09 Sep ‘Spousonomics’: un best-seller asegura que la economía puede salvar su matrimonio
Por Laura García
Un matrimonio puede ser muchas cosas. Un acto de fe, de desesperación, de conveniencia, de resignación. Un acto de amor, por supuesto.
Pero sea lo que fuere, siempre contradice la lógica económica. Después de todo, casarse es crear un monopolio. Uno en el que se acepta dejar de comerciar con otros. Y en el que la mano invisible se convierte en el mejor de los casos en una fantasía remota.
El matrimonio es esa institución en la que las tareas buscan dividirse en forma equitativa ¿a quién le gusta lavar los platos? y no necesariamente de la manera más eficiente posible. Quizás no se haya detenido a pensarlo (y no es un reproche por demás efectivo en una pelea) pero puede que incluso esté casado con un/una keynesiano/a. Y ya haya experimentado en carne propia eso de que salir a gastar no siempre arregla las cosas.
El paralelo quizás le resulte algo tirado de los pelos. Pero la teoría ya tiene un nombre: Spousonomics. Se trata, de hecho, del título de un libro que hace furor en los Estados Unidos, escrito por dos periodistas financieras de The Wall Street Journal. La consigna: aplicar los principios de la economía al incierto y resbaladizo terreno de las relaciones conyugales. O dicho de otra manera: dejar que la economía salve su matrimonio. La benemérita disciplina discurre, después de todo, sobre la mejor manera de asignar recursos escasos. Y todo matrimonio sabe de recursos escasos: tiempo, energía, dinero, libido, paciencia…
En todo caso, el libro ya fue arrebatado de las manos de las periodistas por editoriales a ambos lados del Atlántico hambrientas por descubrir el próximo Freakonomics, el best-seller del 2005. Y sus autoras se defienden de los que miran con cejas académicamente fruncidas o incluso descalifican el intento como mero oportunismo editorial. Lo que ocurre es que no nos gusta pensar en las relaciones como situaciones estratégicas. Nos gusta pensar que están por encima de todo eso, que se trata solamente de amor, de romance y amistad. Pero no es verdad. El amor es genial, pero no alcanza para mantener intacta una relación en el largo plazo, asegura una de ellas. Todo surgió a partir de mi propia experiencia. Me di cuenta de que la burbuja de mi relación había explotado al poco tiempo de decir sí quiero. ¿No éramos lo suficientemente compatibles o simplemente estábamos reaccionando a incentivos distorsionados?, se pregunta Paula Szuchman. Sí, como los incentivos perversos de los bancos de Wall Street. Pero en la cocina.
Así fue cómo surgieron algunos de los principios. Por ejemplo, aplicar la teoría de la ventaja comparativa al trabajo doméstico. El esquema 50/50 puede parecer muy justo pero no es lo que mejor funciona. Haga aquello en lo que es relativamente mejor y negocie el resto. Especialícese, que en la especialización está la eficiencia y al parecer, también la dicha marital. Haga carne el principio de la aversión al fracaso y aprenderá a manejar mucho mejor sus desencuentros conyugales. Odiamos el doble perder de lo que amamos ganar, dice la economía del comportamiento. Y cuando percibimos que estamos perdiendo, nos volvemos irracionales. De hecho, este mecanismo tuvo mucho que ver con la crisis del 2008, en la que nadie admitió las pérdidas hasta que fue demasiado tarde. Por último, si quiere mejorar su vida sexual, olvídese de las velas y las escapadas románticas y anote esta expresión: curva decreciente de demanda. Cuando el costo de algo sube, menos nos interesa. Cuando el sexo se vuelve demasiado caro en términos de energía, de tiempo, etc perdemos el interés. La consigna: encárguese de que sea accesible.
La lista de máximas económicas es larga. Y puede sonar por momentos algo forzada. Pero a la hora de hacer funcionar una relación, ¿por qué no consultar a un economista? Si está en plena recesión matrimonial, quizás no tenga nada que perder. Salvo el romanticismo…
EL CRONISTA