Bolt: con este hombre no se puede

Bolt: con este hombre no se puede

Por Hernán Sartori

Llovizna sobre la pista del Estadio Olímpico y el disc jockey, uno de los tantos genios a los que habrá que agradecerles por elegir lo indicado para amenizar las emociones deportivas en Río, va a lo seguro: “Have you ever seen the rain?”, de Creedence. La pantalla gigante muestra la leyenda “200 metros” y la gente se sacude. Se viene, se viene… Uno a uno entran los ocho velocistas y late el suelo con el riff de Slash mientras Axl Rose canta “Welcome to the jungle”. Música, maestro Usain Bolt. Haga lo suyo, que es lo que vinieron a ver estas miles de personas desde temprano y para lo que se paralizó el planeta deportivo. Entre a la pista y arruine las esperanzas de que alguien lo destrone. Demuestre una vez más que es imbatible. Y gane su octavo oro en la historia de los Juegos Olímpicos con 19s78.
Al jamaiquino parece que le diera lo mismo con quién corre y en dónde corre. Pero no le da lo mismo. Porque no están ni su compatriota Yohan Blake ni el estadounidense Justin Gatlin, eliminados en las semifinales. Acá tendrá al canadiense Andre De Grasse como enemigo, aunque el pibe haya entrado en el juego seductor en esa foto que recorrió el mundo cuando llegaron juntos en la semifinal, sonriéndose como si recordaran un partido de truco ganado al cantar falta envido con 24.
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Y no le da lo mismo a Bolt competir en Río de Janeiro que en Europa, porque aquí lo reciben con un “¡Bolt! ¡Bolt! ¡Bolt! ¡Bolt!” y el tipo se para y cuando lo presentan por el altavoz se pone a bailar samba como si fuera febrero. Pensar que hubo quienes lo acusaron de tribunero y vendehumo cuando la bestia Bolt lo que hace es entender de qué va esto. Y así genera empatía permanente con la audiencia mundial. Y hace que sus rivales se pregunten cómo puede estar tan relajado si ellos quieren que se escuche ya la señal de partida.
El estadio se paraliza. Se escucha el silencio. “¡Pum!” Largaron. No van ni 50 metros y Bolt arrasa. Y cuando pega la curva y enfila hacia la recta, ya les sacó cinco metros a todos. Un rugido se apodera de la escena. No hay manera de que se le escape su octavo oro olímpico. Pero no desacelera. No se golpea el pecho. No mira a los costados. Sólo aprieta los dientes. Quería batir el récord mundial de 19s19, pero no pudo ni con el olímpico de 19s30. Que están en sus manos, claro.
Igual empieza la vuelta olímpica con la bandera de Jamaica y poses para los fotógrafos y con el público, mientras De Grasse celebra la plata con 20s02 y el francés Lemaitre se tira al piso cuando ve que es bronce con 20s12. Usain Bolt se florea en Río de Janeiro.
Canta Bob Marley: “One love, one heart. Let’s get together and feel all right” (“Un amor, un corazón. Juntémonos y sintámonos bien”). Bolt junta a millones y los hace sentir bien. Los sorprende con su mejor tiempo de la temporada justo para ganar el oro en Río. Uno más. Van ocho. Hoy, en la posta 4×100, irá por el noveno. Lo que vino a buscar.
CLARÍN