27 Jun Un hogar para Antonella: estudiar en la calle empieza a ser un recuerdo
Por Nicolás Munafó
La calle quedó atrás. Ir todas las noches a la avenida Santa Fe al 3200 a pedir dinero hasta alcanzar los 400 pesos para pagar una habitación de hotel empieza a ser un recuerdo. Antonella, de 11 años, ya no tendrá que estudiar en medio del ruido de los colectivos o del bullicio de miles de personas que caminaban frente a ella. Las carpetas de la escuela no volverán a tener sus piernas a modo de escritorio y el suelo dejará de ser su asiento sucio y frío. Desde el jueves, ella y su familia tienen una nueva oportunidad: una casa donde vivir y estudiar como se debe.
La historia de vida de la familia Avallone que publicó LA NACION la semana pasada, movilizó la ayuda de cientos de personas. Hace ocho meses, cuando Alejandro se quedó sin trabajo y no pudo pagar el alquiler de su casa, él y su familia quedaron en situación de calle. A pesar de esta nueva realidad, sus dos hijas no dejaron de ir a la escuela.
Ahora, por la ayuda y la conexión entre Juan Carr, de Red Solidaria, y Mariela Fumarola, presidenta de la Mutual de Puentes Solidarios, Alejandro, su esposa, Gladys, y sus hijos, Antonella, Karina (16) y Fabián (20), tendrán un lugar seguro para dormir todas las noches.
Gracias a sus cadenas de pedidos solidarios, una persona conoció la historia y les ofreció alojamiento en una casa en Quilmes.
Durante seis meses podrán disponer del departamento -un dormitorio, un living, baño y la cocina-, sin necesidad de pagar un alquiler. La idea es que en ese plazo Alejandro y su esposa consigan un trabajo para que, más adelante, puedan costear los gastos de un alquiler.
Ninguno de ellos sale de su asombro ante las muestras de solidaridad que recibieron desde la semana pasada, cuando su historia se conoció. “No sabemos cómo agradecerles. Les debemos todo esto, que nos hayan extendido una mano de esta forma es impagable. Estamos chochos. Nos estamos terminando de acomodar en la casa con una felicidad indescriptible”, dice, emocionada, Gladys.
Antonella, que a pesar de haber estudiado en la calle se sacó un 10 en Matemática el martes pasado, señala tímidamente: “Les quiero agradecer a todos los que nos ayudaron. Estoy muy contenta. Me gusta mucho la casa, es muy linda”. Desde ayer, comparte una cucheta con su hermana.”Me gusta más mirar desde arriba”, justifica, entre risas, la elección de su cama.
Alejandro, el más callado de todos, cuenta con la voz entrecortada: “Estoy muy feliz. Gracias a todos por la ayuda. Ahora, ojalá salga algún trabajo para poder mantener a mi familia y salir adelante”.
El aluvión de solidaridad
Recibieron la noticia anteayer en un bar de Santa Fe y Coronel Díaz. A metros de donde solían sentarse para pedir ayuda. Allí, Fumarola les contó la novedad. Antonella la observó con sorpresa y felicidad, mientras que Gladys trataba de contener las lágrimas.
En diálogo con LA NACION, Fumarola cuenta: “Cuando vieron la casa, la recorrían y decían que era grande. Estaban muy contentos. Fue algo muy fuerte para ellos y para mí. Comimos unas empanadas juntos para inaugurarla”. Y agrega: “Tengo una emoción inmensa. Creo que es un sueño para mí. Cuando creamos Puentes Solidarios, la idea era ser un poco como un bombero. Ayudar a la gente en situación de calle, dándole contención, algo para comer y abrigarse. Cumplimos un objetivo increíble: poder sacar a cinco personas de la calle. Ahora tenemos que ir por darle techo a cinco personas más y así seguir”.
Carr jugó un rol clave en gran parte del desenlace de esta historia. Desde el momento en que se conoció la noticia se comprometió. “Tenemos que hacer algo”, dijo en ese entonces. Y así fue: “Hay que celebrar lo que pasó. Ante una situación muy dura, la sociedad tuvo una reacción conmovedora. Este paso de la casa es inesperado, pero a la vez emocionante. Mariela [Fumarola] es una número uno. La gente que está en situación de calle la conoce muy bien y confía en ella. Cinco personas que salen de la calle es algo fabuloso. Hay que celebrar, aunque aún queda mucho, y agradecer a la persona que entregó el departamento. Es maravilloso. Tener una comunidad que no es indiferente da esperanza. Ahora vamos por conseguirles un trabajo, que sería el final fenomenal de esta historia”, señala.
Gonzalo Erize fue otro de los artífices del cambio. Él ayudó a la familia a mudarse desde la habitación del hotel en Constitución, donde estaban hospedados, hasta Quilmes. El joven les dio el dinero para pagar los taxis y ayuda a Alejandro y a Gladys a redactar los CV para que puedan postularse a trabajos.
“Cuenten conmigo para lo que necesiten”, les dijo Gonzalo a los Avallone no bien los conoció. El joven los visitará mañana junto a una médica para que les haga un chequeo general a los cinco integrantes de la familia.
Emocionada, Fumarola concluye: “Alejandro y Gladys llevan 21 años juntos y, a pesar de todos los problemas que pasaron en su vida, sus hijos estudiaron. Les dije: «Ahora ríanse un rato, relájense y tomen fuerza para arrancar de nuevo». Estoy plena de felicidad por esta familia y también por todas las personas que dieron una mano. Con voluntad cambian las cosas; si todos pusiéramos un poquito, el mundo sería distinto”.
LA NACION