13 May Pop en blanco y negro
Por Caryn Ganz
GWEN STEFANI “Me siento muy a la defensiva con la música”
Con los 10 años transcurridos desde su debut como solista, Gwen Stefani tuvo dos hijos, regresó a la banda No Doubt, se convirtió en una personalidad de TV y contempló cómo su vida “literalmente había explotado”. En su casa de Beverly Hills Stefani, de 46 años, habla de todas las implicancias personales que rodean a su confesional nuevo disco, This Is What the Truth Feels Like, al que empieza refiriéndose: “Tuve una suerte enorme porque es la primera en que escribo un disco acerca de estar feliz y la primera en que he escrito un disco que transcurre en el tiempo actual. Todo lo que pasa es cómo me siento ahora. Las últimas cinco canciones las escribí en enero”. Se la ve relajada, fuera de los escandalosos sucesos del año pasado, cuando la niñera de sus hijos (Mandy Mann) terminó robándole a su esposo.
–Previamente al disco, tu vida personal “explotó”, por decirlo de alguna manera. ¿Cómo pudiste sobrellevarlo?
–No sabía qué hacer. Estaba este secreto enorme, porque yo pensaba, wow, mis hijos. ¿Cómo los afectará si se enteran? ¿Qué pasará si lo descubre el canal NBC? Es una locura esto, yo no soy así, ésta no es mi vida. De manera que fueron seis meses infernales. Me quedaba aquí, en esta casa, y trataba de entender. Y rezaba y rezaba y rezaba y rezaba. Y la verdad es que no hacía nada. Pensaba: “¿Por qué tengo que hacer lo que sea, pero rápido?” Esto es un desastre en serio. Hubo mucho alejamiento del exorcismo espiritual, incluso antes de que yo supiera que iba a ocurrir esto. Lo veo como el plan de Dios, o como la obra de Dios en relación conmigo.
–¿Sentís la lupa de la crítica y de tus fans en este disco nuevo, esperando ver rastros de tus malos días?
–Me siento a la defensiva con la música. Porque la gente inventa lo que le da la gana sobre mí cuando quiere, cuestión que me resulta graciosa. ¿Cómo podés juzgarlo vos? Es mi vida.”
–¿Cómo resultó trabajar con Pharrell Williams?
–Es una de esas personas que me indica siempre la dirección correcta. Le escribí, porque mis muchachos estaban obsesionados con Happy y él me contestó diciendo: “¿Querés venir a tocar a Coachella?”. Y yo dije: ‘Bueno, literalmente acabo de tener un hijo. Me quedé levantada toda la noche pensando, Dios mío, tal vez si me pusiera un overol negro tal vez pueda hacerlo. Después que tenés un bebé querés tanto alejarte… La primera vez que salí de casa fue para subir al escenario y hacer Hollaback Girl. Conseguí un ómnibus para giras y llevé los pibes a Coachella para que vieran que era amiga de Pharrell y mandarme la parte delante de ellos. Y después recibí el llamado para el programa The Voice.
–A los 46 años lucís como para competir con las nuevas luminarias del pop. ¿Sentís que hay cierta discriminación por la edad?
–Sin duda lo he pensado en el último par de años. Es algo natural en qué pensar, tu evolución. Yo tenía una letra: “Born to blossom, blossom to perish’” (NdeR: “Nacer para florecer, florecer para perecer”) y cómo ves eso todo el tiempo en la naturaleza. Nacemos para morir. Podés pensarlo como una tragedia o podés pensarlo como que todo el tiempo estás ganando algo y todo el tiempo estás perdiendo algo, pero vas descubriendo cuál es la verdad, qué es lo importante. Vas buscando y simplemente se va haciendo más profundo”.
–¿Es entonces la madurez una instancia con la que te sentís especialmente cómoda?
–Siento que soy lo suficientemente madura en este punto para entender que cada uno está debido a un propósito y ser lo bastante abierta para escuchar la opinión de todos y salir de veras afuera de mis intereses personales, mis inseguridades y mi ego. A medida que te hacés mayor y tenés una trayectoria más larga, no querés ser aquella persona terca que se quedaba atrapada en sí misma.
–¿Ya das el brazo a torcer?
–Soy más elástica. Cuando la discográfica quería que pusiera 10 canciones en un álbum, yo decía: “Dale, quitemos la grasa. Démosle a la gente lo mejor de lo mejor”. Y me esforzaba al máximo. Pero después me quedaba pensando: ‘Pará loco, estas muy buenas canciones no quedan tan buenas sin aquellas otras canciones. Hace falta toda la historia. Así que llegué a 12 y sentí que, mi Dios, aquí está la historia”.
BEYONCÉ Si la vida te da limones…exhibite
Vayamos al punto: Lemonade es un “álbum visual” y una variedad de excepciones, que cuenta la historia de una mujer en un matrimonio que ella no sabía que era malo, hasta que, por supuesto, lo supo. Beyoncé y HBO fueron astutos en mantener oculto cómo iba a ser el álbum. Basado en la única imagen disponible (alguien entre las hileras de un maizal, la cara tapada por un abrigo de piel), supongo que podía ser confundido con el drama de la prisión de una drag-queen. Aunque fue más osado, y más profundo, y más incómodo de lo que se pudiera predecir. La odisea emocional de Lemonade es conyugal. Los capítulos de la canción se presentan como etapas: “intuición,” “negación,” “aceptación,” “esperanza,” etc. Las imágenes correspondientes están en comunión con la psiquis y con la historia. El sur profundo, principalmente Nueva Orleans, ocupa el paisaje.
Visualmente, el álbum invoca muchas cosas: La Isla Bonita de Madonna, Carrie, Beasts of the Southern Wild y el choque de autos al final de Black or White de Michael Jackson.
La jugosa inmediatez de Lemonade es lo que este hombre le hizo a esta mujer. No muy distante, Beyoncé mira a la cámara con lágrimas en los ojos y se deja caer desde un techo. La calle debajo se convierte en un cuerpo de agua. Ese interludio con un bate de béisbol comienza con Beyoncé, con ese vestido amarillo, abriendo las puertas enormes de un edificio antiguo e importante y un diluvio que se derrama. “¿Me estás engañando?” se pregunta en la narración que corre fuera de la pantalla, cuyo crédito es de la joven y extraordinaria poetisa somalí-británica, Warsan Shire. El agua sobre su furia se quiebra.
Rebobinemos un poco: el lanzamiento sorpresa del álbum Beyoncé a fines de 2013, fue una importante corrección del curso de las acciones que hasta aquí venía desarrollando . Perforó la Web de una manera que parecía unificar un universo del pop. Carnal, reflexivo, casi libre de lugares comunes: fue el mejor y más aventurado de sus álbumes hasta la fecha. La llegada de ese disco, el debut de un video para Formation, en la víspera de su actuación en el Super Bowl y el estreno de Lemonade la catapultaron a la cima del complejo de la industria de la atención de la era post MTV, de una manera que compite con Madonna, Janet y Michael Jackson. Lemonade tiene toda la coherencia formal que evitó que Formation fuera tan bueno como video que como bomba cultural. Los directores de los créditos: Jonas Akerlund, Kahlil Joseph, Melina Matsoukas, Dikayl Rimmasch, Mark Romanek, Todd Tourso y Beyoncé, le dan a este proyecto textura, misterio y vida. La única danza memorable era, sin embargo, la de la deportista viva más grande del mundo: Serena Williams, la tenista emblema.
En toda esa sucesión, se invierte el preconcepto sobre ella. Aquel de que no importa cuánto hable Beyoncé, no te está diciendo nada. Eso no existe acá: los sentimientos fluyen como el agua. Empieza con Beyoncé arrodillada en un escenario, con un telón detrás. Sale en frente del drama. La parte más intranquila de Drunk in Love era cuando rapeaba Jay Z, “Cóme esa torta, Anna Mae,” invocando una escena del restaurante en el clip de What’s Love Got to Do With It (1984) cuando Ike Turner utiliza el nombre de bautismo de Tina y empuja el postre hacia la cara. ¿Lemonade es una reprimenda respecto de esto también? ¿Por qué no? Cualquier esposa que muestra a su marido en un álbum y en un video de una hora de duración como un tramposo, y luego hace que él se encargue del lanzamiento de ese álbum en su plataforma de trasmisión, exclusivamente, come su torta y se la hace comer a él también. Podría ser que él esté pagando por sus pecados. Pero aún así, le estamos pagando a él. Lo que hace pone a todos en una posición comprometida. Beyoncé y Jay Z han hecho lugar a un tercero diferente: nosotros. La semana pasada, HBO trasmitió Confirmation que reintroduce una pelea distinta entre un hombre negro y una mujer negra. En un rincón, Anita Hill; en el otro, Clarence Thomas. Nunca fue una pelea justa. Él se las arregla para sacar el máximo provecho de todo el poder de su costado de la historia. Lemonade se siente como una reprimenda cultural en nombre de muchas mujeres dolidas, ya sea que estén de pie en ese porche de la plantación o sean candidatas a la presidencia.
CLARIN