Con Ricardo Obregón Cano se va un histórico del peronismo

Con Ricardo Obregón Cano se va un histórico del peronismo

Por Alberto Amato
Tal vez nadie haya encarnado mejor los vaivenes a menudo trágicos del peronismo y de los años violentos que se iniciaron con el derrocamiento a sangre y fuego del gobierno de Juan Perón en 1955, que Ricardo Obregón Cano, que murió el domingo, a los 99 años, en el Hospital Italiano de esta capital. Cordobés y peronista en una provincia de raíces radicales, en el tumultuoso 1973 Obregón Cano llegó a gobernador provincial por el peronismo, por el que había luchado en los duros años de la resistencia en los que había sacrificado también cargos electivos, fortuna privada y libertad personal.
En aquel violento ‘73 que vio presidente de la Nación a otro odontólogo como él, Héctor Cámpora, Obregón se alineó con la llamada Tendencia Revolucionaria que encarnaba la guerrilla peronista Montoneros en su costado más extremo, pero que se oponía con fervor y argumentos a la llamada “ortodoxia peronista”. Fueron los años del enfrentamiento armado entre las dos corrientes partidarias, en el que el Estado aportó el grupo paramilitar Triple A creado y dirigido, que no comandado, por el entonces ministro de Bienestar Social del peronismo José López Rega.
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El 27 de febrero de 1974, a sólo cuatro meses de que Perón se consagrara presidente por tercera vez, Obregón Cano y su vicegobernador, el dirigente de la UTA Atilio López, fueron barridos del poder por un golpe de Estado dado en Córdoba por el jefe de la policía, coronel Antonio Domingo Navarro, una cuartelada que pasó a la historia como el “Navarrazo”. En agosto de ese año, Obregón marchó al exilio en México, luego de que en septiembre, quien fuera su vice fuese secuestrado y asesinado por la Triple A en Capilla del Señor. Junto al cadáver de López hallaron 138 vainas de bala servidas.
Obregón Cano nació en 1917 en Río Cuarto. Peronista desde muy joven, fue electo senador provincial en 1951 y titular del bloque de senadores provinciales, una banca que dejó en 1954 para ser ministro de gobierno de Raúl Lucini. Un año después, perseguido por la Revolución Libertadora, fue preso a la Penitenciaría Nacional de la Avenida Las Heras, donde entre otras “gentilezas” lo sometieron a varios simulacros de fusilamiento. A la precaria excarcelación que le otorgaron aquellos centuriones, le siguió su primer exilio. En 1962, cuando Arturo Frondizi abrió las puertas electorales al peronismo, Obregón Cano fue electo diputado nacional por el Partido Laborista. Pero esas elecciones fueron anuladas, Frondizi derrocado y, al año siguiente, cuando se celebraron las elecciones que terminarían por consagrar al radical Arturo Illia presidente, Obregón Cano, que pudo ser electo nuevamente diputado, renunció a la candidatura para impulsar el voto en blanco que, desde el exilio madrileño propiciaba Perón.
Durante la dictadura del general Juan Carlos Onganía, Obregón Cano tuvo activa participación en el primero de los “azos” que sacudieron al país: el Cordobazo. Junto a López y a otros gremialistas de la madera de Agustín Tosco, en mayo de 1969 Obregón encabezó la rebelión popular que terminó reprimida por el III Cuerpo de Ejército, pero firmó en aquellos días violentos el certificado de defunción de la llamada Revolución Argentina.
Perón eligió a Cano como su hombre para representarlo en Córdoba. El 11 de marzo de 1973 Obregón ganó las elecciones provinciales por apenas 12.820 votos al radical Víctor Martínez y, junto a López, asumió el 25 de mayo junto a un grupo de dirigentes de la izquierda peronista.
La pelea interna en el peronismo, que terminó con la renuncia de Cámpora, marcó de alguna manera no sólo el principio del fin de aquel “peronismo de izquierda”, sino el fin del principio para los gobernadores provinciales alineados con la “Tendencia”.
Con Córdoba sacudida por la violencia guerrillera y paramilitar, en febrero de 1974 Obregón intentó destituir al coronel Navarro, ex jefe de la Policía Militar del III Cuerpo. Pero Navarro, con el apoyo de un sector del peronismo, acuarteló a siete mil efectivos y enfrentó al gobernador con el argumento de que existía “una infiltración marxista” en el gobierno provincial.
El entonces presidente Perón hizo nada. Dijo, cuenta la leyenda, “que se cocinen en su salsa”. Obregón Cano, López y otras setenta personas fueron detenidas en la Casa de Gobierno cordobesa y al día siguiente una bomba sacudió los cimientos de la casa del ya ex gobernador. El 2 de marzo, Perón intervino la provincia. Además de Obregón Cano, perdieron sus gobernaciones en esos meses Oscar Bidegain (Buenos Aires) Miguel Ragone (Salta, asesinado durante el gobierno de Isabel Perón) Jorge Cepernic (Santa Cruz) y Alberto Martínez Baca (Mendoza), ligados todos a Montoneros.
En el exilio mexicano, Obregón Cano ayudó a lanzar el Partido Auténtico, que intentó ser la cara legal de Montoneros, cuya conducción integraba junto a Mario Firmenich, Fernando Vaca Narvaja y Roberto Perdía entre otros. Volvió a la Argentina, ya recuperada la democracia, en 1984. Fue encarcelado por el entonces juez federal Miguel Pons por asociación ilícita a raíz del decreto de 1982 firmado por Raúl Alfonsín que ordenaba el enjuiciamiento a las cúpulas guerrilleras. En México bautizaron a Obregón como “el prisionero personal de Alfonsín”. En noviembre de 1987, la Cámara Federal lo absolvió.
Obregón Cano vivió sus últimos años en Caballito. En su provincia, el Gobierno decretó cinco días de duelo y banderas a media asta en honor de “quien defendió sus ideales, fue ejemplo de decencia y honestidad intelectual y cuya vida fue una entrega de amor por Córdoba y su pueblo”. El ex gobernador cordobés será cremado hoy en el cementerio de Pilar.
CLARÍN