27 Apr Llegar a la universidad: un sueño para pocos en las zonas rurales
Por María Paz Paniego
Cuando Néstor Puntano terminó la secundaria, estaba convencido de que quería seguir estudiando. Cargaba en su mochila el sueño de convertirse en ingeniero agrónomo, pero no sabía cómo cumplirlo. Haber nacido en Punta Pozo, un pueblo santiagueño de 700 habitantes sin luz ni agua ni gas y a 150 kilómetros de la capital, era uno de los obstáculos que lo separaban de la posibilidad de cursar una carrera universitaria. ¿Cómo convertirse en ingeniero si en su pueblo solamente había una escuela primaria?
Según el Ministerio de Educación de la Nación, una de cada diez personas de clase media urbana tiene acceso a finalizar una carrera universitaria. Sin embargo, en zonas rurales, este número se limita a una de cada 100. En la Argentina, el 9% de la población vive en zonas rurales, pero dentro de los casi cuatro millones de personas que tienen acceso a la universidad la representación rural es del 2%.
“Para los chicos que viven en la residencia es casi imposible acceder a la universidad, porque son de pueblos que están muy alejados. Muchos han trabajado desde chicos recogiendo uvas o haciendo changuitas, y para sus familias es imposible pagar un alquiler en la capital y abordar los costos de las fotocopias y los libros”, explica Belén Narváez durante la inauguración de la Residencia Universitaria de La Rioja de la Fundación Sí, que ella coordina.
Hace cuatro años, esta entidad comenzó un sistema de albergues para que quienes habitan en zonas rurales del país puedan acceder a la educación superior. Allí, los jóvenes -primeros universitarios de su familia y, en algunos casos, de sus comunidades- se alojan de manera gratuita y tienen cubiertos los gastos de alimentación y lo necesario para poder llevar adelante sus carreras.
Puntano cursó la secundaria a 50 kilómetros de Punta Pozo, donde se encuentra una sede de las Escuelas de la Familia Agrícola (EFA). Se trata de un sistema de educación con 15 días de cursada presencial viviendo en la escuela y 15 días a distancia con trabajos desde la casa que forma a los jóvenes como técnicos agropecuarios. El sistema es arancelado, con una cuota que, si bien es accesible, suma una barrera económica al obstáculo geográfico ya existente. “Cualquier joven de mi pueblo que no pueda pagarlo queda estancado en noveno grado”, explica Néstor.
Al terminar la secundaria, en 2012, Puntano comunicó su sueño de ser universitario al rector de la escuela. Ese anhelo llegó hasta Manuel Lozano, presidente de Fundación Sí. La convicción por construir una carrera agropecuaria y la voluntad de Néstor fueron las primeras semillas para planear el sistema de residencias universitarias. Así fue que en 2013 abrió las puertas la primera casa en Santiago del Estero, donde Néstor y otros jóvenes comenzaron sus estudios.
Son tres las residencias de la Fundación Sí que al día de hoy están en funcionamiento: dos en Santiago del Estero y una en La Rioja, que albergan a un total de más de 40 jóvenes. En febrero de 2017 se inaugurará una cuarta en Córdoba, y el sueño a largo plazo es poder contar con una residencia en cada una de las provincias del país. Para convocar estudiantes, los equipos de la Fundación Sí recorren las escuelas rurales y fomentan la inscripción al programa.
Tendencia a la depresión
“Uno de cada cuatro jóvenes sufre depresión, y esa tendencia se acentúa en las zonas rurales, donde los chicos no tienen sueños ni proyecciones ni esperanza”, cuenta Manuel Lozano, presidente de la Fundación Sí, quien fue descubriendo que los jóvenes tenían sus anhelos apagados: ¿por qué habrían de soñar con cursar una carrera universitaria si ya saben que no tendrán la oportunidad de hacerlo?
Con acompañamiento de voluntarios y tutores, los jóvenes no sólo comienzan a estudiar una carrera vinculada a sus pasiones, sino que además piensan cómo volcar ese conocimiento hacia su comunidad el día de mañana. Así, Edith Varas estudia Artes Plásticas para llevar cultura a Vinchina, su pueblo, ubicado en la precordillera. Y Federico Molina eligió abogacía porque quiere crear una fundación para la lucha contra el cáncer en homenaje a su mamá, Carmen, que desde hace varios años da batalla contra la enfermedad.
Dentro de tantos sueños ya hay realidades, y de eso bien sabe Florencia Gómez, quien el año pasado terminó la carrera de Educación Especial y es la primera recibida del programa de Residencias Universitarias: “Desde los 15 años que mi sueño era estudiar esa carrera y hoy la estoy ejerciendo en la capital de Santiago del Estero. Siento una alegría inmensa”.
Néstor Puntano pasó de la intención a la acción y ya está en tercer año de Ingeniería Agronómica en la Universidad Nacional de Santiago del Estero: “Este proyecto significa saber que voy a tener más posibilidades. El día que me reciba voy a trabajar para acortar la distancia entre los que se quedan en el pueblo y los que pueden estudiar. No hay que cansarse de golpear puertas, no hay que tenerle miedo a la universidad, y tampoco hay que tenerles miedo a los sueños”.
LA NACION