Las élites gobernantes deben prestarle atención a la furia populista antes de que sea tarde

Las élites gobernantes deben prestarle atención a la furia populista antes de que sea tarde

Por Martín Wolf
El estancamiento de los ingresos reales durante un período más largo que ningún otro desde la Segunda Guerra Mundial es un hecho político fundamental. “Para cada problema complejo, existe una respuesta clara, sencilla e incorrecta”. HL Mencken pudiera haber estado pensando en la política actual. El mundo occidental indudablemente enfrenta problemas complejos, en particular el descontento de grandes cantidades de ciudadanos. De la misma manera, los aspirantes al poder –como Donald Trump en EE.UU. y Marine Le Pen en Francia– ofrecen soluciones claras, sencillas e incorrectas, en particular el nacionalismo, el nativismo y el proteccionismo.
Los remedios que ofrecen son falsos. Pero las enfermedades son reales. Si las élites gobernantes continúan fracasando en su intento de ofrecer curas, pronto podrían ser eliminadas y, con ellas, el esfuerzo de unir la autogobernanza democrática con un orden mundial abierto y cooperativo.
cc220716t014f04.jpg_1328648940
¿Cuál es la explicación de esta reacción? Una gran parte de la respuesta debe ser económica. El aumento de la prosperidad es, en sí, un bien. Pero también crea la posibilidad de una política de suma positiva. Esto sustenta la democracia, ya que le posibilita a todo el mundo el mejorar su situación al mismo tiempo. El aumento de la prosperidad fomenta la conciliación de las personas con las perturbaciones económicas y sociales. La ausencia de prosperidad fomenta la furia.
El McKinsey Global Institute aclara convincentemente lo que ha estado ocurriendo en un informe titulado, reveladoramente, “¿Más pobres que sus padres?”, el cual demuestra cómo un sinnúmero de hogares ha estado padeciendo del estancamiento o de la caída de los ingresos reales. Los consultores descubrieron que la satisfacción dependía más de si las personas estaban avanzando en relación con otros como ellos en el pasado, que de si estaban mejorando en relación con quienes estaban en mejores condiciones que ellos en la actualidad. Por consiguiente, las personas preferían que su situación económica mejorara, aunque no estuvieran emparejándose con los contemporáneos que se encontraran en una posición todavía más próspera. Los ingresos estancados afectan a las personas más que una creciente desigualdad.
La principal explicación del prolongado estancamiento de los ingresos reales radica en las crisis financieras y en la débil recuperación posterior. Estas experiencias han destruido la confianza popular en la competencia y en la probidad de las élites empresariales, administrativas y políticas. Sin embargo, otros cambios también han sido adversos. Entre éstos se encuentran el envejecimiento (de particular importancia en Italia) y la disminución de las porciones de salarios del ingreso nacional (de particular importancia en EE.UU, el Reino Unido y los Países Bajos).
El estancamiento de los ingresos reales durante un período más largo que ningún otro desde la Segunda Guerra Mundial es un hecho político fundamental. Pero no puede ser la única causa del descontento. Para muchos de los que están en el medio de la distribución del ingreso, los cambios culturales también son amenazantes. También lo es la inmigración, la cual es la globalización hecha realidad. La ciudadanía es la posesión más valiosa para la mayoría de las habitantes de los países ricos. Y ellos sentirán resentimiento por tener que compartirla con los extranjeros. La votación del Reino Unido para salirse de la UE representó una advertencia.
Así es que, ¿qué debe hacerse? Si el señor Trump se convirtiera en presidente de EE.UU, es probable que ya sea demasiado tarde. Pero supongamos que esto no suceda o, que si pasa, el resultado no sea tan grave como me temo. Entonces, ¿qué pudiera hacerse?
En primer lugar, entender que dependemos los unos de los otros para prosperar. Es esencial equilibrar las afirmaciones de soberanía con los requisitos de cooperación global. La gobernanza global, aunque esencial, debe estar orientada hacia el logro de lo que los países no pueden lograr por sí mismos. La gobernanza debe concentrarse en proporcionar los bienes públicos globales esenciales. En la actualidad esto significa que el cambio climático tiene más prioridad que una mayor apertura del comercio mundial o de los flujos de capital.
En segundo lugar, reformar el capitalismo. El papel de las finanzas es excesivo. La estabilidad del sistema financiero ha mejorado. Pero continúa estando plagado de perversos incentivos. A los intereses de los accionistas se les da una preponderancia que excede la de las otras partes interesadas de las corporaciones.
En tercer lugar, concentrar la cooperación internacional en donde ayude a los gobiernos a lograr importantes objetivos nacionales. Tal vez el factor más importante sea la imposición tributaria. Los propietarios de la riqueza, quienes dependen de la seguridad creada por las democracias legítimas, no debieran evadir los impuestos.
En cuarto lugar, acelerar el crecimiento económico y mejorar las oportunidades. Parte de la respuesta es un más sólido apoyo a la demanda agregada, particularmente en la eurozona. Pero promover la inversión y la innovación también es esencial. Puede que sea imposible transformar las perspectivas económicas. Pero unos salarios mínimos más altos y unos créditos fiscales generosos para los trabajadores son herramientas eficaces para aumentar los ingresos en la parte inferior de la distribución.
En quinto lugar, luchar contra los charlatanes. Es imposible resistir la presión a favor de controlar los flujos de trabajadores no calificados hacia las economías avanzadas. Pero esto no va a transformar los salarios. Del mismo modo, la protección contra las importaciones es costosa y también fracasará en aumentar de manera significativa la proporción de la fabricación en los empleos. Es cierto que la proporción es mucho mayor en Alemania que en EE.UU. o que en el Reino Unido. Pero Alemania tiene un enorme superávit comercial y una fuerte ventaja comparativa en la manufacturación. Estas condiciones no son generalizables.
Y, por encima de todo, reconocer el desafío. El estancamiento prolongado, los conflictos culturales y los fracasos de las políticas se han combinado para desestabilizar el equilibrio entre la legitimidad democrática y el orden mundial. La candidatura del señor Trump es resultado de lo anterior. Quienes rechazan la respuesta chovinista deben presentar ideas imaginativas y ambiciosas que tengan como objetivo restablecer el equilibrio. No va a ser fácil. Pero no debe aceptarse el fracaso. Nuestra civilización misma está en juego.
FINANCIAL TIMES – EL CRONISTA