Cómo serán las ciudades del futuro

Cómo serán las ciudades del futuro

Por Gabriela Koolen
Cada vez más gente elige vivir en ciudades y, a medida que crecen, consumen más recursos y generan más desechos. Dennis Bushnell, director científico del Centro de Investigación Langley de la NASA, afirma que con este ritmo se necesitan tres planetas más para subsistir. La tarea de los urbanistas es vital para amortiguar los impactos.
El crecimiento de la población es exorbitante. Entre el primer cuarto del siglo pasado y la actualidad la población mundial se triplicó: de 2.500 millones pasó a 7.500 millones de habitantes. En 1925 sólo el 13% de la población vivía en ciudades mientras que hoy lo hace más del 50%.
El arquitecto Augusto Penedo, presidente del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo de Buenos Aires, señala que el crecimiento de las ciudades es inevitable. “Se debe perseguir que la ciudad crezca de la manera más igualitaria posible, que sea democrática y sustentable. Es decir, que no comprometa recursos naturales, físicos y medioambientales que compliquen la vida a las generaciones futuras”, sostiene.
Hay mucho por hacer. La última Cumbre de París, que tuvo como premisa “salvar al planeta”, dejó más dudas que certezas. De las recomendaciones de su texto final, 134 de ellas están encabezadas por un “debería”. Penedo dice: “Todo se relativiza, no hay unidad en las posturas y, lo que es peor, no hay un compromiso mayoritario. En definitiva, quedará librado a la manera en que lo asuma cada país”.
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Algunas ciudades se movilizan por iniciativa propia. Vancouver, en Canadá, es un ejemplo de creatividad al servicio de un desarrollo sustentable. Más del 90% de la electricidad se genera a partir de fuentes renovables y se implementó un código que desplaza las inversiones de carreteras hacia circuitos peatonales, rutas de bicicletas y la creación de barrios con mayor densidad, lo cual facilita el acceso de los habitantes a sus trabajos.
Dentro del plan Greenest City 2020, Vancouver se fijó entre sus objetivos que para ese año todos los edificios nuevos sean neutros en carbono y los ciudadanos hagan más de un 50% de los desplazamientos a pie, bicicleta o en transporte público. Desde el Estado planean alcanzar estas metas con campañas que fomenten el cambio de hábito.
En América latina, la ciudad de Curitiba, al sur de Brasil, también marca el norte en esta línea. Las acciones se enfocan en el transporte y planeamiento urbano. Otro tanto sucede en el estado de Pernambuco, donde se levanta la primera ciudad inteligente del país, Arena Pernambuco, un área de 240 hectáreas que se adapta a la tendencia verde con el ahorro de energía mediante fuentes alternativas.
Maximizar la cantidad de espacios verdes para producir oxígeno, eficiencia energética en el transporte, aprovechamiento de los recursos de la zona para abastecerse y la reutilización y reciclado de residuos son algunas de las pistas para pensar las ciudades del futuro.
La arquitecta Myriam Heredia -secretaria académica de la Universidad de Palermo e integrante de la junta fundadora de la International Cooperation in Sustainable Design Argentina Holanda- advierte otra cara del crecimiento urbano. Entre quienes habitan las ciudades, 1.000 millones viven debajo de la línea de la pobreza. Se prevé que en 2030 los habitantes de las ciudades alcancen los 5.000 millones y que 2.000 millones de ellos permanezcan debajo de la línea de pobreza.
¿Cómo pensar las ciudades para ese entonces? La tarea de los urbanistas no es sencilla. Hay que evaluar variables físicas, sociales y económicas, trabajando en conjunto con profesionales de otras disciplinas para entender la dinámica de la ciudad, sus problemáticas y necesidades antes de intervenir el espacio urbano.
Apelando a la historia reciente, el arquitecto y urbanista Heriberto Allende señala que durante mucho tiempo las tendencias en urbanismo tenían que ver con obras grandilocuentes. ¿Ejemplos? Champs Elysées en París o la avenida 9 de Julio en Buenos Aires. “Hoy los parámetros de intervención son otros. Los problemas de las ciudades tienen que ver con la marginalidad, la deblidad económica, la generación de empleo y la fragilidad ambiental. En este contexto, el criterio que domina las intervenciones es el de la sustentabilidad: económica, social y ambiental”, afirma.
En Medellín, arquitectura y diseño urbano aportaron al desarrollo social y el mejoramiento de la calidad de vida de la segunda ciudad más importante de Colombia. Allí se trabajó sobre áreas de bajos recursos (con un alto grado de violencia y conflictividad social), generando mejoras en movilidad, educación, recuperación del espacio público y creación de zonas verdes a través de planes específicos como el Proyecto Urbano Integral (PUI), el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) y el Plan Director de zonas verdes.
El desarrollo urbano alrededor de las estaciones de metro fue clave para conectar los asentamientos populares de las laderas de la ciudad con la red, conocida como Metro Cable, en el valle inferior de la ciudad. Las escaleras mecánicas públicas y gratuitas en zonas con pendientes contribuyeron a la conexión con las estaciones de metro. La recuperación de zonas marginadas es el símbolo de un “Nuevo Medellín” que privilegió el desarrollo cultural y la inclusión social. El resultado: la disminución de la violencia y de la tasa de desempleo, así como la enorme mejora en la percepción de los habitantes acerca de la ciudad.
Gabriela Koolen.
EL CRONISTA