28 Apr Crónica del hombre que compró un “telo” para espiar
Por David Juárez
La historia de la que parte el artículo “El motel del voyeur” se remonta a 1980. Por aquel entonces un hombre llamado Gerald Foos se puso en contacto con el escritor Gay Talese para contarle que era un voyeur casi profesional y que tenía información que le sería muy útil para su próximo libro. Nada más y nada menos que era propietario de un motel en Aurora (Colorado) y que durante décadas se había dedicado a espiar los momentos íntimos de sus huéspedes. Pero el disfrute personal no era el único objetivo: también se dedicó a analizar y hacer un exhaustivo registro sobre el sexo de sus clientes.
La historia asombró a Gay Talese y decidió seguir en contacto con Gerald Foos. Ambos acordaron compartirse información siempre y cuando el escritor no publicara nada hasta recibir el consentimiento del propietario del motel. Durante años guardó el secreto, hasta que esta semana la historia salió a la luz. Talese ha publicado un extenso reportaje en la revista “The New Yorker”, como anticipo del que será su próximo libro.
El texto cuenta con lujo de detalles cómo Gerald hizo de mirón durante décadas. Aunque era un hombre casado y con dos hijos, a finales de los años sesenta decidió comprar un motel de veintiuna habitaciones junto a su esposa. Ella sabía de sus gustos e incluso llegó a ayudarle para remodelar el edificio. Hicieron agujeros en los techos de las habitaciones y los camuflaron con rejillas de ventilación. Desde ahí Gerald podía ver todo lo que hacían los huéspedes.
Este voyeur, explica el reportaje, nunca filmó a sus clientes. Sólo se sentaba a mirar sus prácticas sexuales y tomaba nota de las conversaciones que motivaban el coito. “Mi interés está en todas las fases de cómo las personas conducen sus vidas, tanto social como sexualmente. Lo hice por curiosidad ilimitada por la gente y no solo como un voyeur trastornado”, dice en una de sus cartas al escritor.
Anotaba la edad, la procedencia y el comportamiento sexual de los pasajeros. Miraba tanto a un hombre de negocios que iba al motel con su secretaria como el sexo en grupo. Además, en sus notas diferenciaba entre las relaciones sexuales entre hombre y mujer, entre dos hombres -que no le interesaban mucho “pero miraba para determinar la motivación y el procedimiento”- y entre mujeres, a las que relata haberles hecho un estudio en particular. Durante décadas fue apilando estadísticas sobre los gustos de sus huéspedes hasta que decidió tapar sus agujeros y vender el motel en 1995. El edificio acabó siendo demolido el año 2014.
Para que pudiera apreciar la práctica in situ, Foos llegó a invitar a Talese al motel para observar juntos a los pasajeros. El escritor acudió y pudo espiar a una pareja practicando sexo. De hecho, Talese explica en el texto que sin haberlo visto en persona “habría encontrado muy difícil creerme toda la historia”.
La publicación de “El motel del voyeur” ha supuesto un debate sobre los límites éticos del periodismo. El escritor fue cómplice del delito continuado de Foos y no informó en ningún momento a las autoridades. Cuando finalmente cuente todos los datos en el libro ya habrán pasado 36 años de los hechos, por lo que cualquier delito quedaría prescrito.
CLARIN