su arte, desde sus inicios cercanos al impresionismo hasta sus últimas obras antes de morir. Su carrera realmente constituye un despliegue, porque implica diferentes etapas y lenguajes, el impresionismo, el futurismo, el cubismo, y por supuesto el suprematismo, que es la dirección más importante que toma su arte, tanto en su versión más abstracta como en la que adoptó más tarde, mucho más figurativa pero aún suprematista: Malévich toma al campesino, al deportista (los mismos tópicos con que trabajan los artistas del realismo socialista soviético) pero los aborda de un modo distinto, permanece siempre conectado al suprematismo y desarrolla en sus últimos años una forma de arte absolutamente nueva. Malévich no es sólo el futurismo cubista ni el suprematismo de los primeros años, y dado que nuestro museo tiene la colección de obra más grande de este artista, en esta Retrospectiva veremos desplegada la trayectoria de su producción. Esta es la primera vez no sólo en Argentina, sino en toda Sudamérica, que se muestra no sólo Malévich, sino su desarrollo estético completo.
– ¿De qué forma persiste en el arte contemporáneo la influencia de sus ideas y su estética?
–En el arte de hoy vemos una fuerte impronta del diseño, y esto es posible después de Malévich, quien ya en 1919 creó una escuela especializada en diseño. Es también uno de los primeros artistas conceptuales, y esto puede advertirse en su gran producción escrita. Escribió muchos artículos (en su mayoría no traducidos todavía) que permiten advertir al teórico reflexivo. Desmiento la imagen del artista loco; había en él una comprensión muy profunda de lo que significaba el arte.
–¿Cómo y por qué seguir pintando después del cuadrado negro?
–Es algo muy complejo y muy simple a la vez. Complejo porque el suprematismo, la corriente que él funda, es una dirección muy importante para Malévich, pero hacia 1919 –y él escribió sobre esto, no soy yo quien lo dice– él sintió que en su variante geométrica estaba terminado, que dada la coyuntura social y política soviética de ese momento, esa variante geométrica no era suficiente: la gente no la comprendía, y él entendía que su arte no era sólo para él, sino para el pueblo. Comprendió que todo lo que estaba sucediendo en la Unión Soviética era inédito y se dirigió a un arte más figurativo porque consideró que sólo en la forma figurativa podría expresar mejor lo que pensaba y sentía sobre la situación. El período del suprematismo figurativo fue muy profundo para él, de conexión y cercanía con todo lo que estaba sucediendo; esa es una de las razones por las que vuelve al color rojo, uno de los favoritos en la cultura rusa. Se siente profundamente conectado, visita iglesias, se recontacta con la religión. Ahora bien, él se vuelve figurativo, pero detrás del velo de las figuras persiste la importancia del color y los esquemas suprematistas. Y si durante su fase más geométrica, al pintar un cuadrado rojo, escribía en el dorso de la tela “Campesino con traje rojo”, al pintar años después sus deportistas o campesinos, escribiría en el dorso: “Deportista en forma suprematista”. Una vertiente podía ser más figurativa o más abstracta que la otra; pero seguía siendo lo mismo para él.
CLARIN