Hormiga Negra, el gaucho matrero, no le temía ni al diablo

Hormiga Negra, el gaucho matrero, no le temía ni al diablo

Por Emiliano Tagle
Guillermo Hoyo fue bautizado, de cinco meses ( 1/ 1/ 1837), en San Nicolás de los Arroyos; hijo de Leonardo y de María Rosa Cejas, Guillermo soldado de la Brigada de Artillería se casó en Rosario con Juana de los Dolores Acuña, hija natural de Marcelina Acuña.
Eduardo Gutiérrez escribió Hormiga Negra, obra que lo describe como pequeñito, del- gado, de nariz aguda y de mirada más aguda todavía; una característica era su pelo rubio.
La primera pelea a cuchillo la tuvo a los trece años, el contrincante fue su padre ( Hormiga padre), quien salió levemente herido y en condiciones de castigar a rebencazos a su hijo. Al poco tiempo se enfrentó a una cuarentena de milicianos de Santa Fe, hirió con su cuchillo al sargento y con su boleadora dejó a seis milicos por muertos; fue detenido y liberado por su hermano mayor, Zoilo ( Rubio hormiga) que en la pelea perdió la vida. Peleó en Cepeda y Pavón. Por 1865 el comandante Freyre pidió la extradición de Hoyo, en momentos en que se encontraba como capataz en el campo de Emiliano Sánchez. Cumplió condena en la Penitenciaría de Buenos Aires. Las noticias señalan que, en San Nicolás ( septiembre de 1902) fue cruelmente asesinada la joven madre de tres hijos, Lucía Penza de Marzo. La policía local detuvo como presunto autor a Hormiga Negra. La Cámara de Apelaciones, sin evidencias, remitió la causa al juez Castillo, quien con nuevas investigaciones logró detener al verdadero asesino y confeso Martín Díaz. Hormiga Negra recuperó la libertad luego de cuatro años.
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Sobre este crimen, Hoyo manifestó en la revista Caras y Caretas del 24 de agosto de 1912: “… cuando se me prendió por asesino de la señora de Marzo; que vino a mi rancho un policiano, y ahí no más, me hizo enderezar pa la comisaría… Se había cometido un crimen… y amigo, yo tenía que ser por fuerza porque no había en el pago otro gaucho pícaro a quien acumular la cosa. Dos años me tuvieron comiendo tumba y bastante apuradaso, porque los jueces me traían y me llevaban como caballo patrio tomándome declaraciones pa’ ver si me ensartaba. A veces, amigo, hasta dudé de mi mesmo. Aquellos hombres hablaban tan lindo, que se me hacía cierto que era yo el asesino. Pero en aquella ocasión, tuve algún santo bendito que me sacó de pantano.” En esa entrevista Hoyo dice: “Hormiga Negra, amigo, era un matrero capaz de atropellar al mesmo Mandinga”. En 1910, Vicente Blasco Ibáñez en La Argentina y sus grandezas, escribió: “.. La policía, el alambrado y el aumento de población han suprimido en todo el suelo nacional la existencia del « gaucho malo » . Éste no era un ladrón ni un forajido, sino un « valiente desgraciado » que purgaba sus faltas en una vida errante y trabajosa. El último « gaucho malo » vive hoy en honrada ancianidad, llevando la existencia de un viejo colono. Se apodaba « Hormiga Negra » , y está retirado en el distrito de San Nicolás, sin querer recordar su pasada existencia”. El 2 de enero de 1918 decía la na
cion: “Ha muerto ayer octogenario, en los suburbios de San Nicolás de los Arroyos, Guillermo Hoyo, que gozó en vida su propia leyenda, que llenó con sus hazañas de gaucho matrero las crónicas policiales, que dio tema a Eduardo Gutiérrez para uno de sus más interesantes libros y hasta pasó al tabladillo de los primitivos circos criollos”.
LA NACION