05 Sep “Hay más personas con exceso de peso en el mundo que con hambre”
Por María del Pilar Assefh
Es la primera vez en la historia que tenemos una población sobrealimentada”. Danielle Nierenberg es quien pronuncia estas palabras, esta latente advertencia.
Y no solo en teoría se basa para hacerlo: durante dos años, la estadounidense se dedicó a viajar por más de 60 países en África subsahariana, Asia y América latina, y a reunirse con agricultores, investigadores, políticos, académicos y periodistas. A partir de este trabajo, fue documentando sus observaciones, identificando aquello que está funcionando para ayudar a aliviar el hambre y la pobreza en esas zonas, al tiempo que se protege el medioambiente. Fue tras su expedición, y tal vez consecuencia de ella, que, en 2013, co-fundó Food Tank, una organización que se autodefine como centrada en la construcción de una comunidad global de consumidores seguros, sanos y nutridos, y que actualmente lidera.
Ahora bien, ¿por qué el hecho de contar con una población sobrealimentada adopta la forma de advertencia y no una connotación más positiva? Porque, puntualiza, “muchas de esas personas con sobrepeso u obesidad están malnutridas: se están llenando con calorías vacías, en realidad no están siendo nutridas”. Y esto conlleva la aparición de toda una serie de enfermedades, incluyendo diabetes, afecciones del corazón y formas de cáncer, así como también otras cosas con las que “las naciones en desarrollo -con una infraestructura de salud deficitaria- no están equipadas para lidiar”.
A días de realizarse la edición 2016 de Sustainable Brands Buenos Aires, evento en que será una de las disertantes, la experta en temas agrícolas habló desde Nueva Orleans con El Cronista sobre la insostenibilidad del sistema alimentario que actualmente domina al planeta.
– ¿Qué tendencias predominan en el sistema alimentario global?
Lo que hemos visto en los últimos 20 o 30 años es un foco en los monocultivos y cultivos básicos, por lo que agricultores de todo el mundo han sido estimulados, no a alimentarse a sí mismos, sino a producir cultivos para exportar, como la soja o el algodón. Esto ha ocurrido en detrimento de los agricultores de pequeña y mediana escala, especialmente en los países en desarrollo.
Al mismo tiempo, hemos visto evidencias crecientes de que el cambio climático está afectando drásticamente a la agricultura. Alrededor de 30% de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero provienen del sector agropecuario, incluyendo la producción de fertilizantes artificiales y los cambios en el uso de la tierra, entre otras prácticas. De este modo, ha habido una suerte de tormenta perfecta de eventos para crear un sistema alimentario que ya no es sostenible.
Por otra parte, estamos viendo una cantidad tremenda de pérdidas post-cosechas y desperdicios de alimentos. En el mundo en desarrollo, cerca de 40% de la comida nunca llega a los mercados y, en el industrializado, estamos desperdiciando enormes cantidades en nuestras casas, mercados, restaurantes y otras instituciones. En total, alrededor de 1,3 mil millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año. Eso podría ayudar a alimentar a las personas con hambre que existen en la actualidad, pero tenemos una infraestructura pobre y falta la voluntad política para hacer estas cosas más manejables.
– ¿Cuál dirías que es el enlace más débil de esta cadena?
No estoy segura de saber la respuesta. Puedo decirte que, en muchos países, por el poder que poseen los lobbies agricultores y las organizaciones, los pequeños y medianos agricultores no tienen los recursos financieros para influenciar a los gobiernos y tomadores de decisiones. En lugares como los Estados Unidos, y otros también, hay mucho control corporativo sobre el sistema alimentario y los lobistas tienen mucho poder sobre los políticos. Si se pudiera sacar ese dinero del sistema político mundial y estos grupos de corporaciones agrícolas no tuvieran tanto poder, las cosas sucederían de forma muy diferente.
– ¿Cuál es el punto de encuentro entre los esfuerzos tendientes a garantizar la seguridad alimentaria -sobre todo considerando una población futura de 10.000 millones de personas- y los enfocados en mitigar la influencia que esta actividad tiene sobre el cambio climático?
No creo que sean fuerzas que se opongan, sino un ganar/ganar. No creo que vayamos a tener escasez de comida, tenemos suficiente en el mundo para alimentar una población de 10.000 millones. Si los alimentos fueran mejor distribuidos, si desperdiciáramos menos, podríamos avanzar mucho en la resolución de esa crisis.
Creo que los enfoques orgánicos y agro-ecológicos han sido dotados de mala fama porque las personas piensan que sus rendimientos no son tan altos como los de la agricultura convencional, y ese no es el caso. Muchos estudios están mostrando que son comparables. Se necesita más trabajo, sí, pero también tenemos una falta de empleo a nivel mundial. Si pudiéramos hacer del sistema alimentario una fuente sostenible de trabajo para las personas, podríamos revertir muchos de estos problemas. No estamos solo hablando del cambio climático, sino de desempleo, de jóvenes enojados que tienen hambre. Y hemos visto en Medio Oriente que, cuando la gente es joven y tiene hombre, y hay escasez de empleo, muchas veces se vuelcan hacia la revolución, como cuando ocurrió la Primavera Árabe, o hacia enfoques más radicales, como unirse a Al-Qaeda o ISIS.
Entonces, tenemos una oportunidad real, pero lo que los consumidores regulares y los políticos no entienden es la urgencia de estos temas. Tenemos una oportunidad acá, pero hay una urgencia: tenemos que hacerlo ahora.
EL CRONISTA