Simeone tiene a mano el desquite

Simeone tiene a mano el desquite

Por Martín Rodríguez Yebra
La expresión “minuto 93” forma parte de la mitología reciente de Real Madrid. Así, sin más, remite al gol agónico de Sergio Ramos que equilibró la final de la Liga de Campeones de 2014 contra el Atlético y que abrió la puerta al triunfo en el alargue. Durante dos años tuvo el sabor malicioso del daño irreparable a un enemigo.
Pero en la era Simeone las posibilidades de revancha ya no se demoran una vida para Atlético de Madrid. La máxima competición europea de clubes será otra vez un duelo de vecinos: los dos grandes de la capital española se enfrentarán a todo o nada en Milán el próximo sábado 28, con el recuerdo bien fresco de aquella batalla épica celebrada en Lisboa.
Real Madrid superó anoche en el Santiago Bernabéu a Manchester City, en un partido apático, jugado de a ratos con la intensidad de un amistoso; la antítesis del thriller para la historia que protagonizaron el día anterior Atlético y Bayern en Múnich.
Un gol de Gareth Bale (la UEFA lo registró como de Fernando en contra) a los 9 minutos derrumbó para siempre al City, un equipo sin espíritu. Real Madrid -temeroso de un accidente, incapaz de asegurar el resultado- terminó pidiendo la hora. Un 1-1 lo habría sacado de la final.
Apenas sonó el pitazo final Madrid entera empezó a palpitar la segunda parte del derbi del siglo.
simeone_2215454b
Uno de los logros más notables de Simeone como director técnico colchonero es haber devuelto la tensión a los cruces con Real Madrid. Atlético pasó 14 años sin ganar el clásico de la ciudad. Los hinchas madridistas habían dejado hasta de inventar cantitos contra el vecino pobre.
Simeone heredó ese maleficio y lo rompió en 2013, en una final de Copa del Rey en el Bernabéu que ganó por 2-1 en el alargue. No hay rival con el que se haya enfrentado más y al que tenga más estudiado: 19 partidos en cuatro años y medio. Ganó siete, perdió otros tantos, empató cinco. En febrero lo doblegó como visitante por 1-0, en la primera derrota de Zinedine Zidane como entrenador blanco.
Pero la espina de la Liga de Campeones todavía escuece. La última derrota de Aleti contra Real ocurrió en los cuartos del año pasado. La anterior: la noche fatídica de Lisboa. A Simeone se le abre la puerta de la venganza más esperada, justo después de honrar a los mayores del club que hace 42 años perdieron contra Bayern su primera final europea.
El derbi de 2014 fue de los que edifican leyendas. Atlético tuvo a mano la copa de Europa -la que nunca ganó- gracias a un gol de Godín que defendió hasta el paroxismo. Ramos empató de cabeza en la última pelota del tiempo regular. En el alargue, un Ángel Di María descollante inclinó la cancha. Bale puso el 2-1; Marcelo amplió la cuenta y Cristiano Ronaldo la cerró de penal.
Ya no son los mismos, pero se parecen bastante. Real tiene en su once tipo a siete titulares de Lisboa. Atlético, a cinco. Simeone perfeccionó su muro defensivo, añadió variantes ofensivas y sumó un supercrack, el francés Griezmann. Zidane, después de algún experimento fallido, retomó el modelo Ancelotti 2014. Se sostiene en el motor de Luka Modric y en la prepotencia de sus tres delanteros insignia.
Cuando le falta uno de ellos, Real Madrid sufre. Anoche el agujero que dejó el lesionado Benzema en la zona del 9 era un inmenso desierto. Cristiano jugó en una pierna, pura voluntad. El triunfo sobre el City fue construido por los héroes de Lisboa. Bale asumió la mayoría de edad desde que a sus compañeros de ataque se les rompieron los músculos. Ramos redujo a la nada a Kun Agüero. Modric apareció para sacar del fondo al equipo cuando el temor lo encerraba en su campo.
El equipo de Manuel Pellegrini fue una sombra, simbolizada en la figura de Yaya Touré. Poco queda de aquel descomunal mediocampista de Barça. Jugó en cámara lenta, errático, sin el menor reflejo ofensivo. Llevaba la camiseta 42 y los madridistas se preguntaban si sería en honor a su edad. Lo rodeaban estrellas sin luz. El colorado De Bruyne, por el que el jeque del City pagó 80 millones de euros, fracasó en cada desborde. Agüero -tan solitario- estuvo a punto de cumplir su quinto partido del torneo sin tirar al arco; lo evitó sólo porque en el minuto 89 probó de lejos, sin causar peligro. La defensa era una invitación al estrago, apenas sostenida por cruces heroicos de Otamendi y por Hart, un arquero de clase mundial. Pep Guardiola tiene trabajo en Inglaterra.
Real Madrid ganó sin show. Pero festejó a lo loco el pase a su final número 14. Sueña con la undécima conquista y con ahondar la herida del enemigo. Los hinchas se iban cantando la versión autóctona de “Brasil, decime que se siente”. Le preguntan a Aleti por esa final de Lisboa que nunca van a olvidar.
LA NACION