“Cuando un crimen se politiza es más difícil hacer Justicia”

“Cuando un crimen se politiza es más difícil hacer Justicia”

Por Gabriela Ensinck
Los casos policiales siempre ejercen fascinación. El misterio, y -por qué no- el morbo, atraen lectores y seguidores. Pero para especialistas en el tema como Ricardo Canaletti, relatar un crimen puede ser una excusa para hacer una pintura de época: las costumbres, prejuicios y pensamientos dominantes en cada momento social.
A partir del éxito de su libro Crímenes Sorprendentes de la Historia Argentina, el columnista de Policiales de TN y conductor de Cámara del Crimen, lanzó un segundo volumen con casos famosos y otros desconocidos u olvidados, desde la época de la colonia hasta los recientes años 90. En estos relatos, basados en hechos verídicos, combina una investigación rigurosa con la trama de pasión, locura y muerte del mejor género policial.
En conversación con 3Días, el autor repasa algunos de estos casos que hicieron historia, y hace un análisis crítico del rol de los medios y la justicia.
¿Por qué te dedicaste al periodismo?
– Yo estudié abogacía, pero ejercí sólo unos meses. Después de recibirme me fui a Italia, donde viví tres años trabajando de distintas cosas. A fines de los 80, volví a la Argentina por cuestiones familiares y de afectos, pero no conseguía trabajo. Mi hermano, que era empleado en la parte administrativa de Clarín, me recomendó para entrar. Pero como no sabía contabilidad, me mandaron a la redacción. Imaginate que me pidieron un sumario, y para mí era un conjunto de actuaciones que hace un juez… En fin, la primera nota que escribí sobre “las formas insólitas de ganar en el Prode sin saber nada de fútbol” debe estar en el archivo…
Finalmente, el título de abogado te sirvió para pasarte a Policiales…
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– Sí, pedí que me pasen, porque nadie explicaba la diferencia entre robo y hurto. No creo que haga falta saber Derecho para escribir sobre temas judiciales, sólo hay que saber contar las historias sin los clichés y la jerga inentendible que se usa habitualmente. Al principio, esas notas iban dentro de Información General. Después la sección pasó a llamarse Policiales, aunque no estoy de acuerdo con ese nombre, porque remite a una sola fuente, la Policía, y en toda nota periodística hay que consultar varias campanas.
¿Por qué creés que el público se interesa en los crímenes?
– Creo que el interés en este tipo de noticias creció en los últimos 20 ó 30 años, por el tratamiento que se le da a la información. Antes no era así. Las noticias de crímenes tenían poca cobertura y estaban contadas desde un solo punto de vista: la autoridad.
Para tu libro consultaste fuentes históricas y medios de época. ¿Qué diferencias notás en el tratamiento de la información con respecto a la actualidad?
– Tradicionalmente, las noticias policiales eran muy escuetas. El diario que revolucionó el periodismo policial en Argentina fue Crítica, de Natalio Botana. Allí escribieron grandes plumas y empezó a darse un tratamiento más sensacional. Fueron primeros en construir una historia a partir de la noticia.
¿A quiénes admirás en el género policial?
– Soy fanático de Edgar Allan Poe. Y admiro también a los pioneros del género, como Truman Capote y Rodolfo Walsh.
Cuando relatás un crimen, ¿cuál es el límite en el morbo?
– Creo que es importante revelar los detalles, en la medida en que aporten datos al caso. La cuestión es cómo contarlo y tener siempre respeto por la víctima. He cometido errores, y he aprendido también.
El rating en la tele o el número de clicks en una nota, ¿te condicionan a la hora de presentar una noticia?
– Los tiempos judiciales no suelen coincidir con los tiempos de la noticia. Mantener la atención sobre un caso en el que no se producen novedades porque está en etapa de investigación o bajo secreto de sumario es difícil. Hay casos en los que no se producen novedades por años, y luego la mirada de otro fiscal saca a luz pruebas que siempre estuvieron allí, como ocurrió con el caso Nora Dalmasso.
Hoy el periodismo investiga, acusa y juzga. ¿Es éste su rol?
– Los periodistas no somos policías, fiscales ni jueces. No deberíamos mandar preso a nadie, sino mostrar los hechos. Y si a consecuencia de ellos hay un procedimiento, dejar que la Justicia actúe. No podemos juzgar, pero sí ser críticos de los procedimientos judiciales, porque si tienen fallas, eso afecta nuestras garantías como ciudadanos.
¿No te parece que los medios abusan del potencial para dar datos sin pruebas?
– Esa costumbre no la impuso el periodismo, sino los jueces en el fallo Campillay, de 1986, en el que la Corte sostuvo que si un medio transcribe a una fuente oficial, no puede ser responsabilizado si los hechos son falsos, y que cuando no se puede chequear la información, hay que usar el modo potencial y nunca una forma asertiva.
En tu libro hay casos del siglo XVII a la década del 90. ¿Cómo los seleccionaste?
– Son, como dice el título, crímenes asombrosos. Casos que conocía y me llamaron la atención, por lo insólito de la historia, como la del estafador Viernes Scardulla (Ver recuadro), o por el contexto, como en la historia del Petiso Orejudo, que hoy hubiese sido considerado un débil mental, pero se convirtió en un monstruo porque a comienzos del siglo XX la sociedad creía en las teorías lombrosianas y entonces lo condenaron por portación de aspecto.
¿Cuál fue la injusticia que más te conmovió?
– Todas… acá tuvimos un caso Dreyfus argentino, y un crimen de cuenca, que me tocó cubrir, en el que a un joven de 17 años le endilgaron haber matado a su novia, de 16, en la provincia de San Luis. Al final la chica apareció y a todo esto el joven fue torturado de forma brutal por la policía, y hoy es portador de HIV.
¿Cuál es el caso que más te impacta hoy?
– Sin dudas, el caso Nisman. Además de la cuestión política que lo envuelve, sigue siendo un misterio saber si lo mataron o se suicidó.
¿Creés que se va a resolver?
– Sinceramente, no creo que se llegue nunca al fondo de la cuestión, y tal vez termine siendo otro mito urbano, como el que dice que Yabrán está vivo. Hoy todo consiste en salir a responderle al fiscal o al perito que dijo una cosa u otra. Cuando un caso está tan politizado es difícil hacer justicia y llegar a la verdad.
EL CRONISTA