Lange-Carranza. Son Leyenda

Lange-Carranza. Son Leyenda

Por Mariano Ryan

Ana tiene 86 años, seis hijos, 19 nietos y cinco bisnietos. Ella ama el yachting, como todos ellos, desde que tiene memoria o, al menos, desde que comenzó a acompañar a su marido, quien fue olímpico en Helsinki 1952, en sus aventuras en el agua. Ana -pies descalzos sobre la arena fina de la playa de Flamengo, blusa blanca, pollera larga multicolor, coquetería que le brota desde todos sus poros- cuenta que uno de sus hijos, el que ahora está peleando por su gran ilusión en la bahía de Guanabara, “a los 4 ó 5 años venía en el chinchorro detrás de nuestro barco y ya se le veía la pasión que ya tenía por el agua”.
Francisco, el papá de la tripulante rosarina que ya se encargó de repartir entre la hinchada las remeras blancas con la bandera argentina cruzándole el pecho y la leyenda Ceci y Santi en celeste, no puede secar la humedad de sus ojos. Él vibra, como lo hace Liliana, la mamá, los hermanos y los sobrinos que prometen quedarse disfónicos para el último aliento.
Martín, uno de los hermanos mayores del que lucha junto a su compañera por esa bendita medalla, afirma que “para él, la náutica es su vida y siempre dejó todo por ella”. Y da un ejemplo: “Cuando lo operaron el año pasado en Barcelona, a los diez días hicimos diez kilómetros en bicicleta. Yo le veía la cara de sufrimiento…”. A su lado, tres de sus sobrinos no dejan de hacer lo mismo: sufren. Se llaman Klaus, Teo y Yago; el cuarto, Borja -mellizo de Teo-, recién llegará mañana porque perdió el vuelo y en la noche de Barcelona seguramente estará sintiendo lo mismo que ellos.
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Son miles los que siguen atentos a lo que sucede en la última regata de la clase Nacra 17 en este rincón carioca. Y es un puñado de argentinos el que alienta a esos dos que luchan en una prueba que es pura emoción. Algunos prefieren mirar la cancha del Pan de Azúcar; otros siguen la regata por la pantalla gigante y escuchan al relator brasileño que habla de que él “se merece la medalla de oro”. Entre todos hay un hombre que abraza a una mujer que tiene la misma remera que dice Ceci y Santi. A ese hombre todos aquí lo miran con respeto y admiración porque es Lars Grael, un doble medallista olímpico brasileño al que luego de un accidente le amputaron una pierna y se transformó en un ícono del yachting mundial. Grael le dice a Clarín en portuñol: SDLqQuiero que ganen Santi y Cecilia, quiero que gane Argentina”.
En el agua, los dos sufren con las penalizaciones, pero cruzan la línea de llegada, alguien les confirma el oro y en la playa hay una explosión de alegría. Klaus y Yago se meten al mar por más que esté prohibido hacerlo en estas aguas contaminadas. No les importa. Quieren llegar a ese barco de oro aunque deban nadar contra la corriente. Quieren abrazar a su padre…
Ayer, Santiago Lange y Cecilia Carranza Saroli le dieron a Argentina su segundo oro en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y bañaron de gloria estas aguas que ya serán inolvidables para el deporte nacional en lo general y para el yachting en particular, que se afirmó como el segundo deporte más laureado de nuestro país con diez metales conseguidos. Ese oro era la cuenta pendiente de la vela y también de Lange, quien emocionó a todos por estos días con su historia de vida que va desde su amor incondicional por el deporte a los problemas de salud que debió soportar el año pasado con un cáncer incluido.
La medal race “es una definición por penales”, según la calificación que él mismo le había dado a esa regata en la que se deciden las medallas. Los argentinos habían llegado a ella con ventaja, pero dos penalizaciones los obligaron a girar 360 grados para liberarlas y el sexto lugar les hizo ganar con apenas un punto de ventaja sobre los australianos Jason Waterhouse y Liusa Darmann y los austríacos Thomas Zajac y Tanja Frank. Sí, un séptimo lugar los hubiera dejado sólo en el bronce…
La Marina da Gloria sigue siendo un delirio mientras en el podio Carranza Saroli recuesta su cabeza sobre el pecho de Lange. Con la medalla y el puño en alto, él se siente extasiado. Con la medalla y la sonrisa que se le sale del rostro, ella agradece por la apuesta de dejar la clase Laser radial y meterse en la aventura de la Nacra 17. En el Himno argentino, la emoción los invade y los profundos ojos azules de él y los intensos ojos verdes de ella se llenan de lágrimas pese a que quieren captar todo para que esas imágenes les queden guardadas para siempre en sus corazones. La bandera en lo más alto, los gritos de unos, las felicitaciones de todos. Y esa medalla por la que tanto lucharon y por la que tanto se esforzaron para convertirse en leyenda.
CLARIN